Capítulo 47

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Después de la preocupante visita al palacio real, Florence se sentía inquieta por la posibilidad de que los reyes se aproximaran a descubrir su verdad. Desde su regreso a Erauxer, no había tenido la oportunidad de hablar a solas con su esposo. Habían esquivado cualquier interacción en público y limitado sus conversaciones, para evitar que los sirvientes pudieran crear especulaciones en torno a ellos.

Sin embargo, en este momento, Florence sentía una necesidad de hablar con Arnaud. Quería su consejo y apoyo más que nunca. Con cuidado y discreción, envió un mensaje secreto a través del ama de llaves, solicitando una reunión en privado. La marquesa sabía que era hora de enfrentar juntos las difíciles decisiones que habían tomado y los desafíos que se avecinaban.

Durante la madrugada, Florence se aventuró hasta una de las habitaciones de invitados en el tercer nivel del palacio. Aunque el lugar estaba limpio, el característico olor a humedad impregnaba el ambiente, ya que nadie había ocupado esa habitación en mucho tiempo.

La marquesa avanzó en la penumbra, guiada por la tenue luz de la luna que se colaba por las ventanas y que iluminaba la habitación de manera difusa. Con tres chasquidos de sus dedos, como una señal preestablecida, provocó un susurro suave y misterioso que emergió de una esquina oculta en las sombras. Allí, surgió la silueta de un hombre, lo que la impulsó a caminar rápidamente hacia esa figura, abrazándola con vehemencia y buscando sus labios en la oscuridad. La desesperación se reflejaba en ese beso apasionado mientras sentía las cálidas manos de su amado, envolviéndola con fuerza, dificultando su respiración, pero llenándola de un renovado gozo.

—Mi dulce amor, he sentido tu ausencia de una manera que me ha desgarrado el alma. Lloro en silencio cada noche que no estás a mi lado —susurró Florence, apoyando su mejilla sobre el pecho de su esposo.

—Lo sé, mi amada. Pero debemos mantenernos fuertes, todo esto pronto pasará —respondió Arnaud en un susurro.

—Los reyes tienen sospechas sobre la relación entre Emilie y tú. Es tu increíble parecido con nuestra hija lo que ha generado rumores y los ha llevado a investigar.

—Entiendo. Siempre supimos que este día podría llegar, no solo con los reyes, sino con cualquiera que se entere. —Arnaud mostró su preocupación.

—Siento que estamos en un juego de ajedrez, y todos los nobles son nuestros oponentes en este tablero.

—Tu astucia siempre ha sido tu mayor virtud, y como en ese juego, encontrarás la estrategia perfecta para ganar. —Arnaud respondió cariñosamente, besando de su frente y acariciando su cabello en la oscuridad.

—Mi dulce Arnaud, te pido que no salgas del palacio bajo ninguna circunstancia, ni te acerques a mí o a Emilie. Debemos ser cautelosos, ahora que todos te observan.

—Lo entiendo. Mantendré un perfil bajo y despediré a cualquier sirviente que hable demasiado o haga preguntas sospechosas.

—Te lo agradezco. Pueden ser los oídos de la realeza.

—Hablaré con Pierriette para que también nos ayude a eliminar cualquier amenaza. —Arnaud suspiró y besó a su esposa nuevamente —¿Cómo está Emilie? Extrañé su risa y su llanto, incluso si era a través de las puertas.

—Está bien y te extraña tanto como yo.

—Lo único que quiero es tenerla en mis brazos, arrullarla y besarla. —Arnaud dijo con nostalgia.

—¿Y a mí? ¿Qué es lo primero que deseas hacer cuando volvamos a ser una familia? —preguntó Florence con una sonrisa picará.

—Ser tu esposo, abrazarte y enfocarnos en darle un hermano a Emilie.

Los Secretos de la MarquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora