• 30: fuerza.

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Simon noqueó al último de los tipos y miró a Soap con sus cejas fruncidas.

— Pensé que estaba deshabitado. — murmuró y él otro asintió.

— También yo. Parece que estaban revisando el exterior del edificio... — murmuró. Habían encontrado a los hombres apuntando con armas de larga hacia los exteriores por las ventanas.

— Bajemos. Tenemos que seguir con el plan. — murmuró Price y comenzaron a bajar.

Simon llevó sus manos a su radio. — ¿Shadow?

Soap lo miró de reojo cuando ninguna respuesta se escuchó y él volvió a repetir el llamado. Se intentó conectar también con la radio de Anna, pero tampoco recibía ningún sonido.

— No responden. — murmuró angustiado y todos aceleraron sus pasos.

— Garrick y yo vamos al subsuelo, ustedes busquenlas aquí.

Simon comenzó a correr, buscando en todas las habitaciones desesperado por el amor de su vida, sin encontrarla por ningún lado.

— ¿Encontraron a Shadow? — preguntó por radio.

En esta mitad del edificio no está. — avisó Soap.

Subsuelo tampoco...

Entonces Simon miró el suelo y su corazón se detuvo.

— Hay sangre... — susurró angustiado. — Hay sangre en el suelo...

Sus ojos se llenaron de lágrimas ante la idea de perderla. Sintió el aire faltar en su pecho y caminó con dificultad hacia una de las ventanas hasta poder sostenerse de ella. Miró hacia el exterior, pero no tardó mucho en recuperar la compostura.

No tenía tiempo para llorar, mucho menos cuando la mujer de la que estaba enamorado estaba ausente.
No podía refugiarse en sus brazos para liberar toda esa preocupación, esa ansiedad que lo carcomía.

Tenía que preocuparse por recuperarla.


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— Quince. — murmuró Price, ingresando a la carpa improvisada en la que descansaban los hombres de su escuadrón luego de comunicarse con Laswell por teléfono. — Son quince los desaparecidos. Dos de ellos son Anna y Shadow.

Simon dió un suspiro agustiado.

— No entiendo... — murmuró Garrick. — ¿Cómo se supone que ellos sabían que íbamos a venir aquí?

Price se encogió de hombros. — Quien sabe... Tal vez sentido común al saber que estaban secuestrando figuras políticas importantes, o quizás algún infiltrado.

Simon gruñó, frotandose la cara nervioso.

— Yo sabía que esta misión era una mala idea, una terrible idea. Tuvimos muy poco tiempo para planearlo, somos muchos detrás de lo mismo. — dijo enojado. — Teníamos que tomarnos más tiempo en-

— No había tiempo, Simon. — murmuró Price, enfrentando al teniente. — Eran Nueve los diplomáticos secuestrados, con un rescate de más de veinte millones por cabeza. ¿Creías que el gobierno iba a pagarle a una organización criminal esa cantidad de dinero?

— Tienen el dinero. — murmuró enojado y Price frunció las cejas.

— ¿Estás pensando con la cabeza, Simon? ¿Que crees que harían con todo ese dinero?

— ¡No lo sé, y me da igual! — dijo exasperado.

— Deten esto ahora. Deja de pensar en ella como tu pareja y piensa en ella como tu compañera de equipo. No involucres los sentimientos en el trabajo.

Please | GhostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora