Al anochecer, Arnaud llegó al palacio de Erauxer. Antes de presentarse a su señora, se tomó un tiempo para asearse y cambiarse de ropa, siguiendo su costumbre de priorizar la higiene y la presentación.
Después de la cena, informaron a Florence del regreso del mayordomo, quien la aguardaba en su salón. La emoción la impulsó casi a correr para reunirse con su amante.
Entró rápidamente y cerró la puerta tras de sí, extendiendo los brazos para abrazar a Arnaud y darle un efusivo beso de bienvenida, que él correspondió con igual intensidad.
—¿Todo salió bien? —preguntó Florence mientras acariciaba el rostro del mayordomo.
—Todo ha sido resuelto. No pusieron objeciones con el dinero que les entregué. El próximo pago lo realizaré cuando partamos —respondió Arnaud, sellando sus palabras con otro breve beso y acariciando su espalda mientras la mantenía cerca. —Y a usted ¿le fue bien?.
—Todo está en orden. El lugar al que nos dirigimos se llama Zeezicht.
—¿Zeezicht? Qué nombre tan peculiar.
—Es una ciudad costera en Rivendere. Supongo que muchas cosas serán diferentes a lo que estamos acostumbrados —suspiró Florence, consciente de que dejarían atrás muchas cosas. —Además, en el viaje se nos unirá el hijo de los Viallant. Él es médico y su presencia hará más creíble la historia de mi supuesta enfermedad.
—¿Está segura de que es buena idea involucrar a otra persona? —preguntó Arnaud con cierta sospecha. —Podría descubrir la verdad.
—Ya lo sabe —informó Florence con pesar. —Es un hombre perspicaz. No necesitaba muchas pruebas para entender el motivo de mi huida. No se preocupe, señor Arnaud. El señor Viallant es discreto y sabrá guardar el secreto.
—Si usted confía en eso, entonces está bien. —asintió Arnaud.
Ambos sellaron su conversación con un tierno beso, encontrando en él la calma que necesitaban. A pesar de los riesgos que estaban asumiendo, sabían que eran necesarios para asegurar la tranquilidad del futuro hijo que esperaban.
En tan solo una semana, el rumor se propagó, dejando a todos murmurando que la Marquesa de Erauxer, estaba afectada por una grave enfermedad. El murmullo se expandió hasta llegar a los oídos de la nobleza, y como resultado, Florence comenzó a recibir visitas de varias mujeres de la alta sociedad. Intrigadas por los comentarios, buscaban descubrir la verdad en su condición.
Siguiendo el plan establecido, Florence mencionaba que padecía de un problema estomacal, tratando de restar importancia al asunto. Sin embargo, esta respuesta ambigua generaba aún más preguntas y dudas entre quienes la visitaban. Aunque la Marquesa optaba por no hablar abiertamente, dejando de lado cualquier preocupación que podría afectar a los demás, la escena en la catedral ya era ampliamente conocida. Era evidente que se trataba de algo más complejo, pues la presencia diaria de un médico en el palacio no pasaba desapercibida.
Eric Viallant, el hijo médico de los Viallant, se presentaba puntualmente cada mañana en el palacio de Erauxer para mantener la fachada que se había construido alrededor de la marquesa. Su papel consistía en respaldar la información que se había esparcido y sostener la mentira que habían elaborado cuidadosamente.
La finalidad de difundir el rumor sobre la supuesta enfermedad, era proporcionar una excusa plausible para la desaparición de la marquesa. El plan consistía en hacer que sus propios sirvientes respondieran a quienes les preguntaran sobre porque su señora se había marchado de imprevisto, comentando que había descubierto una cura en las tierras lejanas de Selce, sin especificar su paradero exacto.
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Los Secretos de la Marquesa
RomanceFlorence, la joven marquesa de Erauxer, vive atrapada en un matrimonio lleno de sufrimiento y humillación debido a su condición de esterilidad. La incapacidad de concebir un heredero deseado por su esposo, la condena a un futuro deshonroso debido a...