Capítulo 44

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La noche era tranquila y serena en la ciudad portuaria de Zeezicht, y en la casa Caoba, la pequeña Emilie, de 3 meses de edad, dormía tranquilamente en la cuna de la habitación de sus padres, mientras que ellos, volvían a reencontrarse en intimidad, después de que ya fuera seguro y la recuperación de Florence fuera completa después del parto.

Los esposos volvían a ser un complemento perfecto, disfrutando de la calidez y caricias que el cuerpo del otro le ofrecía. Florence volvía a perderse en sus pensamientos, al ver la silueta de Arnaud cubierto por la luz de la luna. Sorpresivamente, él se aparta antes de alcanzar el clímax, levantados y acercándose al lavatorio que estaba al lado de la ventana, ocupando la jarra de agua que ahí se encontraba y una toalla para asearse.

—¿Qué ha pasado? —pregunta en susurro Florence, al no comprender las acciones de su esposo.

—Es peligroso. Puedes volver a quedar embarazada. —responde Arnaud, mientras se aseaba.

Florence deja escapar una pequeña risita, levantándose y abrazando a su esposo por la espalda.

—¿No quieres otro hijo? Creo que Emilie necesitará un hermano. —comenta Florence, dándole pequeños besos en la espalda.

—Pero no ahora. Sería desastroso si regresamos a Hivernvent, estando encinta.

—Ese odioso lugar, desearía jamás tener que regresar. —dice Florence con frustración.

—Entonces, no lo hagamos y quedémonos por siempre aquí. —daba como solución Arnaud, girándose para ver a su esposa. —Volveré a trabajar, podría estudiar una profesión que nos dé más ingresos, pero deberemos despedir a Marlene y Josephine, ya que no podremos mantener sus salarios.

—No. —dice rotundamente Florence —No quiero que vuelvas a trabajar, quiero que descanses y disfrutes de Emilie y nuestros futuros hijos.

—Pero el dinero ya se está agotando. Además, estoy aburrido sin nada que hacer, me siento inútil.

—Compraré tierras para que las administres, y puedes hacer lo que desees con ellas.

—Sin embargo, para eso, necesitamos un patrimonio, lo que ahora no tenemos, ya que el dinero que has traído desde Hivernvent, escasea. —Arnaud le da una sonrisa tranquilizadora a su esposa —Amor mío, realmente no me es molestia volver a trabajar, créeme que lo ansío.

Florence mira el rostro de su esposo, que tal como siempre, era sincero. Pero ella no quería eso para él, no deseaba que volviese a ser un asalariado, a cargo de un empleador que pudiera faltarle el respeto, ella deseaba que fuera el dueño de su propia empresa y sintiera la satisfacción de verla crecer y prosperar.

—Regresemos a Hivernvent.

—Florence, no es necesario. Sé que no quieres retornar.

—Pero no dejaré todo lo que tanto sufrimiento me hizo mantenerme ahí, no quiero perderlo todo, siendo que eso nos dará tranquilidad a mí y mi familia por el resto de nuestras vidas.

—Como tú lo desees, ya sabes que te apoyaré en todo lo que decidas.

—Solo dos meses, máximo tres, y regresaremos a Rivendere, para jamás volver a Hivernvent.

En los días que siguieron, Florence se enfocó en los preparativos para el arriesgado plan que había concebido al regresar. Había mantenido conversaciones con el banco nacional de Rivendere, y estaba dispuesta a poner en marcha una serie de acciones que podrían ponerla en peligro ante la monarquía. Arnaud, al enterarse de las intenciones de su esposa, se preocupó profundamente y trató de hacerla entrar en razón. Sabía que este camino estaba lleno de riesgos y consecuencias, y temía por la seguridad de su familia. Sin embargo, Florence estaba decidida a buscar la felicidad que se les había prometido y a construir un futuro mejor para ellos.

Los Secretos de la MarquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora