CAPITULO 49

36 5 0
                                    

Juan cerró su puño y un resplandor de luz emergió de su guante. Estiró la mano hacia el frente y una bandada de destellos se dispararon en dirección hacia Khaos.

Khaos repelió el ataque levantando un escudo hecho de un aura violácea, luego, a una velocidad descomunal, contraatacó a Juan, enviándole un vendaval que se transformó en un pequeño, pero poderoso torbellino que arrastró puntiagudas rocas y pedruscos pequeños.

Juan invistió sus pies con el destello blanco, lo que le otorgó la velocidad necesaria para evadir el torbellino. Siguió en carrera y se aproximó hasta Khaos, recortando la distancia a enorme velocidad. La espada de luz se materializó en su mano y atacó sin pensarlo dos veces.

El filo de la hoja atravesó el cuerpo de Luisfer. Khaos permaneció inmóvil y esbozó una sonrisita. No le importaba recibir ataques físicos, ya que no era su cuerpo el que salía dañado de todas formas. Khaos sostuvo la espada con una mano y con la otra lanzó un relámpago que sacudió el cuerpo de Juan, lanzándolo hacia atrás.

Ricardo, quien hasta ese momento había sido un mero espectador, se apresuró a socorrer a su compañero. El guardián del templo se puso en pie con esfuerzo. Su respiración era agitada y resonaba en el silencio del recinto. Múltiples heridas adornaban ahora su cuerpo, testimonios visibles del impacto recibido. Cualquier otro habría sucumbido ante semejante golpe, pero Juan persistía, erguido y decidido, volviendo a asumir su posición de defensa.

—¿Estás bien? —inquirió Ricardo, preocupado.

Juan asintió, pero sus ojos reflejaban una determinación inquebrantable.

—Puedo seguir, pero jamás voy a ganarle así... —respondió con calma, aunque su tono no lograba ocultar el dolor que lo embargaba—. He entrenado toda mi vida para este momento y no soy capaz de hacerle nada. Pensé que si le atacaba, tu amigo guardián podría tomar el control de su cuerpo de nuevo, pero parece no afectarle en lo absoluto.

La mirada preocupada de Ricardo se desvió hacia Khaos, el ser que había arrebatado a Luisfer. En su corazón ardía la urgencia de recuperar a su amigo perdido, pero por ahora, solo podía ser testigo de la contienda, incapaz de intervenir. La habilidad única de su destello de almas parecía insuficiente para enfrentar a un adversario como Khaos.

Nunca antes había enfrentado una situación tan desafiante, donde su poder se revelaba impotente ante la amenaza que se cernía sobre ellos. La sensación de impotencia lo envolvía como una sombra, oscureciendo sus pensamientos y ensombreciendo su espíritu.

Con cada segundo que pasaba, Ricardo anhelaba encontrar una solución, una manera de superar este obstáculo aparentemente insuperable. Pero por ahora, solo podía contemplar desde la distancia, con el corazón apretado por la incertidumbre y la angustia.

—Escuchame, Ricardo... —susurró Juan—. Tienes que irte. No podré hacer nada para detenerlo, pero puedo retrasarlo y que no te alcance. Escapa y busca ayuda.

—Perdón, no puedo hacer eso. Mi destino es...

—No tendremos ningún destino si te quedas aquí. —La mirada que le echó no admitía duda alguna—. Vete y llévate a Keitha, Vanila y a Armen de aquí.

—¿Pero ellos no...?

—No. Siguen vivos, al menos por ahora. —Juan echó un breve vistazo hacia atrás. Detrás de algunos pedruscos que aquel vendaval había levantado y desperdigado por la sala, podía ver pequeñas volutas luminiscentes flotando a lo lejos, correspondiente a los destellos de ambas chicas—. Vanila es quien me preocupa. Está en estado crítico. Tienes que ayudarla y llevártelos de aquí. Si te acercas a la columna de la derecha, encontrarás una antorcha con un interruptor escondido en la parte trasera. Acciónalo y te llevará a otra sala. Es un pasadizo que mi hermano y yo usábamos a menudo. Cuando llegues, bajo el balcón, encontrarás unas escaleras que te llevarán a la superficie. No pierdas tiempo.

DESTELLO DE ALMAS : UN ALMA LIBRE     LIBRO 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora