Capítulo 35.

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Volver ha sido mil veces más fácil que irnos de la base, ir en el auto hace todo más fácil, aunque corramos el riesgo de que identifiquen las placas como robadas. Puedo usar todo el tiempo en carretera para pensar en todo lo que ha sucedido en tan solo un día, quizás menos; desde la gran caminata que tuvimos que dar, el inconveniente con aquellos hombres, en especial todas las cosas que me dijo el hombre, y luego la información que soltó Luke de un momento a otro como si me estuviera diciendo de qué color estaba el cielo.

Desde que hemos puesto un pie nuevamente en la base no he sentido ni notado ningún tipo de problemas o inconvenientes entre todos los que allí viven, sólo se ha reducido a la incompatibilidad con Diana, pero sé muy bien o espero, para ser claros, que no se tratara de ella, es un fuerte de Luke. 

Sin embargo, lo ocurrido la noche anterior me está comenzando a calar la cabeza como si me exigiera a gritos que lo comentara con el chico que sigue conduciendo impasible con la vista fija en la carretera que se abre a nosotros alejándonos cada vez más del búnker. Tiene tal concentración que sé que más que querer evitar una accidente está dándole vuelta a sus pensamientos como lo hago yo desde el asiento del acompañante.

—¿Alguna vez has oído de un centro de reclusión? —pregunto sacando la mano por la ventana. Luke decidió llevarlas abiertas para no tener que encender el aire acondicionado y morir congelados o que me afecte.

—¿Un qué? —pregunta girando el volante hacia la derecha en una intersección para seguir nuestro camino al lado de las vías del tren de vuelta a Aach.

—Un centro de reclusión —ripeto y meto la mano para cruzar los brazos sobre el pecho y recostar la cabeza sobre el asiento.— Oí mencionar algo parecido en el tren.

Decido no decirle la verdad mientras me aseguro de que lo que escuché es real y no un producto de mi mente revuelta. 

—Creo que... —se detiene para hacer un cambio de velocidad y aumentarla un poco.— Hace años se oyó un rumor sobre una especie de campo de entrenamiento que había creado el gobierno, era manejado por el ejército y en él entrenaban a chicos en el aspecto físico, decían que era algo voluntario, pero cuando intente entrar y averiguar algo me fue imposible a pesar de que lo hice varias veces.

Suspiro haciendo un poco más de ruido del que me gustaría. Es verdad, lo que escuché la vez que sucedió aquello es verdad, el plan que tenían de entrenar chicos para un supuesto escuadrón de fuerzas especiales es cierto. E intentaron llevarme ahí, aunque no sé con qué motivo, un escalofrío me recorre todo el cuerpo y me obligo a apretar las manos sobre el torso para que no comiencen a temblar y luego lo haga todo mi cuerpo.

—¿Por qué intentaste entrar a ese lugar? —pregunto.

—Curiosidad —responde con simpleza y se pasa una mano por el cabello intentando imitar uno de sus gestos de despreocupación que no le sale del todo bien. Noto la tensión en sus brazos y en cómo estira los dedos sobre el volante.

No le digo nada, entiendo que a veces no es de agrado tener que responder preguntas muy personales o que tengan que ver con temas delicados, cualquiera que sea. Está en todo su derecho de guardar silencio, o mentir descaradamente como yo lo hice tiempo atrás. A excepción de que mis mentiras no duraron nada en pie.

—¿Crees que debamos ir de una vez? —pregunto al reconocer el camino que nos lleva a la base, no deben quedar unos cinco minutos de recorrido.— Digo, no estamos en las mejores condiciones que digamos, no me gustaría llegar de esta manera con todos.

—¿Por Jules? —pregunta en voz baja, un poco acongojada mientras se rasca el cuello.

Ambos hicimos una promesa y ambos estuvimos a punto de incumplirla de la peor manera posible.

A Través de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora