4

475 68 1
                                    

Había dormido durante todo el día, al abrir mis ojos era ya tarde porque la luz del sol se veía apagarse tras el horizonte. Me había escondido en la copa de uno de esos extraños árboles que podían caminar. En la rama más alta de uno de los leños que tenía fama de ser el mayor malhumorado del que se tenía historia, me había tomado mi larga siesta.

—Hasta que por fin te dignas a despertar, molesta bola de pelos— me gruño más que hablar el viejo árbol, moviendo las ramas en franco enojo.

Tal vez si fuera menos yo, me habría asustado, es más, por simple educación fingiría algo de miedo— No te enojes, señor de los arboles—, mientras hablaba aproveche para estirar mi espalda— pero es que eres el mejor que hay.

Las ramas dejaron de moverse— Ahora resulta que te has vuelto prudente— hablo desconfiado el viejo árbol— ¿Qué tramas, mocoso?

Como si el universo confabulara en mi contra, escuche la voz de la Matriarca del Clan de los Hechiceros — ¡Matthew!... ¡Matthew! — Ahora se oía demasiado cerca, era tarde para esconderse de nuevo—sé que estas allí... ¡Ven inmediatamente!

Ella era una buena hechicera, por mucho que algunos duden de eso. Bueno, por lo menos conmigo lo era. Claro, quitando el hecho

de que me hacía estudiar grandes libros en la biblioteca, algunos hechiceros sabelotodo me hablaban en idiomas extraños, los que al final por el simple hecho de que necesitaba hacerme entender, acababa aprendiendo a regañadientes. Luego estaban los guerreros que vigilaban la seguridad de nuestro castillo, como si todos los hechizos de protección que nos mantenían aislados del resto del mundo no fueran suficientes. A estos últimos les gustaba mostrarme distintas armas y cómo se usaban. Eso era divertido, me encanta usar el arco y la flecha, con la espada no soy tan bueno, aunque según el jefe de la guardia, soy rápido y difícil de golpear.

—Aquí estas, pequeño demonio— me sonrió Taeyeon, sus ojos verdes centelleaban por la magia contenida. Extendiéndome los delgados brazos me hablo con esa voz queda que la caracteriza— vamos juntos a ver la puesta de sol—.Sin esperar segunda invitación salte de rama en rama hasta llegar al suelo, la dulce brisa de la tarde movía mi pelaje blanco como las nubes.

La acompañe hasta situarnos en uno de los riscos que permitían observar la belleza del lago que reflejaba los colores rojizos del atardecer.

¿Eres feliz, bebé?— Me pregunto después de estar allí sentados un buen rato. Siempre me ha gustado estar en mi forma animal, cuando me he permitido que me miren en mi forma humana, las miradas que me lanzan me hacen sentir incómodo.

¡Miauuuuuu! — Le respondí utilizando la más antigua táctica felina para salirse con la mía, poner ojitos de inocencia y maullar despacito.


Ella me sonrió, con un guiño de uno de sus ojos me dejo claro que no había caído ni de cerca en la trampa. Alargándome una capa negra con capucha, me mostro cuál era su deseo. Dejando salir un resoplido poco elegante, tome mi forma humana. Sin perder tiempo me envolví en la capa negra y halando la capucha para que tapara gran parte de mi rostro, me sentí algo menos expuesto. La brisa nocturna se hacía presente ahora que el sol se retiró a sus aposentos celestiales.

¿Mi pareja me está esperando? — Le pregunte una vez más. Es extraño, en mis primeros meses de vida recuerdo que solo pensaba en la botella de leche que Taeyeon me traía en un horario estricto, ahora mis pensamientos giran en torno a la idea de estar con mi compañero para el cual yo nací.

—Sí, mi hermoso Matthew, él te espera— hablo la hechicera mientras alaba una de las cien trenzas que ataban mi largo cabello blanco.

Esa sensación que me hace sentir muy solo regresa para atormentarme, como se puede desear tanto algo que no se conoce. Cuando cierro mis ojos al dormir siento unos fuertes brazos que me rodean, unos labios tibios que besan mi frente, al despertar lloro bajito para que nadie se entere de este dolor que me atormenta. Desearía que ya mi educación concluyera y pueda ir con mi señor de una vez y para siempre.

—Háblame de él— escuchar la voz de Taeyeon contándome del poderoso rey al que pertenezco me hace sentir tan feliz que ronroneo bajito.

Taeyeon, la hechicera más poderosa de la que se tenga noticia deja salir un suspiro, su vista se posa en el disco plateado que lentamente gana altura en el cielo— Tu compañero es el rey Kim Jiwoong, poderoso soberano del temido reino de Katagaria. Él es un hombre que dirige incontables ejércitos con puño de hierro, su espíritu guardián es el lobo, al igual que el de los demás miembros de la casa de Kim, su pueblo le ama, sus enemigos le respetan...

¿Pero cómo es físicamente? — Me atrevo a interrumpirla, poco me importa su ceño arrugado— Dime como es el tono de su voz... ¿Tienes noticias si sabe contar cuentos como los que tú me relatas antes de irme a dormir?... ¿Sabes si me llevará a ver el mar?... ¿Le gustará la leche?

La sonrisa de la hechicera está acompañada por una mirada triste, antes de que pueda interrumpirla con más preguntas, me da un tierno beso en la frente— A veces olvido que mi pequeño gatito todavía es un cachorro— sin saber por qué recuesto mi cabeza a su hombro y dejo dócilmente que ella me abrace, por lo regular no me gusta que nadie me toque. Taeyeon dice que es porque mi cuerpo solo le pertenece a mi señor.

La luna ya está en lo alto del cielo, su luz fría me acaricia la piel, descubriendo mi rostro dejo que ella bese mi frente. La energía de la diosa me mantiene vivo, es tan necesaria para mí como el beber agua o comer. Taeyeon me deja recostar la cabeza sobre su regazo, mientras retira la capa negra de manera que los rayos del frio astro toquen la mayor cantidad de mi cuerpo.

El destino que tenía la luna | MattwoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora