CAPÍTULO 37

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Semanas después...

- ¡Que te digo que puedo sólo! - Joaquín se sorprendió ante el arrebato del rizado, dando un paso atrás.

Los días habían sido dificiles, desde que Emilio había comenzado con las terapias, era un completo desastre, él sabía que la paciencia que poseía era lo primordial para que ésta etapa se conlleve de la mejor manera posible, pero es que el chico tampoco se la estaba haciendo nada fácil. Había mandado rápidamente a remodelar una de las habitaciones que estaban en la primera planta de su casa, porque sí, ellos ya habían vuelto a Toluca apenas le dieron el alta a Emilio, se había encargado de tener una exacta a cómo la que el kinesiólogo le había recomendado, una fila, con dos barandas de cada lado, para que éste tenga el soporte y pudiera hacer los pasos correctos, una serie de "juegos" que dependían de forzar al chico a usar sus piernas, y por supuesto una caminadora especializada que no había tenido problema en conseguir, de hecho, él no había sido el que la había conseguido, sino sus padres. En fin. El rizado quería apresurar el proceso, él simplemente creía, en su terca cabeza, que sus piernas debían moverse con la misma facilidad a la que él estaba acostumbrado normalmente. Entonces, el hecho de que tenga que estar haciendo éste ejercicio de movilidad, sin tener mucho éxito a cómo él creía, estaba frustrándolo de manera jodidamente insoportable, Joaquín quería arrancarle los pelos de la cabeza y hacérselos comer, pero apretando los ojos y soltando un suspiro, él simplemente llamó a la paz y decidió comprender a su pareja. Sabía lo importante que era para Emilio volver a estar en forma, pero debía aceptar el lento proceso para ello.

- No dije que no podías tú sólo, sólo intento que no te caigas de culo sobre el suelo y te golpees con esas barandas. - trató de sonar lo más tranquilo posible.

Bufando, el rizado mostró sus dientes, en señal de estrés máximo. - no soy tan idiota para caerme.

Dudando en si responder ó no, terminó suspirando nuevamente. - Emilio, no eres débil por dejarme ayudarte. Sé que ésto es difícil para tí, amor, pero debes agradecer que por lo menos, ahora tienes más reflejos, tus piernas irán reaccionando con la ayuda de las terapias y-

- Joaquín, no necesito tus clases de moralidad ahora. - gruñó. - necesito que éstas jodidas piernas se muevan con la facilidad que quiero, ¡Odio ser un jodido inválido! - chilló al límite de largarse a llorar.

Y ahí estaba otra vez. Sus cambios de humor confundían a Joaquín de manera indescriptible. Cuándo vió asomarse el pequeño puchero sobre ese precioso labio regordete que tanto adoraba besar y morder, el castaño se acercó, rodeando la cintura del contrario con sus brazos mientras hundía su rostro en el huequito entre su hombro y cuello.

- Mí amor, todo estará bien, ya estamos en casa ¿No es así? Podrás caminar en su debido tiempo, no intentes acelerar las cosas, yo estaré contigo en todo momento, pero debes ser más paciente. - su voz salió algo ahogada, puesto que aún no se había separado de su refugio.

Hipando, el rizado dejó su peso en una sola mano, sostenida de la baranda, mientras que con la otra acarició suavemente la espalda del más pequeño y se dejó deleitar por la encantadora fragancia que éste emanaba. - siento mucho haberte gritado, amor. - se disculpó. - tú no tienes la culpa de mis frustraciones y enojos, siempre estás aquí, a mí lado y yo tratándote cómo la mie-

Los carnosos y dulces labios del castaño silenciaron sus palabras. La lengua del rizado, buscando la ajena inmediatamente y comenzando una suave danza, conociendo perfectamente cada movimiento del otro, la manera en la que les gustaba ser besado, sus puntos débiles, absolutamente todo.

Sin darse cuenta, Joaquín comenzó a dar suaves movimientos hacía atrás, tomando entre sus puños la camiseta negra del rizado, mientras se encargaba de profundizar el beso, llevándolo a un siguiente nivel, no se percató de lo ocurrido hasta que una dulce y chillona voz los interrumpió.

Bajo El Mismo Techo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora