Tacaña.

542 55 40
                                    

Luego de unos días del funeral, Altagracia empaco sus cosas, se despidió de aquella casa que había sido su hogar por quince años y partió para la capital junto a sus tíos; no fue una decisión sencilla pero los recuerdos felices de esa casa la estaban matando lentamente, sabía que no le esperaban los meses más sencillos pues nunca se llevó del todo bien con sus primos, apesar de eso Mariano se había estado comportando, probablemente porque sentía lástima por ella, mientras que Raquel había dejado en claro que le haría la vida imposible.

Nada nuevo en eso claramente sin embargo se encontraba sin ganas de seguirle el juego, así que simplemente se instaló en su nuevo cuarto, del que no saldría a menos que fuera necesario o su tía lo demandará. Yesenia se había enterado de la muerte de su hermano una vez Nora regresó a la capital acompañada por su sobrina, además de que la noticia se esparció como pan caliente por el periódico; ahora que se había quedado sin su ingreso mensual por supuesto que se preocupo y rogaba al cielo que en el testamento de Raúl, le hubiera dejado algo.







– ¿Y Altagracia? — toma asiento — ¿No se despertó?

– Si señora pero prefirió desayunar en su cuarto — informó la ama de llaves

– Hablaré con ella más tarde, el abogado vendrá a leer el testamento y debe estar presente

– ¿Qué va a pasar con La Constructora de Veracruz? ¿La vas a conservar hasta que Altagracia tenga la edad de encargarse de ella? Porque tienes que pensar en la posibilidad de que no quiera hacerlo

– Hablaré con ella sobre eso y en el caso de que no quiera hacerlo, pues buscaré una solución

– Señora...

– ¿Qué paso Otilia?

– Llamaron de la entrada, su hermana está exigiendo entrar, dice que debe hablar con usted ¿La dejamos pasar?

– No, échenla de regreso a la calle

– Si señora

– Nora... Deberías hablar con ella, también perdió a su hermano

– A ella no le importaba Raúl, lo único que quiere es dinero

– Bueno ¿Y que te cuesta darle lo que quiere para que se vaya?

– No voy a mantener a una adicta al juego Sebastián ¿Crees que no va a volver por más dinero?

– Es tu hermana

– Era, era mi hermana, ahora es una carga, una que no pienso añadir a mis hombros — se levanta — Iré a ver a Altagracia, ya perdí el apetito







Dio la orden a los guardias para que la sacaran a la fuerza de la propiedad de ser necesario, pues conocía bien a Yesenia, si en algún rincón de su perturbada mente existía la esperanza de que podría quitarle algo de dinero a Nora, no se iba a retirar nunca. Subió al segundo piso de la casa en busca de su sobrina, sabía que no la estaba pasando nada bien pero Nora nunca fue una persona iluminada cuando se trata de consolar o reconfortar de manera asertiva, ni ella misma sabía como ayudarse para dejar atrás tanto dolor.







– ¿Puedo pasar?

– Es tu casa — murmura recostada boca abajo — No puedo prohibirte la entrada

– Si, es mi casa pero este cuarto ahora es tuyo — se sienta a su lado en la cama

– Entonces ¿Es tarde para decirte que no puedes entrar?

– Si — sonríe — Ya es tarde para eso

– No voy a bajar a desayunar, comí un poco de lo que me trajeron pero la verdad estoy sin ganas de comer

Nuestro ConvenioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora