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—Lo siento mucho, en serio lo lamento— lloraba Louis en sus brazos, hipando y brincando cada que los sollozos se presentaban. Eso estaba matando al lobo de Harry que sólo quería cuidar al lobo de Louis, hacerlo sentir seguro.

—No te apures, tranquilo esto es algo nuevo para todos. No a todos les gusta el cambio, a mí tampoco me gustan los cambios bruscos pero por ti y el cachorro los haré— le susurraba contra su cabeza llena de arroz.

—Chicos...— habló muy suave la voz de Mary entrando. Louis no fue con ella, al contrario, se aferró más al cuerpo que lo cubría— amor... lo siento tanto, bebé— pero él seguía sin mirarla— ¿Puedes mirarme? — y con eso subió un poco su mirada para enfrentar a su madre.

—Me va a odiar el resto de mi vida— decía mientras las lágrimas corrían por sus mejillas totalmente rojas e irritadas. De su nariz salía flujo nasal que no podía contener, sus labios temblaban y se veían hinchados por haberlos mordido evitando que los sollozos se escucharan.

Harry lo abrazó más fuerte y Louis se volvió a esconder en su cuello volviendo a soltar algunas lágrimas pero comenzando a sentirse más relajado por el olor que inconscientemente Harry le estaba proporcionando. Acariciaba su espalda de forma reconfortante y susurraba palabras llenas de cariño.

Mary no sabía qué hacer, la comida había sido arruinada, no quería hacerlo más. Quería ir con su cachorro y consolarlo, pero alguien más lo hacía por ella. Quería gritarle a su otro hijo, pero además de conflictos más grandes, él no se encontraba más por ahí.

Se puso a preparar tres tazas de té para cada uno de los presentes. No sabía si a Harry le gustaba pero para ese amargo rato que les hizo pasar Gabriel, un té de canela siempre ayudaba. La habitación estaba en silencio, excepto por el sonido del aguar al hervirse.

Louis se había calmado sólo unos minutos después sólo sacando suspiros mientras su mente trabajaba al mil por hora, sintiendo una incomodidad en el estómago que rápidamente supo que era: náuseas.

Salió corriendo de ese lugar dejando muy confundidos a su mamá y el padre de su hijo, que supusieron lo que era sólo segundos después que el omega se levantara. Harry sentía la necesidad de ir tras él, de acompañarlo y decirle que todo estaría bien. Mary se dio cuenta de eso así que se aclaró la garganta antes de hablar.

—Ve con él, es subiendo las escaleras a la derecha en la primera puerta— dijo tranquila, recargada en el desayunador con los brazos cruzados sobre su estómago. Ella quería ir, pero sabía que para que el alfa hiciera esa conexión con su cachorro él tenía que estar ahí, no ella.

—Gracias— dijo poniéndose de pie y sonriendo sin mostrar los dientes a Mary— con permiso— y dicho eso salió de la habitación logrando ver las escaleras.

Subió y se dio cuenta que esa casa era muy hogareña. Era pintada de un color almendra con algunos detalles en avellana. Era una combinación totalmente hermosa. En las paredes se lograban ver distintas fotos en recuadros, eran los cachorros juntos o separados, toda la familia o sus padres.

Se dio cuenta que las fotos estaban acomodadas en un tipo de árbol pintado ahí en la pared de la escalera, nacía desde el inicio de la misma y se extendía hasta el barandal del segundo piso.

No se demoró mucho viendo las fotos, sólo un poco en tomar confianza y caminar hacia donde la mamá de Louis le había indicado. No tardó en encontrar la habitación pues los sonidos de arcadas le indicaron donde estaba el omega.

Apresuró el paso y llegó a su destino, poniéndose de cuclillas acariciando la espalda de Louis que estaba de rodillas abrazando el retrete. Lo miró apenas unos segundos, y le quería sonreír cuando la nueva molestia llegó a su estómago provocando que expulsara un poco más de lo que contenía su estómago.

Just me & you... and the babyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora