Capítulo 22

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Luego de la agitada escena en el juego de croquet, Florence había tomado la determinación de evitar cualquier evento social que incluyera la presencia de varones. En su lugar, optó por asistir únicamente a reuniones de damas y fiestas de té, donde se sentía más cómoda y podía disfrutar de la compañía de mujeres, sin el constante estrés de los varones que deseaban cortejarla.

En esa ocasión, la princesa Denis había organizado una elegante reunión social para las damas de la nobleza. El salón estaba decorado con cortinas de colores suaves y encajes, con varias mesas dispuestas en el lugar, y en cada mesa se desplegaban cartas para que las invitadas disfrutaran de distintos juegos de naipes.

Florence se encontraba sentada en una de las mesas, junto a otras tres distinguidas damas de la alta sociedad, entre ellas su apreciada tía Justine. El ambiente era ameno, y las risas y charlas llenaban el espacio mientras las cartas eran repartidas con gracia.

El juego fluía, y Florence disfrutaba de cada mano mientras mantenía su elegante compostura. La conversación giraba en torno a las últimas noticias de la ciudad y pronto se centraron nuevamente en ella, dónde sus compañeras de juego le sugieren posibles pretendientes.

—Tengo un sobrino encantador que vive en la costa del este, tiene 20 años, pero es todo un hombre. —comenta la condesa Rosaline.

—Gracias condesa. Por el momento, no deseo buscar un compromiso. —responde con amabilidad Florence.

—La marquesa de Erauxer, recientemente ha enviudado, y se le ha agobiado con el asunto de los pretendientes. Ella necesita de un tiempo en soledad para organizar sus emociones —argumenta tía Justine, en apoyo de su sobrina.

—Es verdad, para qué tener un esposo, después de que esta muchacha lo ha pasado tan mal por culpa de su infiel y desvergonzado esposo. —comenta la duquesa de Joy, la anciana que se caracterizaba por hablar con la verdad.

Aquello causa gracia en Florence, que tapa sus labios con los naipes para ocultar su risa

—¡Duquesa! No está bien hablar mal de un difunto —advierte Rosaline.

—Pero no se puede negar que el difunto era un descarado, ya todos lo sabemos, no seremos hipócritas solo porque su viuda este aquí. —se justificaba la duquesa.

—No se preocupe, nosotros comprendemos, duquesa de Joy. —Sonríe Justine.

La anciana mira nuevamente a Florence con determinación.

—Mire, marquesa, no es necesario volver a casarse para que sea feliz. Esos son cuentos que los mismos varones nos obligan a creer y nos hablan del verdadero amor para perdonarles sus faltas — comenta la duquesa con sinceridad.

— Sí, entiendo, duquesa. Gracias por su consejo — responde Florence con cortesía.

—Aún no le he dado ningún consejo — replica la duquesa con una sonrisa traviesa — Pero si quiere uno, le puedo decir que busque un amante, uno fogoso que le haga sudar por las noches.

Las mujeres estallan en carcajadas, acostumbradas a la sinceridad sin tapujos de la duquesa.

—Pero, ¿qué cosas dice, duquesa? — ríe Florence.

—No estoy bromeando — insiste la duquesa, girándose para señalar a las damas detrás de su espalda — Todas esas viejas feas que ve usted ahí, señora marquesa, todas ellas tienen un amante, si no es que más. Nadie me vendrá a decir que eso no es verdad, solo que las mujeres somos más inteligentes para ocultarlo que los varones.

Florence mira a la condesa Rosaline y a su tía Justine, quienes levantan una ceja y guardan silencio, demostrando cierta complicidad con lo que afirma la duquesa.

—Mi consejo para usted es que deje de preocuparse por los pretendientes. Es mejor tener un amante discreto que le sirva cuando lo necesite. No le recomiendo los nobles, ellos no saben guardar esos secretos. Es mejor buscar a algún muchachito del servicio, ellos sí saben atender las necesidades de su señora — concluye la duquesa con una mirada cómplice y un tono picante en su voz.

Florence estaba ruborizada mientras la idea de tener a Arnaud como amante se abría camino en su mente. Aquella posibilidad era tentadora, pero también peligrosa. Había luchado cada día por mantener la distancia emocional con su mayordomo, pero después de la fiesta con los sirvientes, esto se volvía cada vez más difícil.

Cada conversación con Arnaud tenía un tinte coqueto que se escondía detrás de la cordialidad entre una señora y su sirviente. Aquel juego sutil había comenzado a atraparla, y su corazón latía con fuerza cada vez que él le dedicaba una sonrisa o una mirada de aquellos ojos azules que le encantaban.

Rápidamente resonó una pregunta en su mente: "¿Cómo proponérselo?", necesitaba una respuesta desesperadamente. Sabía que debía ser cuidadosa, ya que cruzar esa línea podría poner en peligro su relación y amistad con Arnaud. Pero la idea de tener a Arnaud como amante la tentaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Gracias duquesa, por su valioso consejo. Contesta Florence con amabilidad.

—Si necesita otro, puede contar conmigo, estaré feliz en ayudarla.

Después del intrigante consejo de la duquesa de Joy sobre tener un amante, Florence regresó al palacio con cientos de interrogantes en su mente. La idea la emocionaba y asustaba al mismo tiempo, y se sentía avergonzada de que alguien, especialmente Arnaud, pudiera descubrir sus pensamientos más íntimos.

Esa noche, como era costumbre, Arnaud se presentó en su despacho para el juego de ajedrez. Cada vez que lo veía, el corazón de Florence latía con fuerza, y el deseo de estar más cerca de él crecía cada día.

Arnaud movió una de sus piezas, mirando con atención a Florence.

—Tienes una mente astuta, Arnaud. Siempre logras sorprenderme con sus movimientos —comentó Florence con una sonrisa, admirando la habilidad estratégica de su mayordomo.

—Es solo cuestión de prestar atención a los detalles, mi señora —Respondió Arnaud con humildad. Su mirada se encontró con la de Florence por un breve momento antes de volver su atención al juego.

La marquesa alzó una ceja de manera juguetona.

—Oh, así que me está diciendo que me tiene bajo observación constante, ¿verdad? —preguntó con picardía.

—Digamos que siempre estoy atento a los movimientos de mi señora, en todos los aspectos —respondió Arnaud con voz suave, dando a entender que no solo se refería al ajedrez.

La risa melodiosa de Florence llenó la habitación.

—Siempre tan misterioso, Arnaud. Nunca me deja saber exactamente qué tiene en mente —bromeó, sin dejar de notar la mirada cariñosa que él le dirigía.

—Creo que un poco de misterio nunca hace daño, ¿no le parece, mi señora? —replicó Arnaud con un tono travieso.

Florence se mordió ligeramente el labio, tratando de ocultar el leve rubor en sus mejillas.

—Tienes razón, Arnaud. Un poco de misterio puede ser intrigante. Pero descubrir la verdad detrás de ese misterio, puede ser fascinante —admitió Florence de manera coqueta.

Mientras continuaban jugando, sus miradas se encontraban de vez en cuando, y en esos breves momentos, ambos sabían que existía algo más entre ellos. Una conexión especial que iba más allá de la relación entre una marquesa y su mayordomo.

Los Secretos de la MarquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora