Los días transcurrían con su habitual calma en el palacio de Erauxer, pero en la mente de Arnaud, se libraba una intensa batalla de pensamientos y emociones.
Habían pasado tres días desde el último encuentro en la habitación de la marquesa, y ella no le había vuelto a llamar. Se cuestionaba a sí mismo, preguntándose una y otra vez qué había hecho mal. En medio de su confusión, el mayordomo también se torturaba con la idea de que, quizás, Florence se había cansado del juego que compartían, o simplemente la posibilidad de que él no fuera el amante que ella realmente buscaba.
Todos estos pensamientos lo mantenían distraído y ausente, y los demás sirvientes del palacio lo estaban notando. Arnaud solía ser un hombre tranquilo y centrado, pero en esos días, su mirada perdida y su comportamiento distante revelaban su lucha interna.
Cómo era habitual, la marquesa le esperaba para jugar una partida de ajedrez, así que después de la cena, Arnaud acude llevando dos tazas de té con limón y un plato de nueces, ingresando al salón, luego de ser invitado a pasar.
Las noches se volvían cada vez más frías y el fuego en la chimenea estaba encendido, lo que daba un ambiente relajado y grato, pero Florence le preocupaba el bajo ánimo y la inexpreción en el rostro de Arnaud.
—Señor Arnaud, ¿Ocurre algo? —pregunta Florence preocupada.
—No mi señora. —contesta el mayordomo, moviendo la pieza en el tablero.
—Por lo general, es más sonriente y actúa con un cariño apasionado, pero hoy está distante. —responde Florence con cierta tristeza en sus ojos.
El mayordomo da un suspiro, bajando la mirada.
—Disculpé si mi silencio le incomoda.
—Está molesto ¿Conmigo?
—Claro que no, mi señora.
—¿Entonces?
—No es nada. —se limita a contestar Arnaud, ya que no era prudente molestar a su señora con sus preocupaciones.
Florence estaba notoriamente angustiada, temía que él estuviera molesto con ella, o que ya no desee ser su compañero nocturno.
—No me mienta, le conozco y sé que hay algo detrás de esa expresión fría. Por favor, comparta su preocupación conmigo.
—Yo… —Arnaud duda por un momento, pero decide guardar silencio —No es nada, mi señora.
Ante una nueva negativa de su mayordomo, Florence se entristece al punto de querer llorar, ya que por mucho que ella lo deseara, él jamás hablaría de sus problemas, demostrando el muro invisible que existía entre ellos.
—Ya veo. Yo siempre le he contado mis problemas, porque siento plena confianza en usted. Lamentablemente, yo no soy alguien que inspire esa confianza. Aunque, traté de esforzarme por ser su amiga, usted siempre me verá como a su empleadora.
Sin soportarlo más, Florence se lanza a llorar, ya que le dolía de una manera muy profunda la distancia de Arnaud.
El mayordomo, al ver derramar la primera lágrima, salta de la silla tan abruptamente que mueve el tablero con sus piernas, haciendo caer varias piezas, llegando rápidamente en dónde se encontraba Florence, sentándose en el sofá junto a ella, tomando de sus manos y depositando un beso en ellas.
—No es así mi señora. Son solo preocupaciones absurdas que me avergüenzo de comentar.
—¿Cuáles? Necesito saberlo si es que puedo ayudarle. —responde Florence secando una lágrima, porque estar con Arnaud, le hacía sentir fuerte y a la vez vulnerable.
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Los Secretos de la Marquesa
RomantizmFlorence, la joven marquesa de Erauxer, vive atrapada en un matrimonio lleno de sufrimiento y humillación debido a su condición de esterilidad. La incapacidad de concebir un heredero deseado por su esposo, la condena a un futuro deshonroso debido a...