BIENVENIDOS BATIBURRILLO AL QUE LLAMO VIDA

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¿Alguna vez te has preguntado qué es la felicidad?¿Qué es ese sentimiento que sientes? ¿O si lo sientes de verdad? Yo me he hecho esa pregunta muchas veces y ninguna de ellas ha tenido resultado, así que cuando estaba harta de pensar, me puse a improvisar, eso me ayudó en muchas cosas, como para elegir la carrera que iba a estudiar o, para conseguir el dinero o, para seguir adelante todo el resto de mi vida pero, ahora la improvisación no era una opción tenía veintidós años y estaba sin trabajo y el casero estaba a punto de echarme de casa, no sabía qué hacer y hay opciones que no son viables, después me encontré con personas que me ayudaron y terminé compartiendo casa con alguien increíble, pero bueno empecemos por el principio, esta historia no empieza aquí sino en mi casa bueno en la casa de la que me iban a echar.

— Necesito que me dejes un mes más, no tengo donde ir y me acaban de echar del trabajo, por favor — le supliqué a mi casero en el portal de la casa.

— No, o tu pagar dinero o tu ir a la calle— dijo él con el acento ruso con el que lo había conocido.

Era un hombre que siempre que me visitaba hacía que me recalcarse mi existencia, daba mucho miedo.

Puse la llave en el contacto y el coche rugió.

Me había comprado ese coche cuando empecé la universidad, aunque ya no era gran cosa, me encantaba, tenía detalles que mi hermana le había pintado ; unas llamas rojas y naranjas en los retrovisores, unas líneas que se entrelazan en la funda del volante...

Ella era pintora de murales, y estaba triunfando mucho, al contrario que yo que me acababan de despedir de la cafetería en la que había trabajado desde que tenía dieciocho, además, había hecho cinco entrevistas de trabajo este mes y no me habían llamado de ninguna. Esta era mi última opción, o me cogían en este bufete o tendría que volver a casa de mis padres.

En menos de veinte minutos llegué a Deloitte, un bufete de abogados de mi ciudad, creí que si me venía aquí tendría más posibilidades, ya sabéis la gran ciudad, pero por lo visto, la gente ya no busca abogadas independientes.

Aparqué en la entrada del edificio, cogí mi bolso y mi móvil y entré al edificio mientras me dirigía hacía la recepcionista.

— Hola, vengo a hacer una entrevista de trabajo, me llamo Samantha Mancini — dije mientras me apoyaba en el mostrador.

— Vale, planta tres puerta cinco, el director te esperará fuera — me indicó ella.

— Vale gracias — me despedí y me dirigí hacía el ascensor.

Cuando entré en el ascensor un hombre se subió conmigo.

Un hombre trajeado alto, con ojos azules, el pelo oscuro, con la piel bronceada y los hombros anchos y atléticos.

— Hola — saludé.

— Hola — me devolvió el saludo.

Picó la misma planta que yo.

— ¿Vienes a hacer una entrevista de trabajo? — Me preguntó él.

— Si. ¿Cómo lo sabes?

— Te he escuchado cuando se lo decias a la recepcionista — me explicó.

— Ah, tienes razón. ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?

— Pues, es difícil de explicar, envié varios e-mails para ver si querían representar a mi padre que está en la cárcel , pero me denegaron, y ahora vengo aquí para intentar convencerles — me explicó él.

Se veía como un hombre bastante amable aunque había algo que no encajaba.

— Si, es difícil encontrar a alguien que te represente — dije.

ENTRE BALAS Y LEYES [#1 LEY Y CAOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora