UN REENCUENTRO INESPERADO

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Joder, que bien.

Joder, joder, joder. No me lo creo.

¡Hemos ganado!

— ¡Hemos ganado! — dije yo cuando vi a los chicos.

—¡Has ganado! —dijo Mattia alzándome en brazos.

— ¿Dónde está Mario? — Pregunté mientras Mattia me bajaba poco a poco.

—¿No está contigo? — preguntó Daniel.

Habíamos salido y él dijo que tenía que devolver los pases y que cuando yo saliera él ya estaría con los chicos.

— No, voy a buscarlo, ahora vuelvo — avisé dándome la vuelta.

— Te esperamos aquí, vamos a buscar el coche— dijo Fabio.

— Vale — alcé el dedo pulgar a mi espalda.

Exploré el juzgado hasta que lo vi al final de un pasillo, hablando con dos personas, dos policías.

— Hola Mario, ¿estás hablando con ellos? — Le pregunté poniéndome a su lado.

— Me están acosando, me los he encontrado más de una vez, me estaban acusando de cosas que yo no he hecho, de las que ya me han exculpado, no sé porque se engañan a ellos mismos...

— Lo siento señores pero tengo que decirles que como vuelvan a acercarse a mi cliente vamos a tomar acciones legales, es mi especialidad— les amenacé.

— Lo sentimos, ya nos vamos — dijo uno de ellos llevándose al otro por el hombro.

— Así que tú especialidad eh... — Dijo Mario comenzando a caminar.

Y ahora que me volvía a hablar y a mirar a mí volvía a sentir los fuegos artificiales. Mierda.

— Soy abogada— le contesté mirando hacia el suelo.

— Ya, oye, todavía no he tenido tiempo de decirle a los chicos que vas a venir, así que a lo mejor están un poco reacios a esta decisión— me explicó él.

— ¿Qué quieres decir? — pregunté.

— He tomado muchas decisiones a sus espaldas y empiezan a enfadarse— dijo él mirando a la nada, cosa que agradecí.

—¿Crees que se revelarán? — le pregunté.

— No, ellos son fieles, pero uno de esos enfadado es muy malo, pueden ocurrir muchas cosas, sobre todo si todos están en contra— dijo él sin ninguna expresión en su cara.

— Bueno, la verdad es que no me dices nada nuevo.

—¿ Alessandro se enfadaba rápido? — preguntó él con el ceño fruncido.

— No, pero mi padre sí, cuando no sabía como actuar o alguien hacía algo mal se enfadaba mucho, por eso hicimos una casa conjunta, donde Alessandro y su padre no me dejaban sola con él — expliqué.

<< — Papá, por favor, no lo hice a posta, fué un error, no lo volveré a hacer — le supliqué a mi padre.

—Me has jodido la operación— me dijo él.

— Lo siento, de verdad, lo siento — le dije.

— Me da igual.

— Alejate de ella Andres — dijo una voz detrás de mi padre.

Ricardo, el padre de Alessandro.

— Ricardo alejate — dijo mi padre.

— Ella no tiene la culpa, lárgate ahora mismo — le ordenó él.

Mi padre me miró con enfado, pero algo en su mirada cambió, había un sentimiento de culpa, algo que lo carcomía, que lo hacía actuar de esa manera. Se giró hacia Ricardo y le dijo algo que no logré entender. >>

— Lo siento, a veces la gente como nosotros no entendemos a quienes debemos proteger y a quienes no, lo más seguro es que no lo hiciera a posta— dijo él.

Dios... que pregunto, esas cosas hacían que fuera muy atractivo, alguien con ese cuerpo y encima sabe consolar a alguien... No Samantha, no te dejes llevar por la lujuria.

— Ya¿Por eso solo utilizas a las mujeres? — Le pregunté desviando el tema hacía él.

— Yo no las utilizo, eso sería obra de mi padre — hizo una pausa — yo les digo lo que quiero, ellas no me hacen caso, pero nunca las insultó, nunca les pongo un dedo encima, nunca le he hecho hacer algo que no quieren.

—¿Por qué no te gusta atarte? — Me atreví a preguntarle.

— Yo nunca he dicho eso — dijo él mirándome con el ceño fruncido.

— Ya, pero lo das a entender, algo traumante te ha debido de pasar, posiblemente en tu infancia, quizás algo relacionado con tu madre, no lo sé todavía.

El puso una cara que no me gustó, algo se veía en su expresión, ¿Enfado? No lo sé ¿Quizás tristeza? No. Melancolía.

—Creía que eras abogada no psicóloga — algo en su voz también cambió, ahora era más fría.

— Mi madre era psicóloga, iba a su consulta y leía sus papeles — admití.

— Pues no me psicoanalices porque tu tienes las de perder — dijo él con un tono amenazante antes de salir por las grandes puertas del juzgado para encontrarnos con los chicos en el coche, Nicola fumando apoyado en una de las puertas traseras, Daniel con su móvil dentro del coche, igual que los demás.

Pero había algo en lo que yo no me había fijado.

— ¿Valeria?

Mierda.

Alguien detrás de mí me había llamado Valeria ¡Valeria!

Un nombre que nadie debía conocer. De mi pasado, al que no quería volver.

Vi que Mario ya estaba hablando con los chicos, posiblemente diciéndoles que entraría en la familia.

Me dí la vuelta para ver quien me había llamado.

— ¿Valeria Ferri? — preguntó un chico de estatura mediana, me sonaba, pero no sabía de qué lo conocía, iba vestido con unos vaqueros y una camiseta negra, bastante básica.

— ¿Te acuerdas de mí? — preguntó él acercándose a mi.

— ¿Debería? — le dije.

— Tomás, Tomás Torres, fuimos vecinos de pequeños, tu madre nos llevaba a la playa los fines de semana — dijo él.

Entonces me acordé de él. Tomás fué mi vecino toda la vida, cuando mi padre, bueno, el novio de mi madre, se ponía agresivo iba a su casa, su madre era muy buena, era soltera y lo criaba ella sola, pero fué como si me criara a mi tambien.

— ¡Tomás! — Me acerqué a él para abrazarlo — cuanto tiempo.

— Si, tu madre me dijo que te escapaste, después, cuando volviste te fuiste a la universidad y no tuve tiempo para hablar contigo — dijo él con una sonrisa.

— Ya, una etapa rebelde.

Si,ya, rebelde.

— ¿Qué haces aquí? — Me preguntó.

— Soy abogada, he venido a un juicio — le expliqué.

— A que bien ¿Y quien es tu cliente? — preguntó.

— Mario Cascio — respondí.

— Sabes que es un... — ví como le cambió la cara.

— Si.

— Ah, wao, veo que las cosas te van bastante bien. 

ENTRE BALAS Y LEYES [#1 LEY Y CAOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora