Pierriette llevaba días preocupada por Arnaud, notando aquellos sutiles cambios que había experimentado en esos meses. Aquella noche, decidió esperarlo en el despacho que daba a sus habitaciones, dispuesta a tocar el tema que le atormentaba.
Arnaud finalmente llegó, con su cabello revuelto y un aire fatigado en su rostro. Al verlo, Pierriette no pudo evitar preocuparse aún más y decidió abordar el asunto.
— Buenas noches, señor Arnaud. Permíteme preguntarle, ¿dónde ha estado? Su cabello está revuelto y desaliñado — le dijo Pierriette con una mirada llena de inquietud.
— Oh, Pierriette, buenas noches — respondió Arnaud, intentando aparentar normalidad. — Estuve afuera, inspeccionando los establos.
Pierriette frunció el ceño al no creerle.
— Eso es extraño. Yo misma estuve en los establos hace poco y no le vi por allí. Además, he vuelto de recorrer la parte exterior y tampoco le encontré. ¿Me estás ocultando algo?
Arnaud se pasó una mano por el cabello, visiblemente incómodo.
— No, Pierriette, no le oculto nada. Simplemente, decidí caminar por fuera de los establos y supongo, que no nos hemos cruzado.
Pierriette suspiró suavemente, con una mirada llena de preocupación, pero él lanza un bostezo cansado, viendo cómo sus ojos deseaban descansar esa noche.
— Es mejor que descanse esta noche, ya mañana hablaremos.
— Claro, Pierriette. Descanse y hablaremos en la mañana. Que tenga buena noche.
—Lo mismo para usted.
Arnaud le ofreció una sonrisa cansada y se despidió con cortesía antes de retirarse a su habitación. Mientras se alejaba, Pierriette no pudo evitar sentirse aún más preocupada por él, ya que le quería como a un hijo, y sabía que se encontraba en una difícil situación.
Durante la mañana, la rutina en el palacio de Erauxer seguía su curso habitual. La marquesa había dejado el palacio para visitar a su tía, la condesa Justine.
Mientras tanto, Arnaud supervisaba meticulosamente el orden y la limpieza del palacio. Con guante blanco en mano, subió una pequeña escalerilla y pasó su dedo por la superficie de un mueble, encontrando un rastro de polvo que pasó desapercibido para otros. Las sirvientas observaban con expectación, y Arnaud, con gesto serio, indicaba que el trabajo debía hacerse nuevamente. Era conocido por su perfeccionismo y dedicación a mantener la excelencia en su labor.
Pierriette lo observaba desde cierta distancia, esperando el momento oportuno para abordarlo. Una vez que Arnaud bajó de la escalerilla, ella se acercó y le indicó que deseaba hablar con él. Arnaud asintió y la siguió, caminando junto a ella por los pasillos hasta llegar al despacho que compartían.
Una vez dentro, Arnaud miró a Pierriette con curiosidad. La mujer exhaló un suspiro y miró a su amigo con seriedad, consciente de que la conversación que estaba a punto de tener era de gran importancia.
— Arnaud — comenzó con voz tranquila, pero cargada de preocupación —Hay algo de lo que necesitamos hablar. Sin embargo, es un asunto delicado y temo que nuestras palabras puedan ser escuchadas por otros.
Arnaud frunció el ceño, intrigado por lo que dice Pierriette.
— ¿De qué se trata?
Pierriette se mordió ligeramente el labio antes de responder.
— Preferiría hablar en privado, en mi habitación. Es un asunto que debe ser tratado con la mayor discreción.
Al ver la seriedad en el rostro de Pierriette, Arnaud asintió en silencio. Comprendía que si ella estaba tomando estas precauciones, el asunto debía ser sumamente importante. Así que, sin objetar, siguió a Pierriette hasta su habitación, donde cerraron la puerta detrás de ellos.
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Los Secretos de la Marquesa
RomanceFlorence, la joven marquesa de Erauxer, vive atrapada en un matrimonio lleno de sufrimiento y humillación debido a su condición de esterilidad. La incapacidad de concebir un heredero deseado por su esposo, la condena a un futuro deshonroso debido a...