Capítulo 4

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Con el avanzar de los días, Florence se encontraba sumida en una profunda tristeza. Sus ojos cansados y apagados reflejaban el peso de su desdicha.

Desde aquel fatídico incidente en la fiesta de los Bersad, su participación en sociedad se había reducido drásticamente. Ahora, prefería mantenerse alejada de los eventos y reuniones, encerrándose en la soledad del palacio de Erauxer, lo que acentuaba más su depresión.

Florence sentía que cada día era un nuevo infierno. Además, la ausencia de su amada tía Justine, quien había viajado a sus tierras para atender asuntos en su condado, había dejado un vacío en Florence. Justine era su mayor apoyo, y sin ella, la marquesa se sentía más sola que nunca para afrontar su realidad.

Alphonse y su mayordomo, se encontraban en la oficina del marqués, donde solían discutir los asuntos financieros y administrativos de sus propiedades.

- Envía el sombrero que trajeron de la tienda a la casa de los Piron. Estoy seguro de que Odile estará encantada. Recuerdo que mencionó su deseo de tener un sombrero azul con plumas blancas -comenta Alphonse al mayordomo.

- Ciertamente, mi señor. ¿Hay algo más que desee?

-Algo más, sí. Estoy considerando comprar unos pendientes de amatista. Escoge unos pequeños, confío en tu buen gusto.

- ¿Desea que también los haga llegar a la mansión Piron?

- No, tráemelos a mí. Son un regalo para otra dama -explica Alphonse con una sonrisa traviesa.

Arnaud estaba por marcharse con las indicaciones de su señor, pero decide sacar el tema que le estaba inquietando.

-Disculpe mi intromisión, señor, pero me preocupa el estado de ánimo de la señora marquesa -respondió Arnaud con voz respetuosa.

Alphonse suspiró y miró a su mayordomo con indiferencia.

-¿Qué tiene de preocupante su estado de ánimo? Es su asunto personal, no el mío.

-Pero, señor, ha estado pálida y parece estar sufriendo. Además, apenas come y está perdiendo peso rápidamente -insistió Arnaud con preocupación.

Alphonse frunció el ceño, pero su expresión seguía siendo indiferente.

-Eso no es asunto mío. No tengo intención de ocuparme de sus problemas.

Arnaud no se dejó amedrentar y continuó hablando.

-Quizás sería un gesto amable por su parte darle un regalo, como hace con sus amantes. Tal vez eso podría animarla un poco.

Alphonse resopló con desdén.

-No gastes tu tiempo ni mi dinero en ella. No pienso darle ningún obsequio, vestido u otra cosa. Nuestro matrimonio pronto será solo un recuerdo en este palacio.

Arnaud asintió, decepcionado por la falta de empatía de su señor.

-Entiendo, señor. Me retiro entonces.

El mayordomo hizo una inclinación de cabeza y abandonó la oficina, dejando a Alphonse sumido en sus propios pensamientos, concluyendo, en que era hora de poner fin a esta situación con su esposa, que se había vuelto una carga cada vez más pesada para él.

Durante los últimos días, el marqués de Erauxer se había ocupado de realizar trámites en las oficinas imperiales, solicitando el documento autorizado por su majestad para llevar a cabo el divorcio.

En Hivernvent, había dos caminos para que un divorcio fuera válido. El más sencillo era llegar a un acuerdo mutuo y firmar el divorcio, siendo validado por un ministro de fe. Sin embargo, el camino más largo y complicado, era cuando no existía acuerdo entre las partes, lo que implicaba tediosas investigaciones y diversos juicios que podrían prolongarse durante meses, e incluso un año.

Debido a esto, Alphonse debía abordar el tema del divorcio con delicadeza y la mayor discreción posible, ya que necesitaba que Florence firmara sin oponer resistencia. Ahora consideraba que era una buena idea lo que le había sugerido Arnaud, darle algunos regalos a su esposa para mantenerla contenta. Quizás los pendientes de amatista que había comprado recientemente podrían servir, pero eso era demasiado poco. Necesitaba buscar un obsequio esplendoroso, uno que fuera digno de una esposa, no solo de una amante.

Los días eran grises y fríos, característicos del invierno en aquella región, y el viento soplaba con fuerza.

Florence, estaba absorta en la lectura de una novela en su acogedor salón personal, junto a la cálida chimenea. De repente, el suave golpe en la puerta interrumpe su concentración. Era el mayordomo, quien informa que el marqués, deseaba hablar con ella. Aquello sorprendió a Florence, pues se habían jurado no dirigirse la palabra nuevamente. Sin embargo, si Alphonse la convocaba, debía ser por algún motivo importante, y seguramente no sería algo agradable.

Después de un minuto, Florence llega al salón en el que se encontraba su esposo. Al entrar, es recibida con una sonrisa y una actitud amable por parte de Alphonse, lo cual aumenta aún más sus sospechas.

Alphonse queda sorprendido al ver a la que era su esposa en ese estado. Siempre la había considerado una mujer atractiva, pero su apariencia actual era completamente distinta a la imagen que tenía de ella. Su piel estaba pálida, sus ojos hundidos con ojeras, sus pómulos prominentes debido a la pérdida de peso, y sus labios secos y sin color. A pesar del impacto de verla en tan deplorable condición, él aparenta calma y continúa con su plan. En ese momento, comprende la preocupación que Arnaud y los demás sirvientes habían expresado por la salud de la marquesa.

-Florence, pasa. Toma asiento -invita el marqués, señalando una silla apartada de una mesita donde se encontraban diversos aperitivos.

Ella se sienta y vuelve a mirar a su esposo, con una mezcla de temor y curiosidad.

-¿Para qué me has llamado? -pregunta Florence, preparándose para lo peor.

Alphonse suspira y responde con solemnidad.

- Florence, es de conocimiento público que nuestra relación está en crisis. Ambos estamos sufriendo en un matrimonio que no nos satisface, y mantener esta farsa se ha vuelto insostenible.

Florence ya había presentido que algo malo ocurriría ese día, pero el saberlo, no disminuye la intensidad del impacto al ver cómo su esposo le entrega un documento y lo coloca sobre la mesa. Al instante, se da cuenta de que se trata del divorcio, y el peso de la realidad cae sobre ella.

Los Secretos de la MarquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora