Al despertar por la mañana, Florence se encontró con la desagradable sorpresa de que Jessica, la dama personal que tanto le disgustaba, estaba presente para atenderla. Era evidente que la mujer se presentaba con el único propósito de burlarse de ella, esperando que le pidiera disculpas por lo sucedido el día anterior.
Jessica insistía descaradamente, preguntando si había algo que Florence quisiera decirle, asegurando que el marqués estaría complacido si así fuera. La marquesa apretó los puños con frustración, pero decidió guardar silencio. Detestaba a esa mujer con toda su alma y anhelaba con todas sus fuerzas que se marchara y nunca más tuviera que ver su rostro. Sin embargo, sabía que no tenía autoridad para despedir a Jessica. Estaba convencida de que su esposo la mantenía a su servicio con el único propósito de mortificarla y hacerla sentir impotente.
Luego de vestirse, Florence se dirigió a su salón personal para tomar el desayuno, sumergida en la rutina que la ahogaba día tras día. Al abrir la puerta, se encontró con una sorpresa inesperada que iluminó su rostro con una pizca de alegría. En medio de la habitación, un imponente jarrón de cristal exhibía hermosos lirios amarillos, exhalando su delicado aroma y añadiendo un toque de color y vida al ambiente.
Junto al jarrón, sobre una elegante bandeja de plata, reposaban postres de crema y frutillas, cuidadosamente dispuestos. Eran precisamente aquellos dulces los que Florence adoraba y que la transportaban a momentos de felicidad y calma. La visión de esos deliciosos manjares provocó una sonrisa en los labios de la marquesa, sintiéndose, por un instante, liberada de los pensamientos que le atormentaban.
—Su señor esposo, el marqués, le envía estos obsequios para su mañana. — dice Monique, que servía leche en su taza.
La sonrisa de Florence desaparece en el acto.
—¿Por qué el marqués me envía esto?
—No lo sé, mi señora. El señor Arnaud ordenó que se prepararán sus postres favoritos, y que busquemos las últimas frutillas de la estación para prepararlo. Dijo que era una solicitud del marqués.
—Por favor, retírelo.
—Pero señora, dijeron que fue muy difícil conseguir las frutillas y tener listo los postres a esta hora de la mañana.
Florence se limita a dar una mirada severa, a lo que la sirvienta baja la mirada y retira la bandeja con los deliciosos postres, saliendo del salón en silencio.
La marquesa no lograba comprender por qué su esposo, Alphonse, solía expresar su afecto a través de regalos. Cada vez que tenían una discusión o cuando ella se encontraba triste, él le enviaba obsequios para intentar remediar la situación. Sin embargo, Florence ya no deseaba recibir nada que viniera de él. Sentía un profundo desprecio hacia su esposo y no quería asociar ninguna forma de felicidad con su presencia.
Pasaron unos minutos, mientras Florence tomaba la taza de leche tibia que le habían servido, hasta que llaman a la puerta.
—Adelante —invita a pasar la marquesa.
Arnaud en compañía de Pierriette, ingresan trayendo nuevamente la bandeja con los postres.
—Disculpe nuestro atrevimiento, pero sabemos cuánto le agradan estos postres, sería un desperdicio botarlos —comenta Pierriette.
—Por favor, retírelos. No deseo los obsequios que pueda darme el marqués —insiste Florence.
El mayordomo deja la bandeja con los postres en la mesa de su señora.
—No es necesario que el marqués se entere de que los ha aceptado —responde con una sonrisa amable el mayordomo. —Le diré que no fueron de su agrado y que los regresó a la cocina. Será un secreto entre nosotros.
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Los Secretos de la Marquesa
RomanceFlorence, la joven marquesa de Erauxer, vive atrapada en un matrimonio lleno de sufrimiento y humillación debido a su condición de esterilidad. La incapacidad de concebir un heredero deseado por su esposo, la condena a un futuro deshonroso debido a...