• 20: sensaciones.

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— ¡Oye! — chilló la chica cuando sintió una mano pesada darle una fuerte nalgada. — Deja de molestarme y ponte a picar la cebolla.

— Pero no quiero... — murmuró encaprichado y la mujer lo miró con burla mientras cortaba la carne.

— ¿En serio? Eres un Teniente, Simon.

Él bufó, tomando el cuchillo para ayudarla a cocinar, pero el timbre de la casa los detuvo.

Ambos se miraron nerviosos y la mujer se mordió sus labios.

— Es la vecina. ¡Te dije que estabas siendo muy duro! — le gritó en un susurro y Simon frunció sus cejas.

— Yo no era el que estaba gimiendo de esa manera.

— Tú también gemías y muy fuerte, no te hagas. — lo regañó. — Ve a esconderte a la habitación, yo me haré cargo.

La muchacha se lavó las manos con rapidez mientras el teniente iba en búsqueda de su pasamontañas. No tardó mucho en abrir la puerta.

Pensó encontrarse con su vecina malhumorada diciéndole que iba a llamar a la policía por exhibicionismo sonoro o algo por el estilo, pero se encontró con una imagen sorpesiva.

— Ale... — susurró y él le sonrió.

Hola... ¿Estás ocupada? — preguntó y ella tragó grueso.

Estaba cocinado. ¿Qué haces por aquí?

— Estaba en el pueblo y quería pasar a saludarte, hace mucho tiempo que no hablamos. — explicó intentando adentrarse a su departamento pero ella se lo impidió moviéndose un poco.

Podías haberme invitado a tomar un café o algo, Ale.

— Ya falta poco para que vuelvas a irte y no quería perderme la posibilidad de verte. — murmuró. — Si es qué te vas.

— ¿A qué te refieres? — preguntó con sus cejas fruncidas.

— Los Vaqueros y yo queríamos invitarte a que te quedes. Sabes... Nos haces mucha falta. Tus tácticas eran impecables y ahora que no estás lo notamos. Además siento que te fuiste por una estupidez.

Ella se cruzó de brazos. — Estupidez para tí, para mí no lo fue.

— Fue una discusión pequeña.

— Si, fue una discusión pequeña pero se sumó a todas las grandes que tuvimos antes. Se sumó a tu obsesión con Valeria y todavía más se sumó el hecho de que para tí no era más que un juguete.

— Pero nuestra historia personal no tiene nada que ver con el trabajo. — dijo enojado. — Creo que ese siempre fue tu problema, nunca pudiste separar tu enamoramiento del trabajo a pesar de que yo nunca sentí nada por tí.

— Que bueno que lo admitas. — dijo enojada. — Y no hacía falta mezclar el trabajo con la vida personal cuando también tu toma de decisiones con respecto a mí trabajo eran una mierda. Por lo menos ahora estoy en un equipo que si me valora.

— Claro... — dijo burlón. — ¿Es por eso, o porque ya encontraste un nuevo tipo que esté dispuesto a cumplir tus fantasías asquerosas?

— Cierra la boca, Alejandro. — murmuró comenzando a enojarse, mirando hacia sus costados para asegurarse que ninguno de los vecinos estaba escuchando. — No te metas en mí vida privada cuando ya no somos nada.

El mexicano dió un largo suspiro y colocó su mano sobre el puente de su nariz, tranquilizandose un poco.

No vine a discutir, mí chula...

Please | GhostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora