11- Reglas

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Al día siguiente, Evan despertó, se sentó en la cama recordando lo que había pasado anoche.
—¿No fue un sueño? —se preguntó a sí mismo, una sonrisa iluminando su rostro al recordar el dulce sabor de la realidad.

Puso sus manos en su rostro y sonrió, su corazón latiendo al ritmo de un nuevo comienzo.

Lena estaba preparando el desayuno cuando vio a Evan saliendo de su habitación.
—Evan, buenos días —saludó con una voz que aún conservaba el eco de la noche anterior.

El joven, impulsado por un ímpetu renovado, corrió hasta ella y la abrazó con fuerza, llenándola de besos por todo el rostro.
—Evan, espera... —protestó Lena, aunque en el fondo, el gesto la llenaba de una calidez que deseaba no terminara.

Él se separó de ella, sus ojos brillando con una propuesta.
—Vamos.

Lena frunció el ceño, curiosa.
—¿A dónde?

Evan buscaba su chaqueta con una determinación que le era nueva.
—Te invito a comer, vamos —declaró, como si fuera la cosa más natural del mundo.

Evan sacó la chaqueta de Lena del colgador y se la puso. Le tomó la mano y salieron, su contacto un lazo que parecía destinado a ser eterno.

Caminaban tomados de la mano, Evan con la cara descubierta, sin su tapabocas o sus lentes, lo que le preocupaba a la joven.
—Evan... te van a reconocer...

El joven sonrió orgulloso, su pecho hinchado de un coraje recién descubierto.
—Tranquila, las personas no suelen meterse en mi vida, además, quiero disfrutar este día a tu lado —declaró, su voz un manto de seguridad que envolvía a Lena.

Miró a Lena y notó que estaba nerviosa.
—A menos que no quieras que me reconozcan —añadió, su tono suave, invitándola a compartir su mundo sin reservas.

Lena le miró apenada.
—No, estamos tomados de la mano y puede que alguien nos vea...

Evan se detuvo y ella tenía la mirada baja, su inseguridad un fantasma entre ellos.
Lena no se sentía suficiente para estar con él y Evan lo sabía.

Le tomó el rostro con ambas manos, su tacto un bálsamo para sus dudas.
—Lena, eres más que suficiente para mí, eres la mujer perfecta, no te avergüences de ti —sus palabras eran un juramento, una promesa de aceptación incondicional.

La joven sonrió y lo abrazó, su gratitud un río que fluía entre sus brazos.
—Gracias por entenderme —susurró, su voz un hilo de seda en el aire.

—¡Lena! —La voz interrumpió su momento, un grito que los anclaba de vuelta a la realidad.

La joven se asustó, miró a quien estaba gritando y se apartó de Evan.
—Chicos, ¿qué hacen aquí? —preguntó, su sorpresa un reflejo de la de Evan.

Sindy se acercó a ellos corriendo, Amanda estaba bebiendo agua y Joseph caminaba lentamente.
—Evan nos invitó a salir —explicó Sindy, su entusiasmo un contraste con la palidez de Joseph.

Lena miró al joven y este apretó los labios, su silencio una confesión.
—Es mi regalo de felicitaciones... —admitió finalmente, su voz un murmullo de complicidad.

Amanda se tocaba la cabeza, su malestar evidente.
—Me duele la cabeza, bebí demasiado anoche... pero Joseph está peor —confesó, su honestidad un espejo de su dolor.

El joven estaba pálido, su rostro un lienzo de arrepentimiento.
—No debí venir... —murmuró, su voz apenas un susurro.

Evan se preocupó, su instinto protector aflorando.
—Si se sentían mal, pudieron decírmelo... —ofreció, su oferta un refugio en su tormenta.

Save You (Evan Peters)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora