Capítulo 2

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La duquesa de Joy, una mujer de edad avanzada y hermana mayor del actual rey, era conocida por su carácter distraído y olvidadizo en todos los aspectos de su vida, incluyendo la discreción. A pesar de esto, era una persona amable y de buen corazón que nunca mentía. Por eso, cuando la duquesa hizo comentarios que alarman a Florence, comprende de que si la anciana estaba al tanto de la infidelidad de su esposo, significaba que todo el mundo lo sabía y que era un secreto a voces que nadie tuvo el valor de contarle.

-¿Qué es lo que dice, duquesa? -pregunta atónita Florence.

-Disculpe a mi tía, señora Florence. Ya sabe que ella es algo descuidada por su edad -daba una sonrisa incómoda la princesa Denis, antes de beber un sorbo de su té.

-¿Cómo? ¿No lo sabe? -dice sorprendida y avergonzada la anciana -Supuse de que estaba enterada, ya que es el chisme más hablado por todos desde hace meses.

-¡Tía! -le gruñe entre dientes Denis para que haga silencio.

-¿Meses? -dice alarmada Florence, puesto que no podía ocultar el pánico que se volvió notorio.

-Calma Florence, no demuestres tu emoción -susurra Tía Justine, con el propósito de que las mujeres que se encontraban presentes, no creen más chismes en torno a ella.

-Tú ¿Lo sabías? -pregunta en tono susurrado a su tía.

-Claro que no. De haberlo sabido, te lo habría dicho.

-Yo y mi bocaza -decía la duquesa de Joy con preocupación, recriminándose a sí misma con tristeza, al punto de querer llorar.

-Querida Florence, no tiene de qué preocuparse. -Comenta la condesa de Barjac. -Son solo aventuras pasajeras, sin mayor importancia.

La conversación entre las damas se centró sobre las andanzas del marqués. Mientras escuchaba atentamente, la marquesa se enteró de que su esposo estaba visitando con regularidad a Odile, la hija del barón Piron. Esta familia, aunque ostentaba un título noble, había perdido su antigua riqueza y buscaba conexiones convenientes para restaurar su posición social y económica.

Los ojos de Florence se desviaron hacia su madre, quien le lanzó una mirada cargada de reproche. Era evidente que ella la culpaba por permitir que su esposo se relacionara con alguien de un linaje tan inferior al de los Lous.

La marquesa, no estaba de ánimo para fingir serenidad y aparentar que todo estaba bien, así que decidió abandonar discretamente la reunión en compañía de su tía Justine, para recibir sus sabios consejos de camino a su hogar. Se sentía profundamente dolida y traicionada por su esposo, porque había alimentado la esperanza de que podrían regresar a la armonía y el cariño que una vez compartieron, pero ahora veía que era solo una ilusión. El resentimiento hacia Alphonse de Erauxer crecía cada día, y el cariño que alguna vez sintió por él se había desvanecido irremediablemente. La realidad de su matrimonio era dolorosa, y Florence, sabía que debía enfrentarla, ya que su futuro, cada vez se veía menos esperanzador.

Tras abandonar la reunión en el palacio real, Florence se refugió en la mansión de tía Justine. Pasaron el resto del día juntas, charlando sobre lo sucedido y compartiendo sus preocupaciones. La compañía y el consuelo de su tía le brindaron cierta calma y tranquilidad, permitiéndole encontrar un poco de alivio en medio del torbellino emocional que la envolvía.

Al regresar al palacio Erauxer, el sol ya se había ocultado y la oscuridad cubría el cielo. Al llegar, una amable sirvienta se acercó a recibirla, tomando su abrigo y ofreciéndole algo de cenar. Florence agradeció el gesto, solicitando únicamente un consomé con pan tostado para que sea servido en su dormitorio.

Mientras subía las escaleras en dirección a las habitaciones, Florence escuchó la voz de su esposo resonando en el vestíbulo. Alphonse estaba siendo atendido por el mayordomo, quien le ayudaba a ponerse el abrigo y le entregaba unos guantes antes de salir del palacio.

-Mi señor, ¿así que saldrá está noche? -pregunta Florence desde las escaleras, bajando a toda prisa para alcanzarlo.

Alphonse levanta una ceja al ver a su esposa acercándose, desviando la mirada de sus ojos negros, para volver a retomar su atención en colocarse los guantes.

-Efectivamente. -Es lo único que se limita a decir Alphonse.

-Y ¿Qué puede ser tan importante para salir al anochecer? Acaso ¿Alguna celebración de la que no me he enterado?

Al terminar Alphonse de acomodar su abrigo, el mayordomo realiza una inclinación de cabeza, para luego alejarse.

Florence esperaba una respuesta de su esposo, pero este se gira para marcharse.

-Entonces, si no me da una respuesta y huye de mí, como habitualmente lo hace, es ¿por qué visitará a alguna dama? Quizás, ¿La hija del barón Piron?

Alphonse se detiene antes de salir y se gira para mirar a su esposa con una sonrisa, moviendo su índice derecho, como si su esposa hubiera acertado. Él estaba a punto de decir algo, pero cruza sus brazos sin dejar de sonreír.

-Así que ¿Mi esposa está preocupada por mí?

-Siempre lo he estado, mi señor. Me preocupa los rumores que giran en torno a nosotros, y el descaro de sus andanzas. -responde Florence con severidad.

-Los rumores que circulan en torno a nosotros, en realidad, solo son culpa de usted, Florence.

-Si quiere culparme de algo, que sea por algo que hice mal. Siempre he sido una buena esposa, gentil, servicial y preocupada de cumplir mis labores para estar a la altura de los Erauxer. Pero usted, siempre busca responsabilizarme de asuntos que no están en mí poder solucionar.

-Usted no es nada de lo que dice ser. Su autoestima irreal no le deja ver lo grosera y altanera que es.

-¿De qué habla?

-Hoy me he enterado de que ha agredido a Jessica.

-Pero ella me ha faltado el respeto... -Responde de manera ofendida Florence, pero su esposo le detiene.

-Ella es una mujer mayor, que siempre ha servido fielmente. Sin embargo, no le tienes consideración, le humillas y ahora le has agredido por solo decir la verdad. Ni siquiera te importa que ella es alguien especial para mí, no obstante, se atreve a decir que es una buena esposa, cuando todo lo que escucho de usted, son decepciones.

-No me sorprende que usted jamás me apoyé, al menos, hágalo por ser su esposa, y llevar el nombre de los Erauxer, que es lo único que le importa.

-¿Por qué debería? Su actitud no me enorgullece. Ahora, regrese a su habitación y recapacite. Espero que le pida disculpas a Jessica.

-¿Cómo se atreve a pedirme algo así?

-Solo es una pequeña esperanza de que tenga autocrítica -Responde el marqués y hace un gesto de recordar algo antes de salir por la puerta -¡Ah! Y le agradecería que deje de llamarme para hacer estás escenas histéricas en un lugar abierto como este, dónde los sirvientes escucha, ya que usted es la que promueve los rumores sobre nosotros, los que después le preocupa tanto escuchar.

-Debía hacerlo de esta manera, porque usted no habla conmigo desde hace meses, y esto me obliga a abordarlo en el sitio en donde le encuentre...

-No hablo con usted, para no seguir escuchando sus alegatos sin sentido que me agotan tanto, porque se ha vuelto una mujer molesta y desagradable.

En ese momento, Alphonse se gira rápidamente y sale por la gran puerta del palacio, quedándose Florence en el vestíbulo atónita. El gesto de su esposo le deja en claro que, a sus ojos, ella es una molestia y considerada menos que un simple sirviente.

Las lágrimas brotan de los ojos de Florence, pero no son lágrimas de tristeza, sino de rabia y frustración. Siente una profunda indignación al tener que soportar esas humillaciones sin poder hacer nada al respecto. Rápidamente, corre hacia las escaleras y las sube de manera precipitada, sollozando en voz alta para liberar la angustia que se acumula en su pecho.

Al llegar a su habitación, Florence se despoja con fuerza de los adornos de su cabello, arrojándolos con ira a un rincón de la habitación. Luego, se quita el vestido con gestos bruscos, esperando que la tela se rompa bajo la tensión de su frustración. En su mente, comienzan a formarse pensamientos de cómo podría abandonar ese lugar y escapar de aquel hombre, con la esperanza de nunca volver a verlo. Pero sabe que son deseos sin sentido, ya que ante la ley y las normas sociales, tanto ella como quienes la apoyen, tendrían mucho que perder.

Los Secretos de la MarquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora