CAPÍTULO 30

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- ¿Qué haces? - preguntó con nerviosismo el rizado a la chica frente a él.

Emilip no era estúpido, él se dió cuenta desde el principio de que su compañera intentaba llegar más allá de una simple relación de trabajo con él.

- Sólo quería acariciar tu mano. - dijo con inocencia la mujer, sus mejillas tomando un color rojo al mismo tiempo que sus palabras salían de su boca.

Respirando profundo, Emilio decidió dejar pasar aquello. - ¿Qué han dicho de la empresa de los Robbins?

- Bueno. - la ojiazul se acomodó en su asiento. - están muy felices de saber que su sociedad con las empresas Osorio estarán bajo un buen cuidado. - sonrió. - eres muy bueno para ésto, Emilio.

- Gracias. - respondió desinteresado. - pero ya te he dicho que ésto no será permanente, sólo quiero dejar todo en perfectas condiciones para luego volver a mí vida normal.

El ceño de la contraria se frunció. - pero, Emilio. Te necesitamos aquí.

- Ésta no es mí vida, Karol. - Emilio tragó saliva en cuánto vió a la mujer acercarse más a dónde él se encontraba. - mí trabajo es ser productor y además, tengo una familia ahora.

- Emilio, Emilio, Emilio... Aún eres muy joven para atarte a una familia que ni siquiera es tuya. - dijo con simpleza. - me haz dicho que esa pequeña no es más que tu ahijada y esa.. relación que ahora mantienes, apenas ha comenzado. - volvió a acercarse más a él. Respiraciones juntándose. - yo podría... Podría hacerte ver el mundo que tú quieres ignorar, todo lo que te estás perdiendo.

- No estoy perdiéndome nada. - replicó, su voz sonando más dura. - no sé de que demonios estás ha-

La oracion quedó ahogada en su boca en cuánto los labios ajenos se posaron en los suyos propios. Su corazón agitándose y su vista nublándose, sintió ganas de vomitar en ese mismo momento y en cuánto se separó bruscamente de su compañera, vió cómo una figura pasó por su lado saliendo del establecimiento. Su corazón amenazaba con salirse de su propio pecho, en cuánto reconoció el indiscutible e irremplazable cuerpo del castaño saliendo de allí.

¿Acaso era Joaquín? ¿Acaso él había visto todo aquello? Un jadeo salió de sus labios y se puso de pié rápidamente. Señalando con su índice acusatoriamente hacía su compañía recuperó un poco su jodida voz para hablar.

- No vuelvas a siquiera intentar acercarte a mí nuevamente, Sevilla. - dijo para luego dejar unos billetes en la mesa y correr hacía fuera.

Viendo a su alrededor, vió cómo el castaño estaba subiéndose a un auto, corrió hasta él y lo atrapó justo cuándo éste encendía el auto.

- ¡Joaquín! - golpeó la ventanilla. - ¡Amor, te juro que no es lo que piensas!

Los ojos llenos de lágrimas y rabia se posaron en los suyos, una mirada que jamás había visto de parte de Joaquín dirigida hacía él, ni siquiera cuándo fingian odiarse. Una mirada llena de dolor y decepción.

- ¡Vete a la mierda, Emilio!

Y con esas simples y dolorosas palabras el castaño arrancó haciendo chirriar las llantas sobre el pavimento, para luego perderse de la vista del rizado. Quién quitando lágrimas de sus mejillas corrió en dirección hacía su propio auto y emprendió viaje hacía el hogar de sus padres.









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Bajo El Mismo Techo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora