Please | Ghost

• 28: misión.

El plan era salir en viernes por la mañana, pero dado la peligrosidad de lo que estaba sucediendo la fecha de salida se había adelantado.

Y grandes cambios de planes habían surgido.

Salió de la habitación y se encontró con la imagen de Simon esperando junto a la puerta.
Parpadeó atónita y un poco confundida.

— ¿Simon...? — susurró y él se giró.

— Buenos días... — susurró. — Te traje... Te traje algunas cosas.

Ella frunció sus cejas y él le extendió varias camisetas.

— Sé que no tienes mucha ropa de invierno, y va a hacer mucho frío en Rusia... Estás son mis camisetas térmicas, usalas, por favor.

Su pecho se encogió de ternura y mordió sus labios, tomando con cuidado las prendas que el Teniente le extendía.

— Gracias, Simon... — susurró, abrazando las prendas. — ¿Y tú que te pones?

— No voy a tener frío. — susurró, mirando con atención las heridas de la cara de la mujer. — Estás linda...

Ella suspiró, dejando caer su mochila al suelo. La abrió y guardó aquellas camisetas.

— ¿Cómo te sientes? — preguntó y ella levantó la mirada.

— Bien. — murmuró, levantándose. Lo miró con atención, notando como uno de los ojos del hombre estaban mal pintados.

Estiró su mano hasta llegar al rostro del teniente.

— Cierra los ojos...

Él cerró sus ojos, con el tacto de la mujer sobre su ojo removiendo aquella sustancia negra.
Soltó un suspiro enamorado y abrió los ojos.

— ________... — susurró, estirando su mano hasta poder alcanzar el cabello de la mujer. Lo acomodó hacia un costado. — Te extraño...

— Simon... — susurró y él se acercó, tomándola de la cintura.

— No podemos irnos enojados... — pidió angustiado. — La misión es peligrosa, no quiero que, en caso de que me pase algo, irme sabiendo que estás enojada conmigo.

— No digas eso. — dijo con sus cejas fruncidas. — Nada va a pasarte.

— Estuve cerca de la muerte mucho tiempo, y nunca me importó, pero en caso de que algo pase... — susurró, acariciando la mejilla de la mujer. — Quiero que sepas que te amo...

Ella lo miró con sus mejillas enrojecidas y sus ojos brillantes. Lo tomó con fuerza por su chaleco y lo arrastró hacia el interior de su habitación.

Lo empujó contra la puerta y le quitó la máscara de un tirón.
Simon la miró, con su corazón agitado en su pecho.

— Amor... — susurró y ella lo tomó por sus mejillas, besandolo con fuerza.

Él la abrazó por su cintura, algo incómodo por sus chalecos en medio. Sonrió en medio del beso, gimiendo un poco ante la forma dominante en la que la mujer lo besaba.
La había extrañado como la mierda, por lo que la apretó contra él.

— Hermosa... — susurró cuando se separaron.

Ella cerró los ojos y dió un largo suspiro.

— Nada va a pasarte... — susurró. — Ni a tí, ni a nadie. ¿Entendiste?

— Si... Por favor, hazme caso y no hagas el trabajo de infiltrarte. — suplicó y ella negó.

— Es mí trabajo, Simon. Tengo que hacerlo. Vámonos ya...