Capítulo 16.

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Horas más tarde del mismo día y mucho antes que el Sol comience a teñir el cielo de azul-cian dejamos atrás aquella casa para seguir nuestro rumbo hacia Luxemburgo. Decidimos ir hasta la frontera por si alguno no está lo suficiente seguro de su decisión.

Por lo que puedo escuchar mientras me acomodo en la parte trasera de una pequeña furgoneta de transporte, Louis nos llevará hasta allá. En el sistema del gobierno, aparece cómo un transportador de alimentos y provisiones, estatus que usa para mover a los chicos de la resistencia de una lado a otro sin problema.

Al parecer ya es mayor de edad, y eso facilita mucho las cosas.

Todos, a excepción de Michael, nos sentamos en la parte más cercana a la cabina del conductor, los gemelos van de un lado con un pequeño bolso de provisiones entre los dos y Owen y yo del otro lado. Hay un par de cajas que nos separan de la puerta trasera.

Estar en ese lugar no me gusta en absoluto.

Horas más tarde, cuándo estaba apunto de caer en un sueño el movimiento brusco del auto al virar hacia la izquierda me hizo ir de boca hacia Owen, quién soltó un quejido cuándo mi peso lo aprisionó contra el metal frío de la carrocería.

—¿¡Qué fue eso!? —pregunta alarmado Andreé, sosteniendo la mano de su hermana quien lucha por incorporarse usando una sola mano.

El último rugido del motor de la furgoneta la sacude cómo un perro se sacude al quitarse el agua de encima. Me apresuro a ayudar a los gemelos.

—¿Están bien? —pregunto tomando a Annie del brazo para ayudarla. Su cabello está sobre toda su cara y Andreé lo retira por ella.

Ver al rubio moverse y valerse por sí mismo me hace sentir un poco aliviada.

—Sí... Gracias.

Tomo la mano que Owen me ofrece cuándo la puerta trasera se abre y Michael nos ilumina con una pequeña linterna que parece a punto de dejar de funcionar. Entre tantas veces que tuvimos que parar y rodear las autopistas se nos había hecho de noche unas vez más.

Al lado del chico se encuentra Louis, y sobre ellos cae una pequeña llovizna que se ve iluminada por las luces delanteras de un pequeño coche que pasa por nuestro lado, inadvertido de la situación.

—Hay un puesto de control más adelante —dice y mueve las cajas hacia un lado. 

—¿Puesto de control? —musita Owen.

—Un nuevo puesto de control de los moderadores —responde Louis, notoriamente desubicado—, no estaba notificado de esto, por ahora deben bajar.

—¿Por qué...?

No tengo tiempo ni siquiera de preguntar cuando los demás se bajan dejándome de ultima. Michael extiende la mano y me ayuda. 

Rodeo el auto por un costado al momento justo para ver otro auto pasar de nosotros. Momentos después se dispara un pitido de advertencia cuándo se acerca lo suficiente a la pequeña caseta. El pitido perdura por varios segundos antes de desaparecer dejando sólo el rastro de una luz rojiza que se enciende en la parte de adentro del pequeño bloque.

La llovizna hace iluminar el cielo en una estela rojiza bajo el cielo que se comenzaba a teñir de azul oscuro. Seis y treinta se lee en la pantalla que indica una cruz o un chulo, dependiendo, pero no recuerdo si es del veinticuatro o veinticinco. 

Parece un peaje normal. 

—... Los comenzaron a instalar hace poco en los límites de las pocas ciudades que quedan funcionando —dice Louis mientras me acerco de nuevo a ellos—, pero no tenía conocimiento de uno es este lugar, es una ruta habitual.

A Través de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora