CAPITULO 22

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ALICE


Hay días en los que solo quisiera quedarme a dormir todo el día, hoy era uno de esos días, los acontecimientos de esta semana han sido demasiado agotadores, demasiadas cosas en tan poco tiempo, no quisiera ni abrir mis ojos, pero desde hace rato que alguien no me deja dormir.

-Tienes que levantarte –mueve mis brazos –tenemos que viajar.

-No quiero –la atraigo a mi cuerpo atrapándola con mis brazos.

-Suéltame, tienes que prepararte –dice forcejeando, pero su fuerza no supera la mía.

-Quiero quedarme así –escondo mi cara en su cuello.

-Pensé que querías pasar tiempo a solas –roza su nariz en mi oreja.

-Vamos –la suelto –iré a darme un baño, dile a Viktor que salimos en una hora –digo dirigiéndome al baño –¡que los hombres también estén listos!

Una hora más tarde estamos subiendo en al auto, el día se ve maravilloso, este será un buen fin de semana, hace mucho tiempo que no me tomaba un fin de semana libre. Con Rhys fuera de la empresa William se hará cargo en nuestra ausencia.

Tres horas más tarde estamos entrando a Los Hamptons, dormimos la mayor parte del viaje, las camionetas avanzan por los lujosos vecindarios hasta detenernos en mi casa, es una casa de vacaciones muy grande, siempre he querido una familia enorme y ahora la tengo.

Mis hombres bajan para revisar el perímetro y Viktor nos indica que es seguro bajar. Me pongo mis gafas de sol y bajo tomando la mano de mi mujer, hace un calor del demonio así que apresuro a entrar en la casa, todo luce impecable, la señora que se encarga de cuidar la casa nos recibe con una limonada bien fría.

-Me encanta esta casa –dice Olivia muy alegre.

-Podemos venir siempre que quieras, también es tuya.

Le doy un recorrido por toda la casa, le muestro la cocina, el gimnasio, el jardín que tiene una gran piscina con vista al mar, me pide que demos un paseo por la playa, así que hago lo que dice, aunque no me guste mucho, pero si ella lo quiere lo hare.

Después de la pequeña caminata decidimos volver por el calor que hacía, al entrar por las puertas corredizas del jardín ella nota el piano que está en una esquina de la sala, me mira con esos ojos llenos de emoción y salta a mis brazos dándome un beso.

- ¿Me prometes que tocaremos juntas? –sonrío tomando su cintura.

-Lo prometo –le digo –ahora vamos a descansar un rato.

-De acuerdo.

Salimos al jardín y la llevo al lugar donde están los sofás en una pequeña terraza de madera, unas largas cortinas blancas cubren la terraza del sol, me recuesto un el sofá y ella se acomoda junto a mí abrazándose a mi cuerpo, cierro mis ojos respirando el olor a frutas de su cabello.

-Quiero hablarte de Sarah –dice sin mover su cabeza mi pecho.

-Te escucho –digo abrazándola sin abrir mis ojos.

-Conocí a Sarah hace tres años cuando trabajaba en Washington, ella ya trabaja en el despacho que fui contratada, ella siempre fue muy amable conmigo, siempre estuvo pendiente de mí y se preocupaba por mí, si me enfermaba ella estaba al pendiente de llevarme medicinas o sopas. Yo la consideraba una amiga –escucho como suspira –Con el pasar del tiempo nos hicimos más amigas.

-Yo le contaba a ella sobre ti, nuestra historia y lo mucho que te amaba, ella siempre me decía que ojalá alguien hablara de ella de la misma manera en la que yo lo hacía hablando sobre ti, ella decía que mis ojos se iluminaban cuando te mencionaba. Una noche estábamos en mi apartamento tomando vino mientras veíamos una película, ella se veía algo triste y se me abrazo, me dijo que ojalá yo fuera la persona que la viera como ella quería y me beso.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora