"Tú, en mi imaginación eres tan real. Cómo si estuviese ahí mismo, pero cuando extiendo mi mano de repente despareces".
Avivé alrededor de veinte minutos antes de que la tormentosa alarma retumbara por toda la habitación. Yo y mi bendita manía de despertar antes. Si, no leyeron mal, A-L-A-R-M-A, ¿pero para qué?. Hoy iniciaba un nuevo semestre, en conclusión, un nuevo tormento. Vamos a ver que me depara el Aritnem.
Iba a intentar moverme cuando me percate de su agarre sobre mi abdomen como una especie de abrazo, de manera inevitable mi piel hacia contacto con la suya ya que la camisa de pijama que vestía, estaba más arriba de mi ombligo. Mi cuerpo estaba recto sobre la cama con el brazo y pierna de él encima, obligada a permanecer con esa postura. Su condenada pierna pesaba a un equivalente a dos piernas mías, creo que hasta una tercera. Sentirlo me causo una corriente rara. Giré la cabeza de lado de modo que logré ver su perfil, estaba rendido y a centímetros de mi rostro, tanto que su respiración chocaba sobre mi hombro. Tenía los ojos cerrados y con la expresión tranquila. Su pecho desnudo subía y bajaba en una respiración pacífica. Admití que hasta podría mirarlo así por mucho rato.
Quien podría imaginar que cuando abre esos ojos se siente con cada ráfaga de dolor.
Me quedé así, paso un buen rato, intentando no hacer nada que no debería hacer. Entre en un estado de somnolencia, pero, más bien mi cerebro trabajaba a mil, pensando en muchas cosas: la causa principal era la corta conversación que tuvimos en la cena, de qué manera procesar, cuáles serían las consecuencias. Giré la cabeza, ceñuda, perdía en el suceso de anoche:
—¿Por qué? ¿Por qué yo? ¿Por qué siento que estas apunto de complicar más mi vida? —pregunté, para darle un bocado a la pasta recogida sobre el tenedor.
—Un poco de enredo nunca lastimo a nadie —admitió, le dio un sorbo a su jugo.
—No puedo dejar que esto siga —balbucee, sin verle. Dispuse a concentrarme en la comida sobre el plato.
—¿Por qué no? ¿Eso es lo que tú quieres?
—Si, es lo que quiero... Por favor, no hablemos de ese tema, solo disfrutemos de tú... —me interrumpió.
—No puedo.
Solté el cubierto, cogiendo aire.
—Jeon, para —pedí.
—No voy a lastimarte —aseguró, reprimí una risilla.
—Créeme, que es lo menos que me importaría.
—No, no lo entiendes.
—Si, lo entiendo.
—No, no lo entiendes —repitió.
—Sé lo que quieres decir. Te digo, dejemos eso para otro día.
—Sería un privilegio que rompas mi corazón —su arrogancia volvió, rodee los ojos. Es testarudo cuando se lo propone—. Quiero que estemos juntos todo el tiempo que tengamos. Si no es mucho, será lo que tenga que ser. Sera suficiente...
—No lo sabes —le miré con desdén.
—No.me.importa —puso pausas en la oración.
—No lo hace.
—No me importa si tenemos diez días, o una semana o un día..., quiero que los pases conmigo —me miró cogiéndome de la mano sobre la mesa—. Espero que sepas..., que, aunque quieras alejarte de mí, mis sentimientos por ti no cambiaran. Tus intentos de alejarte de mí no funcionaran.
El desafortunado sonido de la alarma me hizo pegar un brinco sacándome de lleno de los pensamientos. Deslice el brazo con sumo cuidado para agarrar el aparato y apagarlo. JungKook se removió, pero no abrió los ojos. Soltó un gruñido bajo hasta que se quedó inmóvil.
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SÉ QUIÉN FUE |Gemelos| JungKook
Hayran KurguDos caras completamente idénticas, ideales totalmente distintas. Las mismísimos obras de Satanás, con cuerpos envidiables casi exagerados como su capacidad de nivel superior en el Instituto, llegando a un punto de ser ídolos de muchos y rivales de o...