• 12: mío.

33.1K 2.2K 941
                                    

MacTravish no había mentido en ni una sola palabra.

Habían entrenado en la mañana, y siendo por la noche ella apenas podía sentir las piernas.
El día había sido ocupado, lleno de actividades por hacer y totalmente agotador. También se había ofrecido a ayudar a Price con papeleo de misiones anteriores, lo que la habían cansado mentalmente.

No veía la hora de irse a dormir, por lo que nisiquiera se molestó en encender la luz de su habitación al entrar. Caminó con los ojos cerrados y se dejó caer contra el colchón.
Con la diferencia de que no chocó contra aquella superficie blanda, sino que lo hizo contra un duro cuerpo.

— ¡Mierda! — gruñó, levantándose un poco. Su mirada tardó unos segundos en enfocarse en la oscuridad, pero cuando lo hizo sus cejas se fruncieron. — ¿Cómo mierda entraste, Simon?

— La puerta estaba abierta... — murmuró, tomando a la mujer por la cintura para apretarla contra él. — Además dijiste que podía dormir contigo esta noche.

Ella asintió, acomodándose un poco mejor sobre el hombre.

— Sí. Dormir. — remarcó. — Estoy muy cansada, no tengo ganas de coger ahora.

— Está bien... — murmuró. — ¿Estás muy agotada?

— Si... Hace mucho que no entrenaba tan duro, y sumado a eso ya venía cansada por lo de anoche. — susurró, sintiendo de pronto suaves caricias en su espalda. Soltó un suave suspiro todavía recostada sobre el pecho del hombre y cerró sus ojos.

— ¿Qué te duele? — preguntó despacio.

— Las piernas...  — susurró, y luego de su respuesta pudo sentir a Simon removerse debajo de ella hasta que la quitó de encima y la dejó boca arriba sobre la cama. Él se sentó, colocando sus manos en el pantalón de la muchacha, intentando desabrocharlo. — Dije que no quiero hacerlo.

— Ya sé. No voy a hacer nada raro... Déjame ayudarte con tus dolores. — susurró, quitándole los pantalones hasta su rodilla.

La mujer quedó en su ropa interior, mirando curiosa como él le desajustada sus botas y se las quitaba con cuidado. Una vez fuera le terminó de quitar sus pantalones y sus calcetines.

Con cuidado tomó una de las piernas de la muchacha y ejerció una sueve presión sobre sus gemelos, comenzado a masajearla con tranquilidad.

Ella cerró los ojos ante lo bien que se sentían los masajes. Sus manos calidas amasaron sus muslos, sus gemelos y finalizaron en sus pies, dándole atención a cada sector por igual, con sus manos calientes dándole un alivio luego de tanto dolor.

Pero el sueño le estaba ganando, por lo que abrió sus piernas para él y palmeó su pecho.
Simon entendió y se quitó su camiseta con rapidez para poder dormir cómodo, recostandose entre las piernas abiertas de la mujer con su cabeza apoyada sobre sus cómodos pechos.

Simon era pesado, un hombre grande, y a ella le encanta tener todo su peso encima, aplastandola con su delicioso calor corporal.

— Gracias, Simon... Tus manos son muy buenas.

— No hay de qué... — susurró. — Pero acariciame.

— Te encanta ser mimado... — susurró convencida, comenzando a acariciar con suavidad la musculosa espalda del Teniente. — ¿Verdad, cariño?

Él hombre soltó un suspiro tembloroso y asintió adormilado ante los dedos que lo tocaban y ambos cerraron sus ojos, disfrutando del calor que el otro les entregaba.

Ella frunció sus cejas ante el suspiro. No veía normal que se sintiese tan vulnerable todo el tiempo 

— ¿Quién te trató tan mal? — susurró ella y él abrió sus ojos. Guardó silencio, sabiendo muy bien la respuesta.

Please | GhostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora