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Gunwook arrugo el ceño, aquello olía a trampa, pero algo le dijo que en las trampas de ese mocoso sexy valía la pena caer — ¿Qué estas planeando, pequeño granuja?

La oscuridad de la cabaña evito que Gunwook pudiera ver la cara de pervertido que tenía el joven Taerae— Quiero que mi último recuerdo como un hombre soltero sea tu cuerpo en mi cuerpo.

¡Oh, no! — Se puso de pie cuan alto era, lástima que el pelinegro quedara con las piernas enrolladas en su cintura pegado a él sin dar muestras de querer liberarlo — No te daré nada hasta después de que nos casemos.

La sonrisa de Taerae era de esas de las que derriten hielo, una idea bastante pecaminosa cruzo por su mente, si antes había seducido hombres para conseguir dinero, ahora seduciría a este solo para demostrarle donde se estaba metiendo.

¡Bien! — Acepto Taerae bajándose del cuerpo de casi dos metros de alto— si insistes—. Tomando la vela que estaba, según había recordado, sobre la mesa, la encendió— Creo que ya es muy tarde— hablo mientras la luz de la vela iluminaba débilmente el interior de la cabaña— estoy demasiado cansado para regresar al castillo.

Si Gunwook hubiera sido un poco más mal pensado, solo un miligramo más, se habría dado cuenta del cambio de estrategia del antiguo cortesano— Si realmente estas tan cansado— se encogió de hombros el guerrero— me puedo quedar contigo a hacerte compañía hasta mañana. Al amanecer regresamos.

De pie del otro lado de la desvencijada mesa estaba Taerae, la capucha de la capa sobre los hombros delgados, el cabello ahora corto le daba un aire de travesura al joven rostro— Entonces es un hecho— la voz era un tanto más dulce de lo habitual— hoy dormiremos aquí... A todo esto ¿Cómo sabías que estaría aquí?

La manera en que cada palabra era pronunciada, le hizo pensar a Gunwook que estaba comenzando a ser víctima de algún hechizo de magia oscura, de esos que convierten en pobres marionetas a sus víctimas. Aunque la salvación de su alma hubiera dependido de apartar la vista, no lo habría conseguido.

—Eres inteligente— su voz más ronca lo estaba delatando— pensé que querrías evitar miradas indiscretas y este lugar es lo suficientemente aislado como para eso.

Taerae, con la tranquilidad del que no tiene apuro, dejo que la pesada capa resbalara de sus hombros hasta dar en el piso—. Al parecer me conoces muy bien—. La luz de la vela creaba sombras que danzaban en las paredes de madera, dándole al joven la apariencia de un demonio dispuesto a robar el placer de un pobre mortal.

"No lo suficiente", pensó el guerrero viendo aquél ser etéreo que parecía salir de los más profundo de sus sueños sensuales. Gunwook observo como el chico desabotonaba uno a uno la tosca camisa propia de los mozos, ni aunque hubiera sido de seda al guerrero le hubiera parecido más seductora la manera en que esta dejaba al descubierto la piel pálida de su dueño.

¿Te conté alguna vez que me gusta dormir desnudo?— La sonrisa del chico era inocente, lástima que sus ojos verde agua desmintieran su alegato.

—No deberías—, balbuceo el guerrero de mil batallas— podrías resfriarte.

Sin intentar moverse, el más joven observaba como su víctima quería retorcerse, pero que lo disimulaba magistralmente. Al parecer tendría que empujar un poquito más. Lentamente se quitó la camisa, arrojándola a Gunwook— Dobla mi ropa— ronroneo dedicándole un guiño.

Sin saber en qué momento, y aunque sabía que ese acto lo condenaría sin remedio, llevo la brusca tela a su nariz, aspirando el aroma propio del descarado que tenía en frente suyo. Al levantar la vista, Gunwook casi se traga su propia lengua, Taerae tenía los pantalones en la mano, lo único que evitaba que el guerrero pudiera ver la excitación del más joven, era la maldita mesa que estaba entre ellos.

El destino que tenía la luna | MattwoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora