CAPITULO 24

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Ya han llegado.

Por la ventana observo como mis tíos empiezan a bajar las maletas, Abril baja con mucha emoción que no se ha dado cuenta que ha tirado una caja pequeña, que es en donde guardo el colgante que me dio Xander, lo tomo y lo guardo dentro de mi cajón, trato de esconderlo debajo de mis blusas de tirantes, que ahora no uso por el frío.

Cuando salgo de mi habitación, Celeste parece estar esperándome. Ella siempre se dio cuenta de como me trataban Sofía y Grizel, muchas veces me defendió, sabe que es duro, porque es la primera vez que vienen sin la abuela.

—Todo saldrá bien -Celeste me abraza—, estoy segura de que ese par ya maduro, no te harán daño hermanita.

Esperaba que todo saliera bien, lo esperaba con el alma.

—Abril, que grande y hermosa estas —se escuchaba la voz de la tía Martina desde las escaleras.

Celeste y yo bajamos tomadas de la mano. Siempre hacíamos eso cuando venían a nuestra casa a visitarnos, solo que ahora bajábamos sin Luca.

Cuando entramos en la sala de estar, estaban todos ahí. Dayana se veía tan mayor, incluso parecía mayor que Celeste. Grizel tenía el cabello teñido de rojo, tenía puesta una chamarra rosa, tenía una blusa muy escotada que mostraba sus atributos. Mi vista se dirigió hacia Sofía, seguía teniendo su cabello rubio muy cuidado, vestía de rosa por completo.

Si yo tuviera el cabello rubio natural tampoco me lo teñiría, pero como no tengo el cabello rubio quizás si me lo tiña. Buscaba a Mía, es a la única persona que me interesa ver después de tanto tiempo. Hasta que sale de la cocina, se tiño el cabello de negro y vestía de negro por completo, era un contraste muy notorio entre su hermana y ella.

Su mirada se cruzo con la mía, así que le sonreí y le dije hola, con la mano. Ella me sonrió de igual manera, pero después me ignoro, Abril la saludo dándole un abrazo, ella se lo correspondió.

Había un poquito de dolor en mi pecho, no sentía celos, pero si sentía que no encajaba. Celeste había soltado mi mano y había ido a saludar a mis tías. En cambio, yo estaba sola y no encajaba.

—Stella, ven aquí -me dijo mi tía Alison.

Me acerque un poco, parece que toda la alegría se esfumaba conforme me acercaba, todos se quedaron en silencio, mis tías me miraban casi fulminándome con la mirada, Grizel y Sofía cuchicheaban entre sí, Mía solo me miraba al igual que el esposo de mi tía Martina.

—Pero si tu también te has puesto muy hermosa Stella —menciono mi tía Matilda.

Sabía que lo decía hipócritamente, no podía mentirme con su falsa mirada, pero traté de no ser obvia al mirarla, así que le sonreí.

—Itzel, cuanto tiempo sin verte —escuche la voz de Sofía.

Cuando menos me lo espero Sofía y Dayana están junto a mí, me miran con odio, no entiendo porque, pero me miran de una manera que me incomoda.

—Podrías no decirme Itzel —sueno tan fría, que hasta yo me sorprendo.

Siempre he sentido que mi primer nombre es especial y por ende no quiero que cualquier persona me llame de esa manera.

—Sofía, puedes dejar a Stell, que ella y yo tenemos mucho de qué hablar —interviene Mía.

Por un momento pensé que, durante estas semanas, se la pasaría callada en un rincón o algo así, pero creo que me he equivocado.

Mía me toma de la mano y me jala hacía ella, salimos de la sala y nos quedamos en el pasillo que da hacia la entrada y las escaleras. Ella me mira, analiza cada gesto y espera a que yo diga algo, aunque no se muy bien que decir, no creo que un gracias sea lo adecuado para este momento.

—Te queda bien el negro —rompo el silencio.

¡¿Enserio?! Es lo primero que se te ocurre decir.

No tenía más ideas, lo siento.

—Gracias, tu tampoco te ves nada mal eh... —me sonríe, me mira de abajo hacia arriba. Mía es unos centímetros más alta que yo, aunque siempre fue así-. Así que, ahora vives con la tía Alison.

—Sí, así es, mi hermana y yo vivimos aquí, aunque dentro de unos cuantos meses planeamos irnos a vivir a otro lado, ya sabes, para más comodidad.

—Sí, me imagino —nos miramos fijamente, sus ojos color miel son preciosos.

Todas tienen los ojos del mismo color, aunque a mi parecer Mía los tiene más hermosos. Son más expresivos y aunque ha adoptado una personalidad gótica, sus ojos siguen siendo su mejor atributo, cualquiera podría quedar encantado con ellos.

—¿Podemos subir? Quiero ponerme al corriente con la vida de mi prima favorita —me guiña el ojo.

Me rio un poco, así que la dirijo hacía arriba de las escaleras. En cuanto llegamos deja la mochila que llevaba cargando sobre mi cama, ella ha decidido que dormirá conmigo, no dejara que su hermana duerma en el mismo lugar que yo, además de que cama de Abril es mucho más amplia.

Mía mira alrededor, su mirada curiosa recae en el espejo, se acerca y comienza a mirarse, se mira y acomoda un poco su cabello, parece triste, después su mirada recae en mí, me observa por el reflejo del mismo. Se gira y se sienta en mi cama, espera a que yo haga lo mismo.

—He terminado con mi novio —confiesa—. Él amaba mi cabello rubio, así que después de que terminamos hace dos semanas, me teñí el cabello, aunque creo que no quedo tan bien.

—Lo siento mucho.

—Sabes, con Sofía no me siento libre de hablar de este tema, a pesar de que somos mellizas. Pero él cambio mi mundo, me hizo ver estrellas e incluso tocarlas, cambio muchas cosas de mí e hizo que aprendiera, fue mi todo.

—¿Por qué terminaron?

—Conoció a alguien más, es mucho mas linda, tiene los ojos azules, aunque su cabello es rubio teñido —nos reímos un poco—, pero cuéntame, ¿qué tal tu vida amorosa?

—Pues verás, hay un chico que me gusta mucho y es reciproco... —me interrumpe.

—¿Ya son novios?

-No, todavía no.

—¿Y qué esperas niña? Si él aun no da el primer paso, deberías hacerlo tú, pero dime ¿es guapo?

—Sí, mucho, tiene los ojos azules más preciosos que he visto, podría mirarlos toda mi vida y no me cansaría.

—Deberías presentarme a mi futuro primo político —le sonrió un poco avergonzada.

Me hubiera gustado hablar con ella de muchas más cosas, pero entonces empujan la puerta, Sofía, Grizel y Abril entraron en la habitación riendo a carcajadas, venían tomadas de los brazos, apenas y entraban por la puerta.

Se instalaron en la habitación y después de unos minutos comenzaron a maquillar a Abril, realmente se veía demasiado linda con brillos en la cara, aunque siempre he creído que ella es demasiado bella; Abril es esa clase de persona que no necesita de mucho maquillaje para verse increíble.

—Itzel, ven y siéntate, a ti también te maquillaremos —señala Sofía, la silla que ha desocupado Abril.

—Gracias por ofrecerte Sofía, pero si alguien la va a maquillar seré yo, hermanita —informa Mía.

Intercambian un par de miradas, parecen comunicarse entre miradas y al final Sofía no dice nada más y se pinta los labios de un color rojo intenso. Volteo para mirar a Mía, quien me sonríe, cada vez que lo hace un par de hoyuelos se forman en la comisura de sus labios, esa es una de las pocas cosas que diferencian a Mía de Sofía.

Me hubiera gustado tener hoyuelos, pero no fui bendecida con esa clase de mueca.

Cuando las tres terminan de arreglarse, salen de la habitación. Supongo que irán a presumirle a mis tíos como quedo Abril con ese montón de maquillaje, a lo cual acerté, porque minutos más tarde escucho las voces de mi tías que le decían a Abril lo bella que se ve.

—Creo que ya perdimos a Abril —me informa Mía, a lo que respondo asintiendo.

Espero que mi prima querida, no se vuelva una copia de ese par.

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La Herida Del Corazón ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora