capítulo 42. Camino al centro del laberinto

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Moxie


Las gotas de lluvia golpean mi cara y cabello, hace bastante frío ahora así que me arrebujo en mi disfraz, intentando cubrirme un poco más con la capucha, pese a que sé que no va a cubrirme lo suficiente. Algún rayo se ve surcando el cielo y solo oigo la lluvia caer. Parece que la fiesta se ha trasladado definitivamente al interior de la mansión, donde nadie está al tanto de lo que comienza a ocurrir fuera. Las gotas golpean el suelo repleto de césped, haciendo que el suelo se reblandezca y por tanto las botas que llevo puestas se peguen a el, especialmente por la tierra. Comienzo a andar en dirección a la entrada del gran laberinto. Está muy oscuro y es todo bastante tétrico. En algunas esquinas hay luces solares, que llevan recargándose todo el día con el sol, por tanto, a pesar de que da miedo caminar por entre las pacas, se puede ver algo alrededor gracias a las pequeñas luces. Algunas de las pacas de heno están agujereadas y en su interior se ve alguna figura maléfica o la cara de alguna especie de demonio.

Llevo tan solo un par de minutos cuando, en una de las encrucijadas, veo un zapato de tacón tirado. La lluvia golpea cada vez más fuerte y el cabello se me comienza a pegar en la cara por lo mojado que está. Me retiro el pelo como puedo, me intento poner mejor la capucha de la capa de bruja y continuo por el camino que creo que la mujer ha tomado. Estoy intentando mirar bien el suelo mientras camino, me tomo mi tiempo en ello. Veo huellas de zapatos bastante recientes, pues los bordes se ven marcados, así que decido seguirlas. Cuando era pequeña papá y yo solíamos salir a cazar en alguna ocasión. A mí no me gustaba eso de coger un arma y matar a algún animalillo, pero lo había tenido que hacer, ya que era lo que mi padre esperaba. Así pues, a veces nos marchábamos todo un fin de semana los dos juntos y desaparecíamos por el bosque, en algún coto de caza. Me había enseñado cosas básicas, cosas que por suerte aún parecía recordar. Una de ellas era vigilar las pisadas, como saber si la huella es reciente o antigua. Hay que tener en cuenta que muchas personas han montado este laberinto, lo que significa que muchos pies han pasado por aquí, por tanto, hay muchas huellas. Así que fijarme en los bordes de estas hace que pueda seguir el camino que están creando las cuatro personas a las que sigo, su rastro. El problema viene con el tiempo que está empezando a hacer, la lluvia borrará las pisadas si no me doy prisa.
Camino, sin saber exactamente donde me dirijo por culpa de la oscuridad que crean las nubes pasando frente a la luna. Harta, tras algunos minutos más de no ver apenas nada, intento subirme a una de las pacas. Tras varios intentos escalando, y un par de caídas al suelo embarrado, frio y húmedo, al fin consigo subir lo suficiente por la resbaladiza paja como para coger entre mis manos una de las luces solares que había clavadas con estacas. Por fin tengo algo más de visión y puede que algún hematoma en el trasero. Con mi fuente de luz en mi mano, agarro por la estaca el aparato y comienzo a iluminar el camino. Gracias a este movimiento puedo distinguir las pisadas con más facilidad y por tanto espero tardar menos en llegar donde están todos.


Un grito surca el cielo, sin duda de Natalia. ¿Quizá ya la han encontrado? Sigo, esta vez acelerando el paso, hasta un cruce de caminos. Tiene cojones la cosa, que justo ahora, disfrazada de bruja me encuentre en medio de esta encrucijada.
El cruce de caminos se divide en tres frente a mí mirada. La lluvia es cada vez peor y la ropa húmeda comienza a calarme los huesos. Estoy helada, asustada y deseando encontrar a todos. ¿Pero qué camino he de elegir? El cruce de caminos representa la convergencia de múltiples fuerzas, donde tienen lugar cosas mágicas y decisiones importantes. Así pues, me coloco en el centro, entre los caminos, pensando cual he de elegir, pues la energía se libera y se expande en los cruces de estos lugares, y espero que esa fuerza me indique el que debo seguir, pues según el que elija mi destino y el de los demás podría verse afectado para siempre. Dirijo mi mirada a los tres caminos que he de elegir, tras de mí el que acabo de pasar, el cuarto camino, el que no pienso seguir pues no es mi intención volver atrás y dejarlos solos a estas alturas. Cierro los ojos y respiro hondo, huelo la lluvia, la tierra mojada, el heno húmedo y comienzo a pedir a quien quiera escucharme que por favor me diga que camino he de elegir. Antiguamente se instaba a la gente a no quedarse en los cruces, especialmente cuando caía la noche, ya que se consideraba un lugar demoniaco. Así que si en este momento me escucha un jodido demonio me importa bien poco, sobre todo si avanzo por donde he de avanzar. Cuando al fin abro los ojos veo, a lo lejos, en uno de los caminos del cruce, un objeto brillante. Intento enfocar la visión, sin éxito, así que avanzo hasta el brillo. Tirado entre el césped y el fango veo el otro Jimmy Choo de Natalia, con sus brillantes. Gracias a haber estado alumbrándome el camino había podido encontrar el zapato, o eso imagino, así que sigo esa senda, no sin mirar un segundo tras de mí, al cruce, y pensar si elijo el camino indicado.

Apenas se ve ya ninguna marca en el terreno, pues se han comenzado a crear charcos que no solo dificultan ver las marcas del suelo, sino que las han eliminado por completo. Suelto una maldición mientras continuo por el laberinto y en una esquina me quedo quieta. Escucho un sonido a los lejos, y no solo eso, frente a mí, en un giro, hay lo que parecen manchas de sangre sobre el heno. Me acerco y le doy luz con la lamparita, confirmando lo que pensaba. Quizá por eso gritaba Natalia, quizá la han cogido o... quizá ha sido alguno de los otros, cosa que aún me aterra más. Mi corazón va a tope, jamás lo había notado latir con tanto ímpetu, mientras que mi cuerpo helado, no solo de frío, tiembla por los malos pensamientos que se me cruzan por la mente. ¿Estará bien Evander?¿Lo habrán herido? Comienzo a andar un poco agachada, pues he vuelto a escuchar algún sonido extraño y prefiero esconderme un poco. De repente giro la cabeza a mi costado derecho, pues una risa diabólica ha sonado desde esa dirección. Que durante el camino vea imágenes horripilantes y máscaras de demonios no ayuda en absoluto, estoy bastante asustada. Vuelvo a mirar al camino y comienzo a caminar aún más rápido, parece que escucho otro ruido tras de mí. Sin duda algo anda detrás mío.
Corro. Corro tanto como lo permite mi cuerpo, pues las botas, pese a no tener tacón, se me pegan en el fango. Algo agarra mi capa y me frena de golpe. Giro la cabeza asustada y doy con la luz directamente a la cara de mi atacante. Con los brazos levantados, intentando protegerse los ojos, está Malcolm.

- Joder... Que susto me has dado. - le digo respirando de manera agitada y bajando la luz.

- ¿Qué yo te he asustado? - se nota muy enfadado, pero procura hablar en un tono bajo - se supone que estabas en la casa, encerrada y protegida... ¿Qué diablos haces aquí?

- Intento ayudar.

- No me hagas reír, pecosa. - sonríe - Estás embarazada, hay una jodida tormenta en nuestras cabezas, un asesino suelto y tú estás dando un maldito paseo en un laberinto oscuro y repleto de objetos siniestros. ¿Como cojones piensas ayudar?

- Siguiendo el rastro. - digo cruzándome de brazos - ¿o crees que he llegado hasta aquí con mi puta escoba voladora?

Malcolm suspira y se intenta limpiar las gotas de lluvia que caen en su cara. Lleva el teléfono en la mano, pero parece que la lluvia lo ha mojado tanto que ya no funciona, debe haber perdido el rastro de su primo hace un rato. Así que no tiene idea de donde está, por eso ha aparecido detrás de mí y no delante.

- Mi padre me enseñó a seguir rastros, iba de caza con él - explico - He llegado hasta aquí precisamente por seguir vuestros pasos, los zapatos de Natalia y el rastro de sangre de ahí tras.

- ¿Has dicho sangre? - se ve claramente asustado, parece que no se había fijado en eso.

Yo asiento con la cabeza y le hago una seña para que me siga. Supongo que no tiene otro remedio que hacer lo que le digo, pues está aún más perdido que yo. Gracias a la luz que llevo en mi mano el camino es más sencillo para los dos, hasta que el miedo me detiene. Parece que Malcolm iba a decirme algo, posiblemente preguntarme porque he frenado en seco cuando su mirada se dirige al mismo punto donde está la mía. Un gran charco de sangre se encuentra frente a nosotros y en medio de este un guante de color negro. Respiro profundo y me acerco a mirar, no hay tanta sangre como parece a primera vista, pero el agua de la lluvia hace que la impresión sea mayor. Vuelvo a caminar sin decir palabra, con Malcolm pisándome los talones. Finalmente parece que unas voces se escuchan de fondo. Un grito de mujer nos hace pensar que sin duda los hemos encontrado. Me coloco, apagando la lamparita solar, en la esquina de una de las pacas de heno. Me asomo sin sacar la cabeza del todo y me fijo que estamos en el centro del laberinto. Este centro se había dejado más espacioso, con un enorme muñeco en el centro, de cara terrorífica y dientes puntiagudos. Parecía una calabaza malvada, vestida de granjero y colgada en una cruz. Bajo ese objeto puedo ver a Evander, Natalia y Hook. La mujer lleva algo en la mano, que brilla con la poca luz del lugar. Me fijo entonces de que se trata de uno de los cuchillos de cocina, seguramente lo agarraría de la casita antes de salir escopeteada mientras los hombres la perseguían. Evander tiene una de las manos levantadas, como intentando tranquilizar a la mujer, mientras que la otra se toca el costado derecho. Como va completamente vestido de negro no puedo ver si ocurre algo, si está herido, pero tiene pinta de que la sangre que hemos encontrado por el camino seguramente es de él. Puede que Natalia lo haya apuñalado. Me asusta pensar eso y miro a Malcolm. Este se acerca a observar la escena, intentando que no lo vean.

Moxie #Stone1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora