Capítulo 41.

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Esfuerzo la vista para ver a través de la lluvia que crea una estela blanca fuera del auto y a lo lejos diviso la camioneta en la que partió el grupo tres, con los cristales del lado derecho rotos y el parachoques medio destrozado. Un poco más lejos se encuentra otro auto que no reconozco, pero sí las figuras de los chicos detrás de los cristales agrietados de la tienda. 

Michael estaciona el auto tan de repente que las ruedas chirrían y a los segundos, mientras salgo del auto, se levanta un olor a quemado que me amarga el gusto hasta robarme la respiración.

Me detengo de golpe sosteniendo mi nariz para dejar de inhalar ese olor y avanzo bajo la lluvia hasta que entro a la tienda. Me paso una mano por la cara para aclarar la vista. En una de los lados del local está Jen de pie, cuidando de los chicos, unos recostados en la pared y otros acostados de espalda sobre las baldosas blancas manchadas de escarlata.

—¿Qué ha pasado? —pregunta Michael entrando detrás de mí y llamando la atención de los chicos que se voltean y apuntan sus armas hacia nosotros.

Levanto las manos sobre la cabeza con el pulso aumentando cada vez más mientras busco con la mirada la cabellera chocolate de Jules, cuento a los chicos en el suelo, pero solo hay siete de los ocho que salieron la noche anterior. 

Siento un tirón en el estómago y la cabeza se me nubla con los peores pensamientos mientras dejo que las lágrimas comiencen a caer por fin, liberando parte de la presión que sentía en la cabeza. A los pocos segundos la figura de Marshall aparece delante mío y se acerca, pidiéndome serenidad.

—¡Jen, somos nosotros! —chilla Lía y pasa entre Michael y yo como si no le estuvieran apuntando con un arma a la cabeza.

—Yo... —musita el chico bajando el arma.— Pensé que eran moderadores u otra persona.

Tiene la mitad del rostro manchado de escarlata que se ha comenzado a regar desde lo alto de su pómulo hacia su barbilla por causa de la lluvia que le hace caer el cabello sobre la frente y lo hace ver un tono más oscuro de lo que es. Tiene la chaqueta de cuero rasgada en un costado desde el hombro hasta el final de la tela y sus nudillos tienen la piel levantada por lo que supongo que ha tenido que pelear en cualquier momento.

—No hay problema —digo bajando las manos poco a poco, parece que las he tenido levantadas más tiempo del que ha sido realmente.

—Jules... —hace una pausa. Siento mi corazón detenerse.— Está por ahí... —dice señalando hacia su espalda.

Suelto un suspiro pesado y paso por su lado tratando de mantener el equilibrio, hago un esfuerzo por adaptar mi vista a la oscuridad del lugar que parece crecer cada vez más. Marshall me agarra de la muñeca y me guía hasta que veo la figura del chico, sentado con la espalda contra la pared, me dejo caer a su lado y estiro las manos para tomar su rostro entre ellas. 

Jules da un respingo y me aparta las manos de un manotazo mientras abre de par en par los ojos que hasta ese momento había tenido cerrados en una expresión de agobio.

—Jules —protesto volviendo a acercar las manos a su rostro hasta que noto las palmas cálidas.

Entorno los ojos y con la tenue iluminación del lugar veo una herida debajo de la ceja izquierda de la que brota sangre que corre fresca hasta su boca, donde hay otro corte en el labio superior, y el golpe que tiene sobre la mejilla derecha que comienza a convertirse en un hematoma entretanto se comienza a hinchar. 

Pero esa no puede ser la única causa de que se crispe del dolor con cada inspiración tanto que ni siquiera me hubiera podido reconocer. Me muerdo el labio mientras le quito la chaqueta con esfuerzo y levanto su camisa empapada buscando otra herida. 

A Través de la OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora