Please | Ghost

• 19: hogar.

________ sospechaba que Simon escondía algo, y ese algo debía ser una estufa en su interior, porque de otra forma no entendía cómo podía ser tan cálido.

Habían dormido abrazados toda la noche y la mujer podía jurar que nunca había dormido tan tranquila en toda su vida.
El Teniente dormía quieto como una piedra, con sus brazos fuertemente envueltos alrededor de ella.

Había sido bueno dormir con él toda la noche, pero cuando intentó despertarse descubrió que estaba prisionera entre sus brazos.
Se removió pero él no se levantó y ella no podía salir.

De pronto él se removió un poco y la apretó entre sus brazos.

— ¿A dónde quieres ir? — murmuró con su voz ronca y ella soltó una risa ligera.

— Ya es tarde, amor... Hay que despertarnos. — susurró dejando suaves besos sobre su pecho y Simon gruñó.

— No, no... Vamos a dormir un rato más...

— Tengo que limpiar la casa, tú sigue durmiendo. — murmuró mientras lograba escaparse de los brazos del hombre.
Se encaminó hacia su guardarropas y se puso ropa interior bajo la atenta mirada del hombre.

Buscó un pantalón suelto, y antes de terminar de subirselo sintió una suave nalgada.

— ¿Tienes algo para mí? Quiero ayudarte... — susurró y ella levantó sus brazos en busca de una camiseta grande.

— Creo que esta es la más grande que tengo... — dijo divertida, entregandole la prenda.

Simon se la colocó y ella soltó una risa.

— Creo que no me queda... — susurró divertido y ella apretó uno de sus pectorales con dulzura.

La camiseta le quedaba horriblemente apretada y corta, revelando su marcado cinturón de Adonis por sobre su desnudez inferior.

— Puedes usar tu ropa interior de anoche y ponerte este pantalón. Seguro te queda grande. — murmuró entregándosela y Simon se marchó hacia el baño.

Terminó de cambiarse y caminó rápidamente a la cocina. No sabía que mierda podría haber para comer allí, con suerte había algo no perecedero que podrían usar.

Miró sus alacenas con cuidado, asustandose un poco cuando sintió unos brazos envolverla por la cintura.
Sintió la respiración de Simon en su cuello y sonrió, acariciando sus manos con tranquilidad.

— Tenías razón, los pantalones me quedaron bien. ¿De quién son? — preguntó celoso, mordiendo suavemente el lóbulo de su oreja.

— Míos. — dijo divertida. — Los compré por internet y escogí un talle incorrecto. Tuvo que irme a una misión y no pude hacer el cambio, pero me alegra que te queden bien.

— Eso es bueno... Pensé que dirías que eran de Alejandro o algo así. — dijo divertido y ella rió encandalosamente.

— ¿Vas a estar celoso de él siempre?

— Nah. — murmuró. — Yo soy más grande que él, ¿verdad? Es obvio que los pantalones no son suyos.

— Lo eres. — susurró. — No hay nada, tendré que salir a comprar un desayuno para los dos y cosas para más tarde.

Simon asintió. — Me gustaría acompañarte, pero... — mumuró divertido y la muchacha lo miró atenta.

— Definitivamente no vas a salir de esta casa con esa camiseta tan corta. Te compraré algo en el supermercado. — susurró, pellizcando suavemente los abdominales del hombre. Se acercó a él y dejó un suave beso sobre sus labios. — ¿Me esperas?