Capítulo 45.

1 0 0
                                    




De un momento a otro siento que me han echado un balde de agua fría sobre el cuerpo que se comienza a entumecer a medida que mi pulso se desacelera como si acabara de entrar en un trance. 

—Luego tendré tiempo de explicarte —responde y se pasa uno de mis brazos sobre los hombros para darme apoyo.

Entre grandes sombras alcanzo a ver como bajamos las escaleras y nos dirigimos a la estancia, pero mis parpados se cierran antes de notar algo más. 


Cuándo despierto una vez más siento una opresión en el pecho y otra sobre mi muñeca izquierda que me sirven de orientación para saber en qué posición me encuentro mientras lucho contra la pesadez de todo el cuerpo.

Recuerdo a la perfección lo que sucedió antes de quedar inconsciente, los recuerdos se abren a mí como si hubieran estado esperando el momento perfecto. Aprieto los puños y me estiro lo más que puedo, a mi derecha está Andreé dormido con un brazo sobre mi pecho en dirección al cuerpo de Jules quien descansa entre las dos colchonetas. Con su mano sobre mi muñeca y la cabeza apoyada sobre mi hombro, de manera que puedo ver su perfil cuando levanto la cabeza.

Suspiro y descanso el cuerpo de nuevo, seguro los han puesto a cuidarme. Tomo la muñeca de Andreé tratando de no despertarlo y aparto su brazo colocándolo sobre su propio cuerpo, pretendía hacer lo mismo con Jules pero apenas pongo una mano sobre la suya se despierta, desorientado pero más que todo asustado, y mira hacia todos lados hasta que ve mi mano sobre la suya. 

Me le quedo viendo sin saber qué hacer mientras una sonrisa se va formando en su rostro, tiene la marca de las costuras de mi camisa en la mejilla y el cabello aplastado de un lado y revuelto del otro.

—Hola.

Sonrío por fin y me acerco ara dejar un beso en su mejilla mientras me arrastro para salir de la colchoneta, pero sus piernas me lo impiden.

—¿Dónde vas? —pregunta en voz baja, tratando de estabilizarse.

Me relamo los labios pasando saliva y tratando de pensar en algo que no sea lo que ha sucedido.

—¿Cómo sigue tu herida? —pregunto y coloco una mano sobre una de sus rodillas, pasando la mirada por todo su cuerpo hasta llegar a su rostro.

También sabe lo que sucedió. Es imposible que no lo haga, la crueldad de aquel hecho no es una que cosa que se pueda callar muy a pesar de todos los esfuerzos.

—Mucho mejor —responde soltando un suspiro sonoro.— Ya no es incomodo, pero a veces recuerdo cómo sucedió y me dan escalofríos.

El gesto que hace me hubiera hecho reír en otra situación, pero en este momento lo único que hace es acrecentar mi rabia, con todos y conmigo por haber permitido que se fueran sin mí aun después de lo que me dijo el chico de la cabaña. Jules también está en riesgo, él ha escapado y lo están buscando por algo que desconozco, y lo primero que hice fue exponerlo, dejarlo ir sin saber a qué se enfrentaría. 

—Me alegra mucho que te sientas mejor —digo, alzando las piernas para pasar por encima de las suyas.

Jules, sin embargo, estira una mano y me impide alejarme más de lo necesario para poder preguntarme: —¿Por qué actúas cómo si fuera un niño pequeño, siempre?

—¿Eh? —musito volteando hacia él.

Sus ojos zarcos destacan demasiado en ese momento, y más allá de sentirme incómoda deseo que nunca dejen de mirarme a mí.

—Yo también sé lo que está sucediendo, no vivo debajo de una piedra, Gaia —musita. Por un momento siento que su voz está manchada de rabia y me encojo sobre mi misma.— Estoy al pendiente de lo que está pasando, hablo con todos de ellos, pero tú, parece que le rehuyeras al tema cuando se trata de mí, siempre, ¿acaso me estás ocultando algo?

A Través de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora