CAPITULO 6

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OLIVIA


Estaba molesta con Alice por la manera en la que me habló, por eso la ignoré en todo el día, pero me puse aún más furiosa con lo que dijo Leah sobre la chica con la que estaba, no quería saber más y por eso me levanté de la mesa, se me había quitado el hambre.

Por la tarde fui a su oficina para darle un informe sobre el viaje y los puntos importantes a tratar, salí lo más rápido que pude, no quería estar en su oficina después de que estuvo ahí con alguien la noche anterior.

Creí que no la tendría que ver más ese día, pero entonces llego Leah con sus estúpidas ideas, no entiendo cuál es su obsesión con que salgamos las tres.

Una vez estuvimos en el bar seguí ignorando a Alice, cuando llego la llamada de su hermano me tense por un momento, William me mataría si Alice se da cuenta que hemos estado en contacto. Su hermano ha sido uno de mis mejores amigos desde que éramos adolescentes.

Ahora aquí estaba yo con una Alice desmayada sobre si regazo, una canción sonaba en la radio y se aferró a mi pierna. No pude evitar sentirme invadida por la tristeza, en ese momento sentí una lagrima rodar por mi mejilla. Ya no quería llorar, no quería sentirme así todo el tiempo, quería volver a enamorar a Alice, la quería de vuelta, quería abrazarla y compartir mis días y noches con ella.

Llegamos a casa de Alice, busco las llaves en su bolso y entro con ella, que apenas y puede caminar.

—¿Tan rápido me quieres llevar a la cama? —pregunta arrastrando las palabras.

—Cuando estés consiente vuelve a preguntarme. —le sonrío y bufa.

Enciendo las luces y me quedo congelada por dos cosas. Primero hay un enorme doberman observándonos a mitad de un pasillo. Segundo las fotografías que cuelgan en las paredes, pero en este momento, es más importante el perro que me observa.

—Mi bebé está de vuelta —dice ella sonriendo. —Ven aquí —llama al perro.

Este corre hasta subir sus patas sobre sus hombros haciéndola tambalear, su espalda queda apoyada en mi pecho. El can se baja y comienza a olfatearme.

—Es tu otra mami bebé —le habla Alice al perro y volteo con los ojos abiertos.

—¿Deimos? —sonrío al ver lo enrome que está. —Has crecido tanto bebé —el can sube sus patas en mis hombros lamiendo mi cara.

—Lo trajeron hoy, estuvo en un hotel para perros, no podía cuidarlo estos días por el trabajo. —me explica. Solo asiento sonriendo.

—Bueno bebé, bájate, ya tendré tiempo para verte otro día, si me lo permites —le digo a Alice.

—Siempre que quieras —sonríe y se tambalea. La tomo de los brazos y la ayudo a caminar.

—Vamos, debes recostarte. —una vez en la puerta de su habitación se para en seco.

—No puedes entrar —dice separándose de mí —yo puedo seguir. —abre la habitación y entra desapareciendo detrás de la puerta.

Me despido de Deimos y salgo de su casa con un hueco en mi pecho. Después de dejar a Alice en su casa, Viktor me llevo a mi apartamento.

Después de ver lo que vi en su casa estaba dispuesta a darlo todo, tenía que ser valiente, no creo que mis ojos hayan imaginado cosas, cuando entre a su sala, había un par de fotografías en la pared, cualquiera que supiera sumar dos más dos se daría cuenta que éramos nosotras. Eso tenía que significar algo.


Me dirijo a la oficina a eso de las ocho de la mañana, todavía no han llegado muchas personas, llego al elevador y lo primero que veo es a Alice en un rincón, un traje negro holgado, zapatillas blancas y lentes oscuros.

NémesisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora