Capítulo 19.

1 0 0
                                    



Me echo hacia atrás como si sus palabras fueran puñales intentando alcanzarme y comienzo a negar con la cabeza, reticente. Me froto las manos deseando que el frío que se ha instalado en la punta de mis dedos desaparezca.

—No mientas, sé que algo has visto —dice, bajando el tono.— Hace mucho tiempo no me ven con esa mirada.

Frunzo las cejas y retomo una buena postura. Quizá si luzco firme me crea. 

—¿Qué mirada? —pregunto sin vacilar.

—La que tienes en estos momentos —acusa.

Aprieto los dientes y me levanto para comenzar a caminar en dirección a la puerta.

—No sé de qué hablas...

El pelinegro se adelanta y cierra la puerta con un gesto simple. Luego me agarra del brazo. El susto me distrae por un momento del sentimiento oprimente que me cierra la garganta al ver reproducirse nuevamente esos momentos cómo una película bajo mis párpados, el dolor combinado con el miedo surcando las facciones de su rostro mientras rememora todo.

Me suelta.

—Esa mirada —dice tomando distancia sin borrar la expresión atormentada de su cara.— Lástima.

Sus palabras me transmiten tan bien el odio que siente que por un momento parece que es propio, y que es dirigido hacia mí, hasta que levanta la mirada nuevamente.

—¿Hay alguna forma de que deshagas esto?

—¿Qué? —musito queda. Me siento tan abrumada por sus emociones y las propias que parece que vomitaré en cualquier momento.

—Que si hay una manera de quitar este dolor —repite en un hilo de voz, con las cejas arrugadas.— Cómo el dolor físico, ¿me lo puedes quitar?

Al ver que no respondo, se comienza a mover por el reducido espacio encorvando los hombros. Las lágrimas se me agolpan en los ojos al verlo en ese estado, pero no puedo responder. No soy capaz de quitarle la que parece ser su única esperanza de liberarse de sus recuerdos. 

—Yo...

«Yo no puedo hacerlo»

Un golpe en la puerta, dos y tres.

—¿Todo bien? —Louis.

Camino el espacio que me separa de la puerta y pongo una mano sobre el pomo, pero no abro hasta no ver al chico adoptar su postura de siempre. 

—Todo bien —sonrío, apoyándome en el borde de la puerta mientras me balanceo de adelante hacia atrás.

El chico asiente y me entrega un pequeño plato de comida y uno a Michael, que sale de inmediato sin decir palabra. Lo sigo con la mirada hasta que desaparece por la puerta en el momento que Owen y Andreé regresan.

Los mayores se dedicaron una mirada. Owen estaba sonriendo, pero entre el momento en que posa su mirada en Michael y camina hacia la cocina ésta se va borrando, sin dejar rastro.

Hago un gesto de incomodidad y sostengo el plato entre mis manos sin saber si ir hasta la salita dónde todos están reunidos o escapar de la situación al igual que Michael.

—¿No vienes? —alza la voz Annie, sentada en el único sillón de aquel lugar.

Suspiro y decido sentarme cerca de la chica, con la espalda recostada en el sillón y justo al lado de Owen quién come apartado de todo lo que está pasando alrededor.

—¿Todo bien? —me atrevo a preguntar, en voz baja para no interrumpir la conversación de Andreé y Louis.

—Uju —responde con desanimo y es suficiente para decidir no volver a hablarle en un rato.

A Través de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora