La mañana era fresca y serena cuando Florence, acompañada por su tía Justine, se dirigía hacia la imponente catedral principal de la ciudad. Había pasado un mes desde la muerte de Alphonse de Erauxer, y era el momento de ofrecer un arreglo floral en su memoria.
La viuda había decidido levantar el luto, pero, aun así, vestía de manera sobria con un traje oscuro y llevaba un velo negro que cubría su rostro, para ingresar al templo sagrado.
Los monjes, custodios de las catacumbas, recibieron el arreglo floral con gratitud y lo colocaron con cuidado cerca del altar.
Florence permaneció unos minutos en silencio, arrodillada en una de las bancas, mientras oraba por el alma de su difunto esposo y agradecía por las bendiciones recibidas. Después de unos minutos de profunda oración y reflexión, Florence se retiró con solemnidad de la catedral.
Al estar afuera, se apresuró a quitarse el velo negro que cubría su cabeza y rostro, buscando desesperadamente una bocanada de aire fresco. Odiaba aquel olor nauseabundo que impregnaba el interior de la catedral, una mezcla de incienso y vapores putrefactos de los cuerpos en descomposición que yacían en las catacumbas, y que se liberaba a través de miles de ductos de ventilación en el piso del templo.
-Es insoportable el hedor de este lugar -dice Florence, tratando de caminar a toda prisa para alejarse de la catedral, en compañía de tía Justine.
-Pero lo has hecho muy bien. Ya no deberías regresar en varios meses, pero debes de seguir enviando flores a la tumba de tu esposo -le recomendaba tía Justine.
Ambas decidieron dar un paseo por los jardines cercanos, donde el aroma de las flores y el canto de los pájaros le hacían olvidar aquella catedral sombría.
-Mi querida, te tengo un chisme que al menos logrará sacarte una sonrisa -comenta tía Justine, tomando asiento en una banca del parque público, bajo un árbol que comenzaba a dar sus primeras flores de ese año.
-¿Qué es? -pregunta la marquesa con intriga.
-La amante insolente de tu marido, la hija del barón Piron, fue enviada al convento de Euclapsia, luego de que varios nobles dijeran abiertamente que era una mujer sucia y libertina al ser la amante del marqués de Erauxer. Así que, sus padres la enviaron al convento, al arruinar su imagen pública.
-¡Vaya! Los que antes le sonreían y elogiaban, por creer que sería la nueva marquesa de Erauxer, ahora le dan la espalda. Esta sociedad tiene una doble moral de temer. -daba un suspiro Florence, mirando el parque pensativa.
-¿En qué piensas, mi niña? - pregunta tía Justine con voz maternal.
-Que el poder de la oración es fuerte. -Florence daba una pequeña sonrisa, mientras miraba sus manos que sostenían el velo negro -Deseé con fervor el poder ser libre, y suplique a Dios que haga justicia por mí, y ahora, todo se ha cumplido. Mi esposo falleció, su amante que me deseaba felicidad en un convento, ahora está ella en uno, y la criada grosera que creía tener más autoridad que yo en mi propio palacio, la he despedido, sin ni siquiera el beneficio de tener una carta de recomendación.
-Dios aboga por ti, ahora debes de reconstruir tu vida y ser feliz.
Tía Justine le daba unas palmaditas en la pierna a Florence, regalándole una sonrisa traviesa.
-Tu sonrisa es sospechosa. Dime lo que quieras decirme abiertamente. -insta Florence.
-Bueno, ahora que estás viuda, varios nobles están ansiosos por presentarte a sus hijos.
-Oh no. Nada de eso. No pasaría nuevamente por el tormento de un matrimonio. Además, todos saben que soy estéril y que no podría darles un heredero.
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Los Secretos de la Marquesa
RomanceFlorence, la joven marquesa de Erauxer, vive atrapada en un matrimonio lleno de sufrimiento y humillación debido a su condición de esterilidad. La incapacidad de concebir un heredero deseado por su esposo, la condena a un futuro deshonroso debido a...