La noche avanzaba y un invierno gélido se apoderaba del palacio de Erauxer. Los pasillos estaban sumidos en la oscuridad, apenas iluminados por la tenue luz de la luna que se filtraba por las ventanas. No obstante, en el interior de la habitación de la marquesa, existía una atmósfera cálida, junto con los susurros y gemidos apasionados que llenan el aire. Los amantes en la cama, mantenían una unión perfecta, y se entregaban a una velada de pasión intensa, luego de dos días en los que no habían compartido intimidad. La marquesa había decidido moderar sus impulsos, limitando los encuentros, para evitar que su amante malinterpretara sus deseos de estar cerca de él, y la juzgara como una mujer lujuriosa.
Los dedos de Florence se hundían en el cabello de Arnaud, mientras sus labios exploraban con delicadeza el lóbulo de su oreja, provocando en él un estremecimiento de placer. Florence conocía los gustos de su amante, y se preguntaba qué otros secretos aún le faltaba por descubrir. Del mismo modo, Arnaud había memorizado cada rincón del cuerpo de su señora, sabía cómo besar su cuello para provocar sus suspiros, y sus caricias encontraban siempre los puntos exactos para hacer erizar su piel. Cada encuentro entre ellos, se convertía en una danza armoniosa, fortaleciendo el lazo invisible que crecía con cada día que compartían su secreto.
Concentrada en el momento, Florence contraía sus piernas por acercarse a la cima del placer. Sin previo aviso, Arnaud colocó su mano sobre su boca para sofocar los sonido que se le escapaban, sorprendiéndola y devolviéndola a la realidad.
De manera abrupta, se escucha un toque en la puerta de la habitación.
—Mi señora, ¿se encuentra usted bien? —pregunta Pierriette desde el otro lado, llena de preocupación en su voz.
Los amantes palidecen, intercambiaron miradas de alarma.
—Estoy bien, Pierriette —respondió Florence con voz entrecortada, mientras miraba a Arnaud, que estaba inmóvil, conteniendo el aliento.
—He visto luz bajo su puerta y he oído ruidos. Me inquieta pensar que pueda estar enferma.
—No hay necesidad de alarmarse. Retírese, por favor —dijo la marquesa, aunque su voz temblaba ligeramente.
—Permítame al menos llamar a un médico para asegurarme de que está bien —insistió el ama de llaves.
Los amantes rápidamente se separaron, y Florence alcanzó una bata para cubrirse, mientras Arnaud se colocaba estratégicamente detrás de la puerta, oculto de la vista cuando la marquesa la abre para calmar al ama de llaves.
—He dicho que me encuentro bien. Solo estoy leyendo un libro. —responde Florence al mirar Pierriette que estaba de pie fuera de su puerta, sosteniendo un candelabro.
Ver a su señora, con el rostro enrojecido, con un semblante que aparentaba enfermedad, preocupa a Pierriette.
—Mi señora, no se ve bien, está agitada y parece enferma. Llamaré al médico. —dice alarmada el ama de llaves.
Florence endurece su mirada y con tono autoritario habla.
—Ya he dicho que estoy bien. Retírese inmediatamente.
El enfado de la marquesa, hace que Pierriette realice un inclinación de cabeza.
—Disculpe mi atrevimiento, mi señora. Que tenga una buena noche.
Con la puerta cerrada, Florence volvió su mirada hacia Arnaud, quien, al igual que ella, estaba en alerta, pendiente de los pasos de Pierriette que se alejaban por el pasillo.
—Debo marcharme —dijo Arnaud con alarma, apresurándose hacia la silla donde había dejado su ropa y vistiéndose con urgencia.
—No, no te vayas —rogó Florence con un susurro.
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Los Secretos de la Marquesa
RomanceFlorence, la joven marquesa de Erauxer, vive atrapada en un matrimonio lleno de sufrimiento y humillación debido a su condición de esterilidad. La incapacidad de concebir un heredero deseado por su esposo, la condena a un futuro deshonroso debido a...