Capítulo 3.

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Ich gebe Ihnen bitte noch eine Chance, uns zu helfen. Du bist unsere letzte Hoffnung.


Una semana después.


Mientras más avanzo por el camino rocoso, la iluminación y bulla del mercado disminuyen hasta que se convierten en un punto a mi espalda. La penumbra del camino interrumpida solamente por la iluminación de algunas casas pequeñas me permite caminar con tranquilidad, no estoy asustada a pesar de que me siguen. 

Finjo no darme cuenta y aumento la rapidez de mis pasos para dejarlos atrás, pero eso sólo sirve para alertarlos y que corran hacia mí antes de tener la oportunidad de alejarme. Siento los brazos de uno de ellos cerrarse alrededor de mi torso y el corazón me comienza a martillear en la base de la garganta.

—¡No! —grito cuando mis pies se elevan del suelo—. ¡No, déjenme!

Dejo caer el ramo al suelo para tener mis manos libres, pateo a aquel hombre que me suelta de inmediato, caigo de boca al suelo y uso las manos para levantarme, siento que mi vista se nubla, mis labios están húmedos de un líquido que desconozco. 

Trato de correr pero me toman de los tobillos y me jalan hacia ellos. 

—¡¡Ayuda!! —grito. Puedo ver la silueta de una persona tras la ventana de su casa, sin hacer nada—. ¡No, no!

Entre los dos me cargan hacia la parte trasera de una van que está escondida al lado del camino, uno de ellos abre la puerta y el otro se encarga de meter mi cuerpo en el auto. 

Intento salir, pero la fuerza de aquel hombre es varias veces mayor que la mía y me cierra la puerta en la cara. Intento abrirla, pero me es imposible, siento las manos sudadas y cada vez me siento más atontada. 

¡Trier! —grita un hombre y un solo golpe se escucha antes de que el conductor acelerare. 

Mi cuerpo se pega con fuerza a la puerta y luego caigo hacia un lado, sintiéndome dolorida por el golpe. Poco a poco voy perdiendo el conocimiento e intento de todo para que no suceda tan rápido, pero pocos minutos después el dolor me hizo perder el conocimiento.

°

Estoy sumergida en una neblina oscura y espesa que se siente como las olas del mar moviendo mi cuerpo de un lado al otro. Es tan raro porque sé que no estoy dormida, pero tampoco siento que esté despierta, ni lúcida.

Hasta que despierto completamente desorientada, lo primero que siento es el frío atravesarme el cuerpo como una daga, no sé dónde estoy y a pesar de tener los ojos abiertos no alcanzo a ver nada en absoluto.

Estoy desorientada mucho tiempo, pero al moverme un poco caigo en cuenta de que estoy tendida en el suelo, lo que noto a continuación es un ardor intenso en mis tobillos y recuerdo de inmediato lo que ha sucedido antes. 

El recuerdo basta para que el miedo me inunde de nuevo, mi único instinto es levantarme, pero siento que no seré capaz. 

Me detengo porque al intentar ponerme de pie siento que hay dos yo moviéndose al mismo tiempo, y me tengo que volver a tumbar.

Siento que podría caminar todo lo que quisiera, pero también que estoy atrapada en una órbita transparente y estrecha. La sensación de estar atada de pies y manos me lleva a frotar mis muñecas hasta sentir un calor abrumante alrededor de ellas.

Al intentarlo una vez más vuelvo a caer, pero uso mis rodillas y manos como amortiguadores provocándome severas heridas que arden cómo el infierno cuando me muevo de nuevo.

A Través de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora