Capítulo 38

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El carruaje que transportaba a la marquesa y sus compañeros, finalmente llegó a una posada de descanso en un pequeño pueblo al atardecer.

El ambiente dentro de la amplia hospedería era festivo y alegre. El salón principal estaba adornado con guirnaldas de colores que creaban una atmósfera cálida y acogedora. Los huéspedes se movían al ritmo de la música que llenaba el aire, mientras disfrutaban de los bailes animados que se sucedían en el centro del salón. Los músicos tocaban melodías alegres en violines, flautas y tambores.

Las mesas estaban repletas de deliciosos manjares, como platos de carne asada, guisos humeantes, pasteles dulces y frutas frescas. El aroma tentador de la comida llenaba el aire, invitando a los presentes a deleitarse con los sabores exquisitos que ofrecía el festín.

Las bebidas fluían en abundancia, desde copas de vino tinto hasta jarras de cerveza espumosa. Los brindis resonaban y los risueños murmullos de las conversaciones se mezclaban con la música y los aplausos.

El cochero y la dama personal de la marquesa, estaban atónitos ante la fiesta, observando con ojos brillantes el animado espectáculo que se desarrollaba a su alrededor. La energía contagiosa del lugar parecía haberlos envuelto por completo, sumiéndolos en el espíritu festivo.

Mientras tanto, Arnaud y Florence se miraban con complicidad, intercambiaron un gesto discreto que indicaba el comienzo de su estrategia.

— Estoy exhausta, así que me retiraré a la habitación —comenta la marquesa, dejando escapar un bostezo mientras se frota los ojos. — Sin embargo, este sitio parece muy animado y las comidas tienen un aspecto delicioso. Tómense un respiro, disfruten de una cena y la bebida a su antojo.

— Muchas gracias, mi señora —dice Rudy, el cochero, con una sonrisa agradecida.

— Mi señora, podría acompañarla a su habitación —se ofrece Monique.

— No te preocupes, Monique. Solo necesito descansar un poco. Aprovechen y diviértanse. —insiste Florence, esbozando una pequeña sonrisa.

— Así lo haremos, mi señora —responde Arnaud con solemnidad.

La marquesa se despide con un gesto de la mano y sube a su habitación en el hospedaje.

Monique, aunque aún algo preocupada, no puede evitar hacer una pregunta al mayordomo.

— ¿Está seguro, señor Arnaud, de dejar a la señora sola?

— Monique, conocemos el carácter generoso de la marquesa. Además, ella misma nos ha alentado a aprovechar este viaje, y debemos disfrutar de estas ocasiones.

— Entonces, ¿no estaría mal si decido sentarme a comer y pedir un poco de cordero? —pregunta Rudy, esperando una aprobación.

— Pueden comer y beber lo que deseen. La marquesa ya ha cubierto todos los gastos. —afirma Arnaud, tranquilizando a sus compañeros de viaje.

Con entusiasmo, los sirvientes se dirigieron a una mesa y tomaron asiento junto con el mayordomo y el doctor Viallant, ansiosos por disfrutar de la cena y la atmósfera festiva del lugar.

Para sorpresa de todos, el señor Arnaud había solicitado una botella de vino y cervezas. Monique se mostraba un tanto tímida ante la idea de beber, pero los varones del grupo la animaron a unirse, así que, a regañadientes, aceptó y tomó su copa.

A medida que avanzaba la cena, las risas y conversaciones se volvían cada vez más animadas. El mayordomo era quien lideraba la diversión, pidiendo más bebidas y sugiriendo probar diferentes tipos de licores artesanales para degustar.

En un momento de la velada, Monique se encontraba ya un poco mareada por la bebida. Se acercó al mayordomo y le susurró tímidamente.

— Señor Arnaud, creo que estoy mareada. Preferiría ir a descansar a mi habitación.

Los Secretos de la MarquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora