Capítulo 34.

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—Espera un momento —dice Luke y se arrodilla buscando en el último cajón de una gaveta metálica al lado de las duchas.— Por aquí debe haber algo que sirva.

Tomo un poco de agua entre las manos y me miro al espejo empañado mientras las paso por el puente de la nariz, que comienza a tornarse morada, para poder limpiarme mientras contengo la respiración y veo el agua teñida de carmín correr por el desagüe. 

Un coágulo de sangre sale expulsado, lo cual aminora la congestión que sentía y al poco tiempo la hemorragia.

—¿No te dan miedo las agujas, no? —pregunta el chico dejando caer el pequeño paquete con una jeringa sobre el lavabo.

—Creo que poco —digo y tomo el pequeño paquete de algodón que dejó junto a las demás cosas para sacar un poco y colocarla en uno de los orificios de mi nariz.— ¿Sabes identificar cuándo se rompe una nariz?

El chico arruga las cejas, baja la mirada, la sube y luego la baja de nuevo.

—Claro —responde y toma el paquete con la jeringa para armarla. 

Luego toma el pequeño tarrito, le da unos golpecitos con el índice y lo pone bajo su camisa para quebrarlo y luego llenar la jeringa con el líquido transparente dentro de él. Aprieta un poco el émbolo para sacar el aire.— No soy bueno con esto así que te pido disculpas de antemano.

—¿Estás seguro que no ha expirado? —pregunto un poco asustada.

—Este aún no, faltan dos años —dice y me baja la manga de la chaqueta para pasar un pequeño algodón untado de alcohol antes de ponerme la inyección.— Creo.

Le doy un pequeño golpe en el hombro y el chico se aparta entre risa.


El paquete de comida que nos ha dado aquella señora del restaurante es lo único que tenemos para comer en el tiempo que estaremos aquí, que será la noche entera. No dormimos ni aún cuando nos sentimos agotados, en lugar de eso, nos volcamos por completo en estudiar el ciento de hojas sentados en el suelo de la sala del segundo piso.

—¿Me puedes decir por qué decidiste hacer este viaje tan largo para leer estas hojas? —pregunto cambiando de posición a una en que mi pierna derecha, que parece a punto de dormirse, descanse.

Siento los párpados pesados, me arden a cada parpadeo que doy y parece que tengo los ojos llenos de suciedad cuando me esfuerzo en poder leer las minúsculas letras en las hojas. Ya hemos visto y agrupado y descartado un monto de información, pero parece que nunca vamos a acabar.

—No confió por completo en mis aliados —dice y se rasca la cara justo sobre la ceja derecha haciendo una mueca de cansancio. Está sentado con las piernas estiradas y la espalda apoyada en la pared.— Siento que uno de ellos está tramando algo contra nosotros desde que han llegado.

—¿Y por qué confías en mí? —pregunto, pasándole las hojas que ya vimos para guardarlas en una pequeña caja.

—¿Qué represalias podrías tener contra mí? —rechista.

—¿Qué represalias podrían tener Michael y Owen?

El chico voltea el rostro como si no me hubiera escuchado mientras tamborilea con la punta de los dedos en su labio inferior.

Decido ignorarlo y seguir con lo mío, hasta que recuerdo algo al chocar mi codo contra un objeto sólido en mi bolsillo. Ruego porque todo esté ahí y llamo la atención de Luke mientras dejo el celular en el suelo y luego saco la batería junto con la tarjeta.

A Través de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora