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Taerae sabía que había llegado a un punto sin retorno, ahora solo tenía un camino y el lugar a donde le llevaría no sería muy agradable. Sus dos opciones se limitaban a una muerte rápida o una lenta con el verdugo. Solo esperaba que Gunwook pudiera ayudar a Matthew, sino todo sería en vano.

—Júrame que si he de morir será por tu mano y de manera rápida— puso ambas manos sobre el regazo tratando de evitar que el guerrero frente suyo notara el temblor que recorría su cuerpo.

—Sigues con eso— gruño Gunwook—, si no cometiste traición con el tigre, y no intentaste matar a mi rey... ¿No entiendo a qué va esto?... Enviar a un noble a la muerte no es tan fácil, a menos que el mismo Jiwoong lo apruebe.

Taerae sentía la bilis subir por su garganta hasta formar un nudo que apenas si le permitía respirar, allí sentado se sentía como en el banquillo de los acusados. La habitación estaba iluminaba por la luz que irradiaba la chimenea encendida, la luz de la luna brillaba a través de la ventana, si no fuera por el miedo que sentía, casi podía asegurar que la misma luna trataba de animarlo a hablar.

—Júralo— apretó los puños contra su regazo— o no diré nada.

El chico mantenía la mirada baja, los largos mechones negros caían sobre él como una cortina de seda negra. Gunwook podía notar el

temblor en los hombros de Taerae por mucho que este intentara controlarlo. Enviando al diablo su deber como Jefe de la Guardia del Rey, se puso de pie, llegando frente al más joven, puso una rodilla en el suelo, quedando a la misma altura.

—Te juro que si tuvieras que morir yo mismo seré quién haga tu transición más rápida y con la dignidad que mereces— hizo el voto poniendo la mano en su corazón, de la manera más solemne en que un guerrero lo podía hacer.

¡Gracias! — Susurro dejando que una lágrima recorriera su rostro hasta caer en las manos de Gunwook que se habían unido con las suyas— alguien como yo es a lo más que puede aspirar. Morir de una sola vez y no podrirse en las mazmorras. En ocasiones los mismos verdugos no se quieren ensuciar las manos con nosotros, somos más divertidos vivos entre los guardias y los otros presos.

¿De qué estás hablando, pequeño? — Apretó las delicadas manos que se perdían entre las suyas.

—Cuando sepas quién soy realmente—, no pudo controlar el temblor de su voz— sentirás asco de tocarme. Estoy seguro que un hombre como tú jamás iría a un lugar como en el que yo crecí... Estoy tan sucio—. Ahora si no pudo evitar llorar. Lo hizo de una manera tan amarga que Gunwook no pudo evitar levantarle en brazos para sentarlo sobre su regazo.

—Calma pequeño— lo abrazo fuerte haciendo que este recostara la cabeza sobre su pecho—, hay pocas cosas que sean tan malas como para que yo te desprecie— al sentir como el cuerpo esbelto sobre sus rodillas se tensaba, decidió aclarar las cosas—

¿Mataste niños? — Al notar como Taerae negaba con un pequeño movimiento de cabeza, continuo— robaste a ancianos o a viudas indefensas, traicionaste a un amigo— la respuesta silenciosa también fue negativa— Entonces no te será tan fácil deshacerte de mí.

Sin quererlo Taerae dejo salir una leve sonrisa, levantando el rostro encaró los ojos dorados que le miraban con una mescla de curiosidad y preocupación.

—Vamos a ver si lo que dices es cierto— reto el joven cortesano—, ahora escucha lo que tengo para contarte.

—Jamás me niego a un reto— enderezo la espalda lista para lo que le tirara Taerae.

El chico limpio las lágrimas y sin bajarse del cómodo asiento que le ofrecía las rodillas del guerrero, decidió enfrentar lo inevitable —El viejo Choi Siwon me compró en las calles de Gygoria—comenzó su relato— yo había tenido un cliente al que tenía que entretener toda la noche, era un hombre violento, así que en un momento dado comenzó a golpearme sin que eso hubiera sido aclarado en el contrato.

El destino que tenía la luna | MattwoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora