capitulo 32

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Venezuela - Miranda.
San Antonio.
Septiembre/2023.

Subo a mi cuarto y me percato de que está todo como siempre, con algunas remodelaciones pero está igual, cierro la puerta con mi cuerpo y tomo asiento en la cama y comienzo a llorar.

¿Cómo no sentirme culpable?

Recuerdo perfectamente a mi papá sentarse donde estoy yo para hablar conmigo, a mi mamá despertarme con amor muchas veces y ahora no están, tal vez no debí irme, me arrepiento tanto de dejarlos aquí, tal vez si hubiera estudiado lo que ellos querían y me hubiera quedado aquí nada de esto hubiera pasado y seguirían vivos.

Pero no tendría Antonio, ni a Massimo y a mi princesa. Respiro hondo porque no se que pensar ya.

La puerta se abre y me quedo viendo a las dos personas que entran, me levanto de inmediato y solo quiero irme, no quiero una humillación de nuevo, no quiero más maltratos ¿Es tan difícil entenderlo? Solo quiero amor y que me cuiden como no lo han hecho en mis 25 años.

- Hola hija. - No hago nada y quiero límpiame las lagrimas pero no puedo.

- ¿Qué quieres?

- Esa no es forma de hablarle a tu madre. - Me regaña su esposo y yo solo quiero que se vayan.

- La verdad no me interesa solo quiero estar sola así que por...

- Deja de ser una maleducada. - Me corta mi madre y aprieto los labios. - ¿Es cierto?

- ¿Que?

- Que te maltrata, - Se trata de acercar pero por instinto me alejo. - Tanto que querías dejar ser como yo pero noto que estás hasta peor.

- No me compares contigo, no nos parecemos en nada. - Le digo y veo como el hombre a su lado se ríe.

- ¿Solo por qué le pariste a un hombre con riqueza te crees mejor? Quién sabe a cuántas tiene porque es obvio que tú no le sirves, nunca has servido para nada, estoy cansado de decírselo a tu madre.

- ¿Qué no sirvo? - Pregunto con ironía. - ¿Tengo que acordarles que les vivo mandando dinero?

- Porque nos debes. - Se acerca el hombre y me vuelvo alejar. - La comida, la ropa, los útiles y todo el tiempo que nos hiciste perder..

- Pero si tenían que dármelo. - veo a mi progenitora. - Era tu deber como mi madre. - Bufa.

- Nunca te lo ganaste, solo nos diste dolor de cabeza y cuando te estábamos enderezando solo fuiste corriendo a donde mi madre hablando mierda de nosotros. - se acerca y me toma por el brazo. - Malagradecida. - Niego y como odio esa palabra.

- No lo soy. - Forcejeo pero no me suelta. - Suéltame. - Mando y ambos se burlan en mi cara.

- Que asco que hayas venido para acá con esos moretones en la cara ¿No te da vergüenza? - Trago doble y si me da, claro que me da. - Das asco hija.

- Mamá..- ¿Cómo se atreve a decirme eso? Yo jamás diría eso de mi nena.

- No me digas así. - Me corta con rabia. - Tenía que haberte abortado cuando pude, ahora tengo que ver lo asquerosa que siempre has sido.

- No doy asco. - Protesto en vano ya que ni yo misma me lo creo.

- Claro que lo das. - Me dice el hombre y niego. - Solo has sido una zorra que se deja coger. - Los recuerdos me toman y como me metió su semen en la boca, me asqueo y trato de soltarme pero refuerza el agarre. - Para ser alguien en la vida te dejas hacer lo que sea ¿No?

- Por lo menos tengo algo, no puedo decir lo mismo de ustedes. - Musito en voz bajo.

- ¿Pero a qué costo? - Me pregunta mi madre y aunque ella no lo sepa esa pregunta me marca como un hierro. - Si hasta te maltrata..

Fingiendo Estabilidad. [Libro 2 > Saga Bernocchi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora