CAPÍTULO 4

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Emilio terminó de vestirse, unos jeans azules, sus tenis rojos y una camisa blanca, quería verse presentable para los padres del castaño, tal vez, sólo tal vez, para dar una buena imagen hacía los progenitores del castaño, se puso su colonia y luego de darse un vistazo al espejo y quedar satisfecho, salió del cuarto, ya eran las cinco menos cinco minutos, para su suerte, había bañado a Bethany antes, así que la pequeña ya estaba lista, pero aún dormía en su habitación, eso había heredado de Eduardo, al pelinegro le encantaba dormir, no importaba cuál sea la hora. Entró a la habitación de la pequeña e intentó despertarla, ganándose así, sólo una queja en balbuceos por parte de la pequeña castañita.

Decidió que era mejor dejarla dormir hasta que ella no pudiera más.

El timbre sonó y acomodó su cabello una vez más, para luego salir del cuarto de la pequeña y dirigirse escaleras abajo, justo en el momento en que Joaquín abría la puerta y era tomado por los brazos de la mujer - a la que había visto sólo 2 veces en la vida -

- Pero, que hermoso que estás, mí bebé. - la mujer sonrió apretando las mejillas de su hijo.

- Gracias, mami, también tú estás muy hermosa. - respondió el castaño. - hola, papá.

- Joaquín, hijo mío - abrazó al chico. - que agradable es verte de nuevo.

- Lo mismo digo, padre.

El rizado terminó de bajar los escalones y se paró a unos centímetros detrás de la familia. Aclaró su garganta y recibió las miradas de los tres.

- Hola, muchacho. - Uberto fué el primero en saludar.

- Un gusto en conocerlo, señor Bondoni. - dijo el rizado.

- Por favor, dime Uberto.

- Gracias, Uberto. - respondió.

- Hola, querido, ya nos habíamos visto en el cumpleaños de Niko, pero me presento de nuevo, soy Elizabeth. - saludó amable la mujer dándole un beso en la mejilla al oji-café.

- Un gusto volver a verla, señora.

- Uh.. si, ya, pasemos de las presentaciones, vamos a la sala. - habló el castaño.

- No seas maleducado, Daniels. - reprendió el hombre.

- No hay problema, ya conozco el carácter de su hijo.

- Que Dios te salve, chico. - dijo el mayor para luego poner su mano en la espalda de su mujer y caminar hacía la sala.

Ambos chicos siguieron a sus mayores y los invitaron a sentarse en los sofás.

- ¿Gustarían algo de beber, señores Bondoni? - preguntó el rizado antes de sentarse.

- Oh, creo que una limonada estaría bien, si no es mucha molestia. - dijo la mujer.

- Para nada, ya vuelvo. - les sonrió y se encaminó hacía la cocina.

Oyó las voces de los dos mayores y del castaño iniciar una charla mientras él se encargaba de servir las bebidas y acomodarlas en una bandeja para llevarlas con más comodidad.

- Aquí tienen - dijo apoyando la bandeja en la mesa.

- Gracias querido - le sonrió la mujer.

- Pero que buen servicio - agregó el hombre.

- No hay de que. - se sentó junto al castaño, pero dejando distancia.

- ¿Cómo están sobrellevando ésta horrible situación? - preguntó la mujer.

Bajo El Mismo Techo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora