1- Cicatriz

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Lena se encontraba en clases, como cualquier día normal. A su lado, las compañeras de siempre: Amanda, Sindy y Joseph. Los tres charlaban, mientras ella escuchaba, reía y, ocasionalmente, opinaba.

-Lena, ¿vas a ir a la fiesta hoy? -preguntó Sindy.

La joven se sintió incómoda. Siempre se negaba a asistir debido al trabajo, pero sus compañeras seguían invitándola.

-No podré -respondió Lena-. Debo trabajar.

Joseph intervino: -¿A qué hora entras?

-A las 12:30 y salgo a las 19:30 -contestó ella.

-¡Pero la fiesta comienza a las 22! -exclamó Sindy, tratando de animar a su amiga.

Lena empezó a dañar sus dedos nerviosamente: -Sí, pero hoy llega mi nuevo compañero de cuarto. No puedo dejarlo solo el primer día.

Todos asintieron, encontrando lógica en su decisión: -Sí, es verdad... una pena que no puedas ir. Te enviaremos chismes.

La clase terminó, y Lena salió rápidamente de la sala. Solo tenía una hora para almorzar e ir al trabajo.

...
...

Trabajaba en una pequeña cafetería, realmente diminuta, con solo cinco mesas. Vendían sándwiches que ella y su compañera debían preparar, atender al público y limpiar. A pesar de su tamaño, las ganancias eran altas, lo que le convenía.

El jefe venía una vez a la semana a recoger las ganancias que guardaban en una caja fuerte. El lugar era tranquilo.

-Gracias, señorita, por su paciencia y su buen trato. Nunca cambie -le dijo el jefe.

-Gracias -respondió Lena. A menudo le llegaban comentarios sobre su actitud feliz y optimista, aunque en su interior no siempre se sentía así.

Al finalizar su jornada, caminó hacia su casa. Miró el reloj; el nuevo inquilino llegaría en unos minutos. Por suerte, había dejado todo listo antes de ir a la universidad.

Cuando estuvo a unos metros, vio a un chico esperando afuera. Se acercó y abrió el portón.

-Disculpe, ¿usted es Lena? -preguntó él.

Ella lo miró sorprendida: -Sí...

-Soy Evan. Vine antes porque, bueno, tenía tiempo -dijo el chico, sonriendo apenado.

Lena le dio la bienvenida: -Pasa.

Ambos entraron a la casa. Evan quedó encantado con el lugar; era pequeño pero acogedor. Un aroma a... ¿piña? llenaba el ambiente.

-¿A qué huele? -preguntó Evan.

-Es un aromatizante de piña. Si no te gusta, lo quito. No hay problema.

-No, me encanta. Es todo muy acogedor -respondió Evan.

Lena lo llevó hasta su habitación. Una cama, un closet y una pequeña mesa conformaban el espacio.

Evan dejó sus bolsos en el suelo y se sentó en la cama. Era cómoda.

-Sí, es perfecta -dijo.

Lena, nerviosa, continuó: -La televisión está en el living. Si hay algo que te guste en el refrigerador, puedes comerlo. Salgo a las 8 de la mañana; a veces no desayuno o no alcanzo a lavar la loza. Me baño por la noche, y el agua caliente sale automáticamente.

Evan asintió, aceptando todo con agrado. -Los gastos serán mitad y mitad. No traigo amigos a casa; a veces vienen por trabajo, pero son tranquilos. No sé qué más decir...

-En el transcurso de los días, consultaré -aseguró Evan.

-Bien, es tu casa -concluyó Lena.

Ambos quedaron en silencio. Lena parecía una chica tranquila.

-Am... iré al living -dijo ella y salió.

Evan se recostó, feliz. Había encontrado un lugar rápido y económico. Además, Lena parecía muy amable.

Salió, encontrando a Lena comiendo helado y viendo una serie. Ella bajó el volumen al verlo.

-¿Necesitas algo? -preguntó.

-No

Evan se acomodó junto a Lena, curioso.
-¿De qué sabor es?

-Fresa -respondió ella.

Con una familiaridad inesperada, Evan tomó la cuchara y probó el helado. Lena lo miró, sorprendida por la naturalidad con la que compartían la cuchara.
-Está bueno -comentó él.

Lena sonrió, un gesto genuino, y aumentó el volumen del televisor.

Juntos, se sumergieron en la serie, intercambiando la cuchara del helado como si fueran viejos amigos. La comodidad entre ellos era palpable; Lena reía con cada giro cómico de la trama.
-¿Y por qué vives sola? -preguntó Evan, en un tono casual.

Lena atenuó el sonido.
-Mis padres están en la ciudad, pero... no nos llevamos bien.

Evan asintió con comprensión.
-¿Así que estudias y trabajas?

-Sí, es lo que me toca hacer.

Evan la observó, percibiendo una fortaleza en su postura que sospechaba era más frágil de lo que aparentaba.
-¿Y tú?

Evan exhaló un suspiro cansado.
-Bueno, yo estaba en otra ciudad. Postulé a un trabajo en una empresa y me aceptaron. Vi tu anuncio y aquí estoy.

-Me alegra -dijo Lena, aunque su atención se desvió hacia el reloj. Era tarde.
-Voy a ducharme.

Le entregó el helado a Evan y se dirigió a su habitación. Mientras tanto, Evan se levantó y abrió la puerta del baño con cautela. Lena se había quitado la polera, revelando una cicatriz que atravesaba su espalda.

Evan cerró la puerta, una sonrisa satisfecha asomándose en su rostro.
-Entonces, sí eres tú...

-Entonces, sí eres tú

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Save You (Evan Peters)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora