CAPÍTULO 35

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- Es hora de despertar, Mailo. - dijo el pelinegro, dándole un fuerte abrazo.

- ¿Ya puedo irme a casa? - preguntó con confusión.

- Ya haz estado mucho tiempo fuera de casa, es hora de abrir tus ojos. - respondió el ojiverde, con una sonrisa, mientras unas rebeldes lágrimas bajaban por sus mejillas.

- Voy a extrañarlos, chicos. - sintió un horrible nudo en su garganta.

El de ojos azules le regaló una preciosa sonrisa. - recuerda, siempre estamos con ustedes. - tocó su pecho. Nikolás lo imitó, colocando ambas manos sobre las de su esposo.

- Vive por nosotros.

Un leve empujón fué todo lo que sintió antes de que sus ojos comenzaran a abrirse.








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- Oh, por dios, Emilio. - sin poder evitarlo, Joaquín cayó arrodillado dejando que todo el llanto contenido se liberase bruscamente.

Sintió el alivio recorrer todo su organismo, mientras su corazón amenazaba con salirse de su pecho en cualquier momento.

- Por dios, mí amor, mí vida. - levantó su mirada y tomando su mano la posó en su rostro.

- N-no llores, amor. - pidió el rizado, su voz salió rasposa y seca. Pero aún así, fué una dulce melodía para los oídos del castaño.

- ¡Tío, Emi! - la pequeña tomó el rostro del oji-café entre sus manitas. - te estañe.

- Mí preciosa bebé - sus ojos llenándose de lágrimas al escuchar a su niña. - también te extrañé, mí ángel.

La menor besó todo su rostro mientras se ganaba risas del mayor.

El castaño se levantó cómo pudo de su lugar, sentándose a un lado del chico y apoyó su rostro en el pecho de éste, volviendo a soltar otra ronda de sollozos. Sintió cómo la cálida mano de Emilio acarició su cabello.

- Por dios, mí amor, perdóname, por favor. Fuí un imbécil. - decía casi inaudible en medio del llanto.

- Quín...

El mencionado levantó su rostro.

- ¿E-estamos bien? - preguntó, un jadeo salió de la boca del castaño, mientras asentía y luego, se acercó para besar aquellos dulces labios que tanto había extrañado.

- Estamos bien, ahora lo estamos. - respondió entre el beso. - joder, creí que t-te perdería, mí amor. - hipó. - dios, te amo tanto, Emilio, te amo con toda mí alma.

El susodicho sonrió, mientras dejaba escapar algunas lágrimas, que rápidamente fueron quitadas por unas tiernas manitas, para después recibir pequeños besitos de ésta misma.

Bajo El Mismo Techo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora