CAPÍTULO 29

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Dejando su té y muffins de lado, el castaño observó con atención los gestos del contrario frente a él. Su ceño fruncido y los suspiros que éste soltaba a cada minuto mientras leía los papeles frente a él.

Joaquín no sabía claramente si intervenir ó dejarlo en su propio mundo, pero cuándo vió que el rizado estaba a nada de explotar así que decidió meterse, con su mano libre, bajó el papeleo de entre la manos del otro y le dedicó una sonrisa compasiva.

- Deja eso, Emilio. - masculló. - mejor préstale atención a la película, se pone interesante.

- Bebé, no puedo perder tiempo en las películas, ahora tengo algo importante que hacer. - se quejó el oji-café.

- Bueno, esa cosa tan importante, está sacándote canas verdes, así que deja esa mierda y ven aquí. - habló firme, su sonrisa expresando la poca paciencia que ya reinaba en su interior, soltando otro largo suspiro, el rizado asintió para luego dejar los papeles en el maletín y luego atrayendo el delgado cuerpecito del castaño entre sus brazos.

- Lo siento, mí amor, éstos días en la empresa han estado agotando todo mí potencial y desde luego, las exigencias de Karol están acabando con mí ser. - expresó con desespero mientras dejaba pequeños besos en el suave cabello del contrario. - ella quiere que dé lo mejor de mí, estoy intentando hacerlo.

- Es que acaso ¿Ella es tu jefa? - bufó el de ojos ámbar. - tú serás el jefe ahí, no ella. Está bien que sea tu guía, pero tampoco se abuse del privilegio. - dejó saber sus quejas y es que ésta semana en la que Emilio había frecuentado la empresa de su progenitor, la chica, hija del mayor socio y mano derecha de Juan, Karol Sevilla, había estado detrás de su novio todos los malditos días, aprobando y negando cada paso del rizado y tomando todo su tiempo.

Claramente Joaquín no debería sentir los celos enfermizos que se adueñaban de su anatomía, no, claro que no. Pero, demonios ¡Era tan frustrante que a las 2 putas de la madrugada, Emilio recibiera mensajes de la mujer, por cualquier insignificante motivo! Él era una persona la cuál se describía cómo bastante madura, capaz de saber diferenciar el trabajo con sus problemas personales, pero es que ni siquiera Diego, Elyzabeth, ó la mismísimo Leidy se encargaban de molestar al rizado a cada minuto del día.

Soltando una leve risita, el rizado lo apretujó contra su pecho y le dió unos sonores besos repartidos por todo su rostro.

- No, claro que no es mí jefa, señor celoso. - se bufó el oji-café. - Sólo quiere que haga todo a la perfección.

- Pues eres humano, no quiero que te trate cómo si fueras una puta máquina, haciendo y deshaciendo todo a su jodido antojo. - volvió a expresarse con molestia. - ¡Agh! Emilio, ni siquiera hemos salido los 3 cómo una familia normal sin que ella interfiera con todo.

- Ésto sólo es por ser la primera vez, amor, dejará de molestar, ya lo verás.

- Espero que así sea.

- ¡Joaco! ¡Joaco! - la pequeña y ahogada voz de la pequeña en la habitación los hizo fijar su vista en ella. La pequeña ya tenía su propia camita para ella sola, pero éstos últimos días, había despertado llorando y con problemas naturales acompañándola, haciendo que los dos mayores se turnasen para consolarla y hacerle saber que todo estaba bien.

Saliendo de un sólo salto de la cama, el castaño se acercó hasta la cama de al lado y se sentó sobre ella, tomando al pequeño revoltijo de nervios en sus brazos y comenzando a mecerla para tranquilizarla.

- Eyyy, mí amor ¿Qué está mal? - preguntó suavemente. Dándole pequeñas caricias en el hermoso y castaño cabello de la menor.

- Rum, rum malo, tío Joaco. - hipó la ojiazul, aferrándose a su cuello. - papi durmió, él, él está dormido, Joaco. Papá no despielta. - murmuró.

Bajo El Mismo Techo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora