LA VUELTA A CASA

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Una semana después de que la pequeña naciera volvimos a casa.

Mario se sorprendió del nombre que decidí ponerle, había tenido una exhaustiva conversación con mi padre para que me dijera el nombre que ansiaba conocer.

El nombre de la madre de Mario.

Valentina.

Cuando se lo dije a Mario creyó que no entendía lo que significaba para él ese nombre, lo mucho que le dolía, pero a pesar de que no había conocido a la madre de Mario yo sabía que Mario en el fondo no estaba enfadado con ella, decepcionado, quizás, pero no enfadado.

— Tú no entiendes lo mal que lo pasé yo cuando todo sucedió — me había dicho Mario en el hospital cuando le dije lo que quería hacer.

— ¿No te gustaría tener al menos este recuerdo de ella? — le pregunté observando sus ojos húmedos.

No me respondió, no pudo.

— Por favor... — le supliqué.

— De acuerdo.

Así que le pusimos Valentina, Valentina Cascio Mancini.

Había elegido el apellido de mi padre, mi verdadero padre, ya que es el que le tocaba, pero cuando volvimos a Italia, lo primero que le pedía Mario y al guardaespaldas, que ahora siempre tenía por mi regreso, si podíamos ir a presentarles a mi familia — especialmente a mi madre — a sus nuevos integrantes.

— Hija... — dijo mi madre cuando me presenté en su puerta con mi hija en brazos y Mario detrás de mí.

— Mamá, vengo a presentarte a mi hija Valentina y a mí prometido Mario— le dije.

Resultó que mi hermana había tenido que irse a vivir con ellos porque se había quedado en bancarrota, también mi padrastro tenía una enfermedad y había estado a punto de morir, y mi madre y él se habían separado cuando ella le dijo que yo no era hija suya, y se separaron, pero seguían viviendo en la misma casa.

— Hija... Hemos estado mucho tiempo sin hablar...

— Mamá, lo hiciste todo mal, muy mal, nunca debiste dejar que me tocara ni un solo pelo, nunca debiste de mentirnos, nunca, pero te voy a perdonar.

— Hay dios hija... — dijo mi madre levantándose e intentó darme un abrazo.

— Pero eso no significa que quiera volver a recuperar todo el contacto contigo, me hiciste daño, ahora solo he venido para que conozcas a Mario y a Valentina.

— Lo siento hija, de verdad.

— De hecho señora... — empezó a decir Mario — También hemos venido para invitarla a la boda el año que viene.

Mario me había obligado a al menos invitarla.

— El siete de agosto — dije yo.

— ¿Por qué ese día?

— Es el cumpleaños de Valentina.

Después mi madre y yo fuimos recuperando un poco el contacto, pero no llegamos a nada más, ella me llamaba, le llevaba a Valentina para que la viera, pero después no ocurría nada más de allí.

También recuperamos el contacto con el padre de Mario, me había conseguido llevar bien con él, sobre todo después de conocer a Valentina y su nombre, era un amor de niña casi nunca lloraba y siempre se reía y saludaba a todo el mundo.

Yo seguí con mi trabajo y a veces trabajaba con Mario, pero nunca más volví a hacerme pasar por otra persona durante mucho tiempo seguido.

A veces íbamos a México a visitar a mi padre y a Andrea, quienes por fin eran pareja, ella amaba a mi bebé como si fuera suyo, y mi padre... mi padre estaba obsesionado con ellas, con Andre y con Valentina, yo sé que si se hubiesen comprometido antes, todo sería diferente, mi padre era un hombre no muy mayor al igual que ella, pero era arriesgado quedarse embarazados.

A casi medio año la pequeña ya casi andaba perfectamente, era muy aventurera, debió de sacarlo de lo dos, y sus preciosos ojos azules verdosos le brillaban y encatilizaba a todo el mundo con esos mofletes rechonchos, sus pestañas largas y su pelo castaño claro.

A medida que fué pasando el tiempo, el de la boda fue disminuyendo, cuando me quise dar cuenta Arianna hablaba con Maria, quién había viajado hasta aquí por la boda, para que fuésemos todas juntas incluyendo a Andrea —quien se había convertido como una madre para mí — a buscar un vestido de novia, uno para mí.

— Este me gusta mucho chicas, pero creo que no es el indicado — dije yo pasando las manos por el vestido de corte sirena.

— ¿De qué estilo te gustaría? — dijo la dependienta.

— Nosotras creemos que le quedaría bien un vestido de corte princesa — dijo Andrea.

— De acuerdo, pues, Samantha, ¿Puedes venir y elegimos unos cuantos para que te los pruebes?

Fuí con la dependienta después de quitarme el vestido y fuimos a los vestidos de princesas, dios... eran muy bonitos, toda una ironía porque mi historia con Mario era digna de contar, pero no como cuento de princesas.

Ví uno que me encantó, tenía unas rosas rojas en la cintura y en el escote de corazón el acabado estaba bordado con una cinta roja, y una cola que era preciosa, lo supe al instante, supe al instante que ese sería mi vestido de boda.

Cuando me lo prové afirmé mi teoría, incluso a Vale le gustó, estaba encima de los brazos de Arianna y empezó a aplaudir.

<<Estas preciosa>> me repitieron una y otra vez, me entristeció que mi madre no estuviera aquí, pero fueron muchas las penas que sufrí por su culpa.

Cuando elegí el vestido también elegí los vestidos de dama de honor para las chicas, todas serían mis damas de honor, los vestidos serían rojos y blancos, hasta las rodillas y todas tendrían que tener una pareja, ninguna había puesto objeción alguna.

De todo lo demás se encargaba Mario, las invitaciones, el lugar, la decoración, TODO. 

ENTRE BALAS Y LEYES [#1 LEY Y CAOS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora