19: Doble Deja Vu y un pastel de calabaza

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Karina

Me temblaba el labio inferior, solo me pasaba cuando me daba ansiedad o un ataque de nervios y ninguna de las dos era una buena opción.

Iba de camino al piso de Minjeong. Estuve llamándola al móvil pero me marcaba como apagado, maldita sea, ¡responde al maldito móvil!

Es irónico, hace un día era yo quién la ignoraba.

Llegué hasta Fontbelle, aparqué el coche frente al edificio de Minjeong y en ese momento tuve un deja vu. Esto ya lo había vivido, claro que lo había hecho, pero no sabía si estaba segura de si me iba a gustar el final.

Subí directa a su piso y llamé a la puerta. Mi labio seguía temblando y ahora eran mis ojos los que se llenaban de lagrimas. Me entró el miedo. En ese momento maldije todo el estado de shock en el que estuve estas semanas, de todo el tiempo que me tomé y que estaba perdiendo al mismo tiempo. Me maldije por no haber dicho que sí desde el principio, y sobre todo por no haberla entendido cuando ella más lo necesitaba.

Aquella mujer mayor, Emilia, salió al rellano al escuchar los golpes en la puerta. Ya solo faltaba mi pastel de calabaza para echarme a llorar.

—Oh Karina, cuanto tiempo —sonrió—. ¿Ocurre algo? —preguntó.

—No... No me abre —dije casi en un susurro aguantando las ganas de llorar.

Ya sabía lo que me iba a decir. Ya sabía lo de las maletas, lo sabía pero no quería saberlo. Todo esto era como revivir un mal sueño del que quieres despertar cuanto antes.

—Oh, Minjeong ha salido un momento a comprarme las pastillas de la tensión. Tiene que estar a punto de llegar, cielo.

Espera un momento...

—¿No se ha ido? —dije confundida.

Una lágrima cayó por mi mejilla, y en ese momento escuché su voz.

—¿Karina? —preguntó sin entender.

La mujer agarró la bolsita de la farmacia y le dio las gracias.

—Cuídala, parece asustada —le dijo a Minjeong en un susurro que pude escuchar.

La mujer entró de nuevo a su casa y yo me quedé quieta sin decir nada. Era como si acabara de revivir el mismo día de hace cuatro años atrás, solo que esta vez tenía una realidad alternativa en la que ya no habían mentiras y ella seguía aquí.

—Karina, ¿qué pasa? ¿Estas bien? —se acercó a mi y me acarició el brazo.

De nuevo noté las lagrimas caer por mi rostro y cómo su preocupación iba en aumento.

—¿Por qué lloras así...? ¿Hice algo que te molestó? Lo siento mucho, ella me pidió si podía comprarle sus pastillas... No puede caminar mucho y pensé que...

No la dejé terminar. Rodeé mis brazos en su cuello atrayéndola a mí y la besé entre lágrimas. En ese momento entendí que esta vez ella no se iba a marchar sin despedirse, y que, aunque no le hubiera respondido aun aquella pregunta que me hizo, era yo la que estaba empujándola a irse cada minuto que pasaba colgando sus llamadas, cada mensaje suyo que dejaba en leído, cada vez que la evitaba durante todo este mes.

Esta vez era yo la que podía decidir y, sin darme cuenta, la había echado de mi vida de la manera más dolorosa que se puede hacer; Ignorándola cuando más me necesitaba.

Ella abrió la puerta de casa como pudo y entramos.

—Lo siento, lo siento... —dije entre besos.

once again | winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora