CAPÍTULO 8

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Dicen que el que avisa no traiciona ¿Verdad?

Pues, Emilio hacía valer su palabra. Así cómo había dicho, el rizado invitó a la pelinegra linda de la asistente social a una cita, que rápidamente la contraria aceptó. Era un sábado, así que ese día lo tenía libre de cuidar a Bethany, ya que le tocaba al castaño.

Y allí se encontraba, viéndose al espejo, con unos jeans apretados que hacían resaltar sus piernas y su - demasiado voluptuoso - trasero. Una camisa con los botones de arriba desabrochado, dejando ver así su pecho, el cuál era adornado por una cadenita plateada.

Y ahí estaba Joaquín, quién estaba mordiéndose la lengua para no lanzar algún comentario que haga que su rabia sea visible.

- ¿Me veo bien? - preguntó el rizado estirando sus brazos.

- Define verte bien. - dijo sin mirarlo, dándole la papilla a la bebé.

- Bien, lindo, guapo, atractivo. A eso me refiero.

- No te veo diferente. Sigues siendo el mismo idiota de siempre. - encogió sus hombros aún sin mirarlo.

El rizado rodó sus ojos y se acercó a ellos.

- ¿Porqué siempre tienes que ser tan insoportable?

- ¿Insoportable yo? - ésta vez sí fijó su mirada en el rizado y lo que vió hizo que su boca se secara. Emilio se veía tan malditamente hermoso y sexy sin usando ropa casi informal. - t-tú eres el insoportable, Osorio.

- Cómo digas. - se acercó a la bebé. - ¿No que me veo lindo, preciosa? - usó la tonta voz infantil, cómo se le había hecho costumbre últimamente.

- Lindo, muy lindo, Emi. - respondió la pequeña sonriendo.

- Owww, gracias mí amor. - depósito un beso en su frente. - no creo que llegue a dormir ésta noche, Bondoni. Así que te veré mañana.

- Cómo sea.

- Adiós, mí vida. - volvió a besar a la pequeña para después tomar las llaves que estaban sobre la mesa. - hasta mañana, Quín.

- Ya vete de una jodida vez, Emilio.

- Sé que me extrañarás. - le guiñó un ojo.

- Sueñas.

- Oh, y ¿Joaquín?

- ¿Qué? - preguntó más fastidiado ésta vez.

- La próxima vez intenta disimular mejor las ganas que me tienes, porque me haz comido con la mirada, bebé. - sonrió y salió de la casa, ganándose unos insultos por parte del ojimiel en el camino.




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- ¿Entonces eres de Mérida? - preguntó el rizado a su acompañante mientras tomaba un sorbo de su champagne.

Bajo El Mismo Techo // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora