—Muy bien, Keitha. Toda esa explicación sobre el orden y el caos ha sonado muy coherente. ¿Pero de qué nos sirve para resolver esta prueba?
Keitha se encogió de hombros.
—¿Y cómo saberlo? Me preguntaron qué podría significar y di una respuesta según las pistas que tengo a disposición. Más no puedo hacer.
—Yo sostengo que simplemente probemos todos los rompecabezas posibles en el atril. —Vanila se tronó los huesos del cuello, denotando su agotamiento. Quería moverse y saciar sus dudas sobre lo que este sitio tan enigmático tenía para ofrecer—. De alguna u otra forma eso debería activar la puerta. ¿No?
—Si me lo preguntas, no creo que alguien se haya tomado las molestias de preparar algo tan elaborado para que su resolución sea «probemos todas las combinaciones posibles en el atril» —imitó Keitha con una voz mucho más aguda y mucho más ridícula de la que acostumbraba a entonar Vanila.
La mujer se aproximó a la sacerdotisa. Keitha llevaba su sombrero a todas partes, era su amuleto de la buena suerte, se trataba de un sombrero de paja que ahora mismo usaba con la visera bien en alto para que nada pudiese escapar de su visión.
Vanila le dio un pequeño golpecito al sombrero con el dedo con aire desafiante.
—Yo no hablo así, bruja del vudú.
—Tienes razón, lo siento... —se disculpó la mujer—. Hablas peor.
—¿Por qué no me repites eso en la cara?
—Hablas peor.
—¡Chicas! ¡Chicas! —interrumpió Armen. El hombre se encontraba agazapado, ordenando las piezas como Vanila había sugerido, pero se había encontrado con un detalle particular—. Creo que hay algo que nos está faltando.
Ambas desviaron la atención de su disputa personal para concentrarse en Armen.
—¿Qué cosa? —preguntó Vanila.
El hombre se colocó de pie y mostró cada uno de los rompecabezas y sus dibujos.
—Estaba probando colocar uno por uno los rompecabezas en el atril esperando que hiciera algo con la puerta, pero intenté con todos y ninguno hacía nada. Así que volví a chequear los dibujos que hay en la sala y resulta que nos está faltando un rompecabezas entero. —Su dedo señaló el rompecabezas del laberinto que estaba colocado en el atril—. Tenemos el que está en el techo, que según Keitha simbolizaba el orden. —Luego, observó a ambas con el rostro empapado en extrañeza—. Pero nos falta el que se dibuja en el suelo. El torbellino que simboliza el caos. Ese no está por ningún lado.
Keitha y Vanila compartieron una mirada que lo decía todo. La revelación que Armen había traído a la mesa las había dejado perplejas, pero con un sencillo objetivo en mente: había que buscar el rompecabezas faltante.
—Busquemos, tiene que estar en algún sitio —ordenó Keitha.
—He revisado toda la sala antes —añadió Armen—, pero quizás se me pasó algo.
—Sería más sencillo con otra linterna... —espetó Vanila.
—¿Quieres ir a buscar una?
—¡Nah! Solo ponte a buscar...
Los tres empezaron a moverse con agilidad, inspeccionando cada rincón, escudriñando las paredes y el suelo en busca de alguna pista sobre el último de los rompecabezas.
El eco de sus apresurados pasos resonaba en la inmensidad de la sala, y el brillo tenue de la linterna del celular de Armen parecía hacer que las sombras bailaran a su alrededor. Sin embargo, el rompecabezas del torbellino, el símbolo del caos, seguía sin aparecer en ningún sitio.
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DESTELLO DE ALMAS : UN ALMA LIBRE LIBRO 1
SpiritualFantasía contemporánea - Aventura - Comedia - Romance LGTB - Emotiva - Épica - Original Una noche de trabajo como cualquier otra, mientras transitaba en la ruta junto a su mejor amigo, Ricardo vive una experiencia mística que le cambiará la vida cóm...