Vino un puerco e hizo OINK!

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Percy se había tensado inmediatamente. Justo a su lado estaba el mismo vagabundo que les había ayudado a subirse a ese mismo tren hace unas horas y él mismo no lo había visto subirse ya que supuestamente lo había logrado sacar de la estación de carga de mercancías.

Los dos se miraron por unos segundos hasta que el vagabundo decidió romper el silencio.

- ¿No vas a decir nada? - Dijo el vagabundo sorprendido. - No me has visto subir, no me has visto para nada en este vagón completamente cerrado excepto por las puertas por las que cargan y descargan las mercancías y no he podido estar oculto en ningún sitio ya que hay enganches debajo de los coches que impiden que estos se muevan. ¿No te surgen dudas?

- No voy a mentir, me has sorprendido, pero tampoco sería la primera vez que paso por algo parecido. - Dijo Percy haciendo memoria. - Por lo que tienes que ser un ser mitológico o un dios.

- Eres más listo de lo que dice Atenea. - Dijo el vagabundo con una sonrisa y haciendo que Percy se sintiera confundido por sentirse alegre u ofendido. - Has acertado, soy un dios, más precisamente Apolo. - Dijo este para luego cambiar con un brillo leve a su vestimenta divina que consistía en una armadura dorada ligera y una capa del mismo color que el sol en la mañana. - Digamos que quería echaros una mano.

- ¿Lo tienes permitido? - Dijo Percy sorprendido por lo que había oído.

- No. - Dijo el dios con una sonrisa. - Pero mientras crean que lo hago porque me apetece y no porque quiero ayudaros estaré bien. - Después de eso su mirada cambió a una un poco más triste. - Me gustaría hacer más, pero no puedo, esto es todo lo que las leyes olímpicas me permiten, a partir de aquí estáis solos por mi parte, espero que logréis salvar a vuestra amiga y a mi hermana.

En ese momento Percy abrió los ojos al descubrir porqué lo había hecho y este lo encaró con una mirada muy seria.

- Haré todo lo que esté en mi mano para salvar a las dos. - Dijo este haciendo que Apolo volviese a sonreír.

- Me alegra oír eso. - Dijo el dios con calma. - Creeré en ti, si lo logras hacer te deberé un favor, más te vale hacerlo, muy pocos mortales han tenido ese beneficio con ellos.

Después de eso, el dios de fue en una bolsa de luz tan brillante como el sol haciendo que Percy cerrara los ojos. Poco después de eso Grover salió asustado del coche en el que estaba ya que Percy había olvidado cerrar la puerta y toda la luz que había hecho Apolo le asustó, si hubiera cerrado la puerta no le habría molestado la luz ya que los cristales eran tintados y disminuía el brillo.

Grover le preguntó que era lo que había pasado y Percy le contó algo parecido a la verdad son entrar mucho en detalles. Grover pareció entender más o menos, pero no le cuestionó mucho más y se volvió a dormir en su cómodo coche deportivo muy poco ecofriendly.

Percy fue tras de él y se durmió esperando tener un viaje tranquilo hasta San Francisco y sin problemas.

Rápidamente fue transportado al mundo de los sueños. Percy odiaba los sueños de semidiós, siempre veía algo que le quitaba la sensación de descanso y que le preocupaba más que le alegraba, ya que la última vez vio como Annabeth estaba sufriendo sujetando algo que él no podía ver, pero ahora estaba en un lugar distinto.

Un lugar parecido a un gran almacén estaba delante de él y un Shirou y una Rider parados en frente.

- ¿Estas seguro de que es aquí? - Preguntó la mujer de gafas en un tono muy serio.

- Apesta a ron y a alcohol. - Dijo Shirou igual de serio. - Es obvio que están aquí.

- ¿Y qué vamos a hacer? - Preguntó de nuevo Rider.

Fate: Percy JacksonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora